Mettā – Filosofía y práctica del amor universal
Ven. Acharya Buddharakkhita
Contenido
1. El Karaṇīya Mettā Sutta
2. Los antecedentes del Mettā Sutta
3. Tres aspectos de mettā
4. La ética de mettā
5. La psicología de mettā
6. a. Meditación de mettā
6. b. Meditación de mettā
7. Las bendiciones de mettā
8. El poder de mettā
6. Meditación de mettā
Existen varias formas de practicar mettā-bhāvanā, la meditación del amor universal. Tres de los principales métodos serán explicados aquí. Estas instrucciones, basadas en fuentes canónicas y comentarios, intentan explicar la práctica de la meditación de mettā en una forma clara, simple y directa, de modo que nadie que desee dedicarse seriamente a la práctica encontrará duda alguna acerca de cómo proceder. Para instrucciones detalladas sobre la teoría y práctica de mettā-bhāvanā el lector puede consultar el Visuddhimagga, Capítulo IX.
— Método 1 —
Siéntate en una postura cómoda en un lugar tranquilo –un santuario, una habitación tranquila, un parque o cualquier otro lugar que proporcione privacidad y silencio. Mantén los ojos cerrados, repite la palabra «mettā» durante algún tiempo y evoca mentalmente su significado –amor como opuesto a odio, resentimiento, malevolencia, impaciencia, orgullo y arrogancia, y como un profundo sentimiento de buena voluntad, simpatía y bondad que promueve la felicidad y el bienestar de los otros.
Ahora visualiza tu propio rostro con un feliz y radiante humor. Todo el tiempo ve tu rostro como en un espejo, contémplate a ti mismo en un estado de ánimo alegre y ponte en ese mismo estado durante la meditación. Una persona en un estado de felicidad no puede enojarse o abrigar pensamientos y sentimientos negativos. Habiéndote visualizado en un estado de ánimo de felicidad, ahora ataca con el pensamiento: «Que yo esté libre de hostilidad, libre de aflicción, libre de angustia; que yo viva feliz». Mientras te inundas con el pensamiento-fuerza positivo del amor, te vuelves como una vasija llena cuyo contenido está listo para desbordarse en todas las direcciones.
Luego, visualiza a tu profesor de meditación, si vive; si no, elige algún otro profesor o persona venerable viva. Contémplalo en un estado de ánimo feliz y proyecta el pensamiento: «Que mi profesor esté libre de hostilidad, libre de aflicción, libre de angustia; que él viva feliz».
Entonces, piensa en otras personas que sean venerables y que también estén vivas –monjes, profesores, padres, ancianos– y, con intensidad, extiende hacia cada uno de ellos el pensamiento de mettā en la manera ya mencionada: «Que ellos estén libres de hostilidad, libres de aflicción, libres de angustia; que ellos vivan felices».
La visualización tiene que ser clara y el pensamiento-irradiación tiene que ser bien «deseado». Si la visualización es hecha deprisa o el deseo es llevado a cabo en forma superficial o mecánica, la práctica será de poco provecho, para luego convertirse en el mero pasatiempo intelectual de «pensar acerca de mettā». Uno debe comprender claramente que «pensar acerca de mettā» es una cosa, y «hacer mettā», proyectar enérgicamente el deseo-fuerza del amor benevolente, es otra bastante diferente.
Nota que sólo debe ser visualizada una persona viva, no una persona muerta. La razón de esto es que la persona muerta, habiendo cambiado de forma, estará fuera de foco para la proyección de mettā. El objeto de mettā es siempre un ser viviente, y el pensamiento-fuerza se volverá inefectivo si el objeto no está vivo.
Habiendo irradiado pensamientos de mettā en el orden ya mencionado –uno mismo, el profesor de meditación y las demás personas venerables–, debes ahora visualizar, uno por uno, a tus seres queridos, comenzando con los miembros de tu familia, inundando a cada uno con abundantes rayos de amor benevolente. La caridad comienza por casa: si no puedes amar a tu propia gente no podrás amar a otros.
Mientras esparces mettā hacia los miembros de tu propia familia, debes tener cuidado al pensar sobre alguien muy querido, como tu esposa o esposo, al final de este círculo. La razón de ello es que la intimidad entre marido y mujer introduce el elemento del amor mundano, el cual mancha a mettā. El amor espiritual debe ser el mismo hacia todos. Del mismo modo, si uno ha tenido un malentendido o pleito temporario con algún miembro de su familia o pariente, éste debería ser visualizado en una etapa posterior para evitar recordar el desagradable incidente.
