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La educación emocional

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La educación

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Uno de los bien conocidos beneficios de pasar el día en la cama a causa de la gripe es poder dedicar tiempo a la lectura. Hojeé varios libros y leí la prensa dominical (de varios domingos e incluyendo sus suplementos), la propaganda acumulada de los grandes almacenes, de las ópticas locales y de los gimnasios (¿será cosa sólo de España?), y por enésima vez ‘The Religion of Art’ por Sangharákshita, el maestro budista.

Entre las noticias y artículos de la prensa dominical había dos artículos relevantes y estimulantes firmados por Javier Marías acerca de la educación, uno en El País Semanal del 9 de Octubre y el otro en el mismo suplemento del día 16, es decir la semana siguiente. Se trataban de ‘las majaderías que propugnan las leyes socialistas de Educación’ en España, incluyendo la confusión que pueda existir (y que existe según el escritor) entre ofrecer igualdad de oportunidades y elevar el nivel de exigencia de los estudios, la prevalencia de la ‘inteligencia’ sobre el uso de la memoria, y la falta de apoyo ofrecido a los profesores por el Estado frente la indisciplina de los alumnos.

La cuestión de la disciplina de los niños me interesa. Más bien me preocupa. Vivo enfrente de un colegio, viajo bastante en el metro a la hora de la salida de las escuelas, formo parte de una familia extensa y soy padre. Me preocupa no sólo porque veo la indisciplina, y sus consecuencias, sino porque siento la responsabilidad de encontrar una respuesta.

Por esta razón me sorprendió que en ninguna frase de los dos artículos acerca de la educación firmado por Javier Marías en las dos últimas ediciones de El País Semanal se mencionó la palabra ‘emoción’. No sólo es sorprendente dado que el comportamiento humano está impulsado más que nada por los sentimientos y las emociones, y por lo tanto la disciplina (y la indisciplina) también, sino además porque tratando de dos artículos sobre la educación en ningún momento el escritor considera que una parte importantísima de ella debería ser la educación emocional.

Las emociones son parte de la naturaleza humana tanto o más que la razón y la inteligencia. Indudablemente la disciplina forma parte de la educación, pero tiene que ir acompañada de la posibilidad de una experiencia más alta o profunda, y por lo tanto más satisfactoria. El propósito de la disciplina no es otro que sublimar las emociones relativamente crudas y destructivas para así poder canalizarlas en expresiones mas refinadas y creativas. Sin ver que la disciplina ofrece la posibilidad de lograr un tipo de experiencia mayor, el individuo (sea niño o adulto) acaba sintiéndose frustrado por la imposición de restricciones a sus impulsos naturales. Se subleva y cae en la indisciplina. Los educadores, sean profesores o padres, no sólo tenemos que disciplinar sino también abrir los canales que dan a una salida emocional más culta.

El arte, la amistad, la ética como práctica diaria, la meditación, la contemplación de la naturaleza, el aprecio estético, la creación de entornos bellos… ¿no son enseñanzas tan importantes como las matemáticas y la lengua, la geografía y la historia?

Ha habido mucho debate últimamente en España acerca de la enseñanza de la(s) religión(es) en la escuela. Creo que el debate debería enfocarse más bien en la enseñanza de la espiritualidad, si por eso entendemos la expansión de la conciencia en términos de la comprensión (incluso de la sabiduría) por una parte y de la empatía emocional con los demás (incluso con el universo en sí) por otra. Sin este doble aspecto de la educación lo que llamamos educación no lo es. Y no sólo ‘debamos resignarnos a carecer de ciudadanos cívicos y semieducados durante unas cuantas generaciones’, como pronostica Javier Marías, sino a un mundo cada vez más feo estética y éticamente hablando. Esta verdadera educación ‘espiritual’ me parece más importante que cualquier educación ‘religiosa’ puramente racional, incluyendo la enseñanza formal del budismo. Y lo digo como budista.


Moksananda

Fuente:
www.moksananda.blogspot.com




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