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Una lectura buddhista de J.R.R.Tolkien.
El Camino Medio y la Tierra Media

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Una lectura buddhista de J.R.R.Tolkien

El Camino Medio y la Tierra Media

Ven. Puṇṇadhammo Bhikkhu

tolkien-2.gif«El Señor de los Anillos» es un libro profundamente espiritual. J.R.R.Tolkien era un hombre religioso, un católico romano pensante. Su trabajo revela su profunda religiosidad y, aún así, evita por completo ser una alegoría estrechamente «cristiana». Esto se debe, en buena medida, al gran amor de Tolkien por la mitología pagana del norte de Europa. En la superficie, estos elementos «paganos» son una influencia mucho más que obvia.

Puede parecer presuntuoso, por consiguiente, intentar una lectura buddhista de este gran clásico. Podemos estar seguros de que este notable hombre no tuvo influencias buddhistas (al menos en la vida en cuestión). No obstante, el mismo Tolkien fue el primero en reconocer que un gran trabajo literario supera las intenciones del autor. Y, en todo caso, el libro ha tenido, por cierto, su cuota de lectores buddhistas.

Indudablemente, el mundo creado (uno casi se tienta a decir «descubierto») por Tolkien resulta, en algunos aspectos, familiar a los buddhistas. La cosmología y la mitología buddhistas siempre han estado abarrotadas de diversas criaturas maravillosas: devas de varias clases, nāgas, yakkhas y una numerosa colección de seres. También el mundo de Tolkien tiene como su rasgo característico un buen número de razas de seres mágicos e inteligentes: elfos, enanos, orcos, ents y, por supuesto, hobbits.

De hecho, existen algunos puntos de similitud muy sobresalientes. Los elfos están cerca de los bhumma-devas (dioses de la Tierra). Ambos aman los bosques y los árboles. Ambos vienen en distintos grados, desde el juguetón y travieso hasta el grande y magnífico. Asimismo, nāgas y dragones, yakkhas y trolls ofrecen un paralelismo similar. En gran medida, esto es, simplemente, un reflejo de la semejanza universal entre todas estas mitologías. (¿Será, quizás, el reflejo de alguna realidad fundamental? Aun cuando esta fuente fundamental fuera arquetípica, ¿de qué son el reflejo estos arquetipos?).

La inmortalidad de los elfos puede causar alguna objeción por parte de los círculos buddhistas. Y, a pesar de ello, existe suficiente evidencia en el trabajo de Tolkien de que esta inmortalidad es más aparente que real, y puede describirse mejor como una vida muy larga con un «desvanecimiento» gradual y de la raza toda. En la literatura buddhista hay descripciones de seres de largo vivir que equivocadamente se imaginan a sí mismos como inmortales. En algunos trabajos menores de Tolkien hay insinuaciones de que él contemplaba la reencarnación, al menos para los elfos.

Más intrigante, sin embargo, es la trama de «El Señor de los Anillos». Un maravilloso y poderoso Anillo es encontrado por los muy terrenales hobbits. Con la guía de seres sabios como Gandalf y Elrond, Frodo y su fiel compañero Samsagaz se comprometen a lanzar el Anillo en el gran abismo de las Grietas del Destino.

¿Cómo leemos esto? En un nivel, sólo se trata de una buena historia dramática. Pero no hubiera alcanzado el estatus de un clásico de culto si fuera sólo eso. Se trata de un cuento que expresa poderosos arquetipos espirituales, un excelente ejemplo de la «Búsqueda-tipo» de aventura espiritual.

Antes de seguir analizando el tema un poco más minuciosamente, una advertencia. El mismo Tolkien odiaba la alegoría en la literatura y rechazaba categóricamente que su libro pudiera leerse como tal. Ciertamente no es una alegoría simplista según el molde del Progreso del Peregrino con una ingenua correspondencia uno-a-uno en cada paso. No, «El Señor de los Anillos» no es una alegoría. Es tanto más, es profundamente simbólico –como todo gran mito. Tolkien, un maestro de la mitología, vivió y trabajó en un mundo de símbolos y arquetipos poderosos. La manera en que un buddhista podría leer estos símbolos no es necesariamente –por supuesto que no– la manera en que Tolkien los leyó. El hecho de que estos puedan rendir múltiples interpretaciones es un tributo a la fuerza mítica del trabajo.

De modo que ¿cómo puede leer estos símbolos un buddhista? El tema dominante de la Búsqueda es un clásico en la literatura espiritual, y puede leerse como un símbolo del viaje espiritual. En este caso, el objetivo y propósito de la Búsqueda es poderoso y apela muchísimo a la sensibilidad buddhista. En la mayoría de las Búsquedas el objetivo es descubrir algo, por ejemplo el Santo Grial. En «El Señor de los Anillos» el objetivo de Frodo es ¡soltar algo!

Y ¿qué suelta? ¿Cómo interpretamos el Anillo, que es tan central en el cuento? El simbolismo de un Anillo es –por lo menos– doble. En un aspecto, es un círculo cerrado, un objeto sin principio y sin fin. En otro aspecto, es un símbolo de vinculación, como un anillo de boda. Ambos aspectos de circularidad y de vinculación ¡son características quintaesenciales del saṃsāra! La rueda (círculo) de nacimiento y muerte es, al fin y al cabo, absolutamente central en la visión buddhista del mundo. Es la descripción quintaesencial de nuestro dilema existencial, estar atados a las repeticiones interminables del renacimiento. Esta es la Primera Noble Verdad.