Luego, debes visualizar personas neutrales, personas que ni te agraden ni desagraden, como vecinos, colegas del trabajo, conocidos, etc. Habiendo irradiado pensamientos de amor hacia cada uno en este círculo neutral, debes ahora visualizar personas hacia las cuales sientes desagrado, hostilidad o prejuicios, incluso aquellas con las cuales puedas haber tenido un malentendido temporario. Mientras visualizas a las personas que te desagradan, para cada una tienes que repetir mentalmente: «Yo no tengo hostilidad hacia él/ella, que él/ella no tenga ninguna hostilidad hacia mí. ¡Que él/ella sea feliz!»
De esta manera, mientras uno visualiza a las personas de los diferentes círculos, «rompe la barrera» causada por los gustos y las aversiones, el apego y el odio. Cuando uno es capaz de considerar a un enemigo sin malevolencia y con la misma dosis de buena voluntad que tiene para con un amigo muy querido, mettā, entonces, adquiere una imparcialidad suprema, elevando la mente hacia arriba y hacia fuera como en un movimiento en espiral de círculos expansivos hasta volverse ilimitada.
Por «visualización» entendemos «llamar a la mente» o hacer visible ciertos objetos, como una persona, un área, una dirección o una categoría de seres. En otras palabras significa imaginar a las personas hacia las cuales los pensamientos de amor tienen que ser proyectados o extendidos. Por ejemplo, imagina a tu padre, visualiza su rostro muy alegre y radiante y proyecta el pensamiento hacia la imagen visualizada diciendo mentalmente: «¡Que él sea feliz! ¡Que él esté libre de enfermedades o problemas! Que él goce de buena salud». Puedes usar cualquier pensamiento que promueva su bienestar.
Por «irradiación» entendemos, como fue explicado anteriormente, la proyección de ciertos pensamientos que promueven el bienestar de aquellas personas hacia las cuales dirigimos nuestra mente. Un pensamiento de mettā es un poderoso pensamiento-fuerza. Puede realmente realizar lo que ha sido deseado. Se complace en desear bienestar y, así, es acción creativa. De hecho, todo lo que el hombre ha creado en diferentes campos es el resultado de lo que él ha deseado, ya sea una ciudad o un proyecto hidroeléctrico, un cohete que va a la luna, un arma de destrucción o una obra maestra artística o literaria. La irradiación de pensamientos de mettā, también, es el desarrollo de un poder de voluntad que puede realizar lo que se desea. No es una rara experiencia ver enfermedades curadas o desgracias disueltas, incluso desde una gran distancia, por la aplicación del pensamiento-fuerza de mettā. Pero este pensamiento-fuerza tiene que ser generado de un modo muy específico y hábil, siguiendo cierta secuencia.
La fórmula para irradiar mettā que aquí es utilizada deriva del antiguo Paṭisambhidāmagga: «Que ellos estén libres de hostilidad, libres de aflicción, libres de angustia; que ellos vivan felices» (averā hontu, abyāpajjhā hontu, anighā hontu, sukhī attānaṃ pariharantu). El comentario explicativo de estos términos es muy significativo. «Libre de hostilidad» (avera) significa ausencia de hostilidad originada a causa de uno mismo o de otros, o a causa de uno mismo debido a otros o de otros debido a uno mismo u otros. Nuestra propia ira hacia nosotros mismos puede tomar la forma de autocompasión, remordimiento o una conmovedora sensación de culpa. Puede ser condicionada por la interacción con los demás. La hostilidad combina la ira y la enemistad. «Libre de aflicción» (abyāpajjha) significa ausencia de dolor o sufrimiento físico. «Libre de angustia» (anigha) significa ausencia de sufrimiento mental, congoja o ansiedad, que a menudo resulta en hostilidad o aflicción corporal. Es sólo cuando uno está libre de hostilidad, aflicción y angustia que «vive feliz», es decir, se conduce a sí mismo con soltura y felicidad. De este modo, todos estos términos están interconectados.
