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El ABC de la felicidad: Aristóteles, Buda y Confucio

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“El odio es el mayor veneno de la mente”

lou_marinoff.jpgFue un joven radical “no peligroso”. Ahora, con 55 años, el filósofo se empeña en buscar el término medio de las cosas. Canadiense y desde 2003 estadounidense, sus obras están prohibidas en la universidad donde trabaja. El autor de “Más Platón y menos Prozac” publica un libro en el que, a través de Aristóteles, Buda y Confucio, intenta solucionar los problemas del mundo actual. (Extracto de una entrevista a Lou Marinoff).

Vive emboscado entre las hojas tardías del otoño y las hojas siempre frescas de cientos de libros de historia y filosofía. Lou Marinoff se las sabe todas, o casi todas, comprimidas entre el busto austero de Sócrates y la estatua feliz de Buda que libran un singular pulso en las estanterías de su bucólico retiro. A ratos perdidos sueña que es Andrés Segovia, interpretando a la guitarra al maestro Torroba o a Turina…

Acaba de cumplir los 55 y se ha quitado de encima unos cuantos kilos y una buena ración de barba desde la última vez que lo vimos, cuando Más Platón y menos Prozac era el libro más vendido y las Torres Gemelas brillaban a lo lejos desde su azotea en Nueva Jersey. Hace tres años le dieron la nacionalidad norteamericana, que ahora comparte con la canadiense, y tuvo que jurar que no ha pertenecido a ningún partido comunista.

Lo suyo, ahora, es El ABC de la felicidad, libro que repasa las enseñanzas de Aristóteles, Buda y Confucio para aplicarlas a la vida y tender un puente imaginario entre las orillas, cada vez más irreconciliables, de este mundo dividido y convulso.

P. En su libro usted plantea soluciones filosóficas para no vivir en los extremos, sino en el «término medio». ¿No le estaremos quitando pasión a la vida?

R. Es imposible eliminar la pasión… Hay gente que la lleva en la sangre y no lo puede evitar. En todo caso sugiero que hay que aprender a encauzarla y a expresarla de una forma positiva, para evitar que se convierta en una fuerza destructiva.



P. ¿Se puede ser pasional defendiendo la moderación?

R. Por supuesto. Yo me considero pasional por naturaleza; me puedo poner muy pasional defendiendo el término medio.

P. Y díganos, ¿cuando usted era joven, no le tentaron los excesos?

R. De acuerdo, no soy un sacerdote y no aspiro a meter a los jóvenes en un monasterio… Sí, he de confesar que fui radical en mi juventud, pero no peligroso. La adolescencia y la juventud son como explosiones de energía… Debemos tener libertad para cometer errores, pero hay que tener cuidado para que los errores no sean fatales e irreversibles. Yo le diría a cualquier joven, empezando por mi propio hijo: «Ve, explora por ti mismo, pero no vayas tan lejos que luego no seas capaz de volver».

P. ¿Se puede enseñar en las escuelas el «término medio» que usted propone?

R. No sólo se puede, se debe. Hay que enseñarles a los niños a erradicar el odio, que es el mayor veneno de la mente y de las relaciones humanas. Los niños aprenden el odio, como aprenden la avaricia y la envidia, otros dos venenos peligrosos. La tolerancia, la serenidad y otras virtudes seculares que están desde hace siglos en la filosofía deberían entrar también en las escuelas.

P. En su libro habla usted de los filósofos ABC. Empecemos por la «A» de Aristóteles…

R. Iré al grano… La moralidad de Aristóteles está basada en la «proporción áurea», que consiste en huir del exceso y del defecto, encontrar la medida adecuada y justa, que puede ser diferente en cada uno. Aristóteles nos invita a la búsqueda personal, a descubrir nuestra «virtud». Ahí está, según él, la raíz de la felicidad. Si no nos desarrollamos personalmente, estaremos siempre insatisfechos. Aristóteles es la ciencia, el premio Nobel, los deportes olímpicos, la idea griega de la supremacía del individuo.

P. Pasemos a la «B» de Buda…

R. Dejemos a Buda para el final. Prefiero pasar a la «C» de Confucio porque es el complemento ideal de Aristóteles. Confucio admite que tiene que haber un equilibrio, y ahí está la base del taoísmo, el yin y el yan, los opuestos complementarios… Defiende el orden social, sostiene que el individuo alcanza su razón de ser en comunidad. Todos somos parte de una matrix social, y nuestro reto es encontrar nuestro lugar en ese mundo. Confucio es la cooperación, la familia, la comunidad.

P. Insistimos en Buda…

R. Buda está en la mitad de la mitad. El budismo combina la individualidad y la interdependencia. De alguna manera, la felicidad individual depende de la felicidad colectiva: tú no puedes ser feliz si los que están a tu alrededor no lo son. Existimos como comunidad de individuos, pero no podemos vivir en aislamiento. El budismo toma prestados elementos de las otras dos filosofías, es el término medio dentro del término medio, el puente entre Aristóteles y Confucio.

P. ¿Y si tuviera que elegir a uno?

R. Me quedo con Buda. Porque al final, lo que es realmente importante para el individuo es tener un buen corazón y encontrar la serenidad en la vida. El budismo es el sistema más avanzado. Aristóteles nos da la ciencia y el desarrollo intelectual. Confucio, la disciplina y el sacrificio por los otros. Y Buda pone el buen corazón y la serenidad mental, que para mí son los ingredientes imprescindibles para la felicidad… Todos los problemas del mundo se deben a esas dos graves carencias. Necesitamos a Buda más que a los demás.

P. ¿Hay sitio para Jesús y Mahoma entre los tres?

R. ¡Uf!, entramos en terreno fanganoso. Si uno mira las enseñanzas de Jesús, independientemente de lo que ha interpretado la Iglesia, se parecen mucho a las de Buda. El amor al prójimo, la compasión, la buena voluntad… Enseña básicamente lo mismo, pero habla del más allá, y ahí está la raíz del problema. En el Corán se habla también de Alá el piadoso, de la bondad, de la caridad. Pero Mahoma pone el énfasis en la otra vida… Y ahí está la distinción. Los filósofos ABC se centran en el aquí y ahora. Su mensaje es el mismo: no tenemos que esperar. No hay cielo, no hay infierno, hay lo que tenemos. Y tenemos también el poder de cambiarlo. El problema del cristianismo y del islam es que quieren hacer las cosas pensando en el más allá. Algunos de sus seguidores hacen daño ahora porque piensan que les va a ayudar en la otra vida o porque creen que así irán a un lugar mejor.


Fuente: www.elmundo.es

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