Y la Segunda Noble Verdad es el deseo. ¿No es esta la misma cosa que ata a los personajes del cuento de Tolkien al Anillo? Gollum es arruinado por su deseo, y Bilbo casi lo es. Incluso Gandalf el Gris teme ser arrastrado bajo su hechizo. Sólo Tom Bombadil, que puede ser tomado como una especie de ser iluminado, es inmune a él. Superar esta profunda adicción al Anillo (o al saṃsāra, o al devenir) es el más grande desafío para Frodo. Su viaje entero, con todas sus fantásticas aventuras, tiene este único propósito.

Y para llevarlo a cabo debe viajar a las mismas profundidades de la fuente. Toda la dificultosa travesía a través de la Tierra Media hacia Mordor puede interpretarse como un símbolo del viaje interior emprendido, por ejemplo, en el camino de la meditación vipassanā. Uno se tienta, a estas alturas, a tratar de encontrar correspondencia con los estadios del insight. (El episodio en Bree como las Corrupciones, el Concilio de Elrond como el Discernimiento de Cuerpo y Mente, las Tierras Pardas como el Conocimiento de la Miseria, el ascenso final sobre las espaldas de Samsagaz –una imagen fuerte y conmovedora– como la Ecuanimidad ante las Formaciones) [1]. Suficiente, seguir esta línea de pensamiento demasiado lejos es violar la proscripción de Tolkien contra la alegoría. Esto basta para ver el viaje físico de Frodo como un profundo símbolo del viaje interior del místico.

Desde otro ángulo, los tres personajes que hacen el viaje final, Frodo, Sam y el trágico Gollum, pueden interpretarse como aspectos de una personalidad. Si, por ejemplo, a Gollum se lo ve como una personificación de las impurezas, desesperadamente adicto al devenir saṃsárico («¡mi precioso!»), la culminante escena en las Grietas del Destino adquiere honda significación.

Además es importante que el libro no termine en esta escena. Frodo, habiendo logrado el objetivo, ahora retorna al Mundo y sirve a los seres sintientes en «El Saneamiento de la Comarca» [2], un episodio muy importante que nos recuerda la imagen final de la clásica serie de pinturas Zen del Toro Domado, donde el yogi vencedor monta el toro de regreso a casa.

Pueden plantearse otros puntos más generales. La importancia de la compasión es hallada en muchos pasajes del libro, en particular la bondad que Aragorn y otros muestran al desdichado Gollum. El perdón de la vida de Gollum en el final tiene un efecto crítico en el desenlace, imprevisto para los personajes. Esto también puede verse como una expresión de la Ley de Kamma. Muchos de los personajes buenos y sabios, especialmente Gandalf, a menudo expresan pensamientos que serían ratificados por cualquier buddhista. Sólo piensen en: «El que destruye una cosa para aprender sobre su naturaleza se ha apartado del camino de la sabiduría».

Para no dejar al lector desprevenido con la impresión de que Tolkien era buddhista en secreto, concluyamos echando un vistazo a un par de puntos que separan al cuento de la sensibilidad buddhista. Tolkien era, como dije, cristiano. Como a tal, el tema de una dualidad del Bien y del Mal le era importante. En el mundo de Tolkien, el único orco bueno es el orco muerto. En el Buddhismo, por el contrario, no existe la condena eterna. Si un buddhista hubiera escrito la historia, uno esperaría encontrar, por lo menos, un orco que experimentara una profunda conversión, abandonara sus sucios hábitos y, quizás, mostrara un total arrepentimiento en el Concilio de Elrond.

Un detalle menos problemático –pero igualmente no buddhista– es el creacionismo subyacente de los mitos de Tolkien. Esto, en todo caso, no es del todo evidente en «El Señor de los Anillos», pero es explicado claramente en «El Silmarillion». El universo teísta posee un significado escatológico, moviéndose en forma deliberada del principio al fin. El universo buddhista consta de ciclos que se repiten sin fin. Sin comienzo, no tiene necesidad de un creador, ni del plan o propósito de un creador.

El hecho de que un cristiano con sensibilidades paganas pudiera escribir un libro con tan profundo significado espiritual para los no cristianos es un sincero homenaje a la profundidad espiritual de Tolkien. Su visión religiosa no era estrecha. Parece haber penetrado algunas de las profundas capas de verdad que son el fundamento de todas las grandes tradiciones religiosas. Y, algo no menos importante, es una profunda historia intensamente conmovedora.


Notas

[1] Aquí el autor compara algunos episodios del libro con algunas de las etapas en el desarrollo del insight o vipassanā (visión clara).

[2] Uno de los capítulos finales del Tomo III de «El Señor de los Anillos».


Puṇṇadhammo Bhikkhu, «A Buddhist Reading of J.R.R.Tolkien. Middle Path and Middle Earth», Arrow River Forest Hermitage (arrowriver.ca). Traducción y notas: Alejandro P. de León, AppamādaNet, Buenos Aires, 2004. Corrección: María Isabel Zapico. Revisión: 05-Abr-2006.

Fuente: http://appamadanet.webs.com

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