Por «orden» entendemos visualizar objetos, uno después del otro, tomando el camino de menor resistencia, en una secuencia gradual que expande progresivamente el círculo y, con ello, la mente misma. El Visuddhimagga es enfático acerca de este orden. Según Ācariya Buddhaghosa uno tiene que comenzar la meditación de mettā visualizándose a sí mismo y, posteriormente, a una persona por la cual uno tenga veneración, a continuación a los seres queridos, luego a la gente neutral, después a las personas hostiles. Mientras uno irradia pensamientos de amor en este orden, la mente rompe todas las barreras entre uno mismo, alguien a quien respetamos, los seres queridos, las personas neutrales y las personas hostiles. Todos llegan a ser vistos como iguales con los ojos del amor benevolente.
En el Visuddhimagga, Ācariya Buddhaghosa da una analogía muy apropiada sobre romper barreras: «Supone que unos bandidos se acercan hasta donde un meditador está sentado junto a una persona que respeta, una persona amada, una neutral y una hostil o malvada y demandan, ‘Amigos, queremos a uno de ustedes con el propósito de ofrecer un sacrificio humano’. Si el meditador piensa, ‘Que se lleven a éste o aquel’, no está superando las barreras. E incluso si piensa, ‘Que no se lleven a ninguno de ellos, que me lleven a mí’, aún así no está superando las barreras ya que busca su propio perjuicio, y la meditación de mettā significa el bienestar de todos. Pero cuando él no ve la necesidad de que alguien sea entregado a los bandidos y proyecta el pensamiento de amor hacia todos, incluyendo a los bandidos, es entonces que estaría rompiendo las barreras.»
— Método 2 —
El primer método para la práctica de la meditación de mettā emplea la proyección de pensamientos de amor hacia individuos específicos en orden de creciente lejanía con respecto a uno. El segundo método presenta una modalidad «impersonal» de irradiar mettā que hace a la mente ilimitada, como sugiere el término pāḷi «mettā-cetovimutti», «la liberación de la mente a través del amor universal». La mente no liberada está presa entre paredes de egocentrismo, codicia, odio, ilusión, envidia y miseria. Mientras la mente se encuentra en posesión de estos impuros y limitantes factores mentales, permanece embotada y aprisionada. Mettā libera la mente cortando dichas ataduras, y la mente liberada crece naturalmente ilimitada e inmensurable. Así como la tierra no puede quedarse «sin tierra», la mente de mettā no puede ser limitada.
Después de completar la irradiación de mettā hacia las personas seleccionadas, cuando la mente rompe las barreras existentes entre uno mismo y alguien a quien respetamos, los seres queridos, amigos, personas neutras y hostiles, el meditador ahora se embarca en la gran travesía de la irradiación impersonal, como un valeroso barco navegando a través del vasto e inconmensurable océano, conservando, no obstante, su ruta y su objetivo. La técnica es la siguiente.
Imagina a las personas que residen en tu casa como si formaran un conjunto, entonces abraza a todos ellos en tu corazón irradiando pensamientos de mettā: «Que todos aquellos que habitan en esta casa estén libres de hostilidad, libres de aflicción, libres de angustia; que todos vivan felices». Habiendo visualizado tu propia casa de esta manera, debes ahora visualizar la casa contigua y todos sus residentes, y luego la próxima casa, y la siguiente, y así sucesivamente hasta que todas las casas en esa calle sean cubiertas de la misma forma por un amor benevolente ilimitado. Luego el meditador tiene que dedicarse a la próxima calle, y a la siguiente, hasta cubrir todo el vecindario. Después, extensión por extensión, en una misma dirección, debe ser visualizada claramente e inundada con rayos de mettā en abundante medida. De esta forma hay que cubrir el pueblo o la ciudad entera; luego hay que cubrir el distrito y todo el estado con pensamientos de mettā.
Posteriormente debes visualizar estado tras estado, comenzando por el tuyo propio, luego el resto de los estados en las diferentes direcciones: este, sur, oeste y norte. Así, debes cubrir la totalidad de tu país, visualizando geográficamente la gente de dichas tierras sin distinción de clase, raza, secta o religión. Piensa: «¡Que todos en estas tierras vivan en paz y bienestar! ¡Que no haya guerras, ni disputas, ni desgracias, ni enfermedades! Resplandecientes de amistad y buena fortuna, de compasión y sabiduría, que todos en este gran país gocen de paz y plenitud».
Ahora debes cubrir todo el continente, país por país, en todas las direcciones, este, sur, oeste y norte. Imaginando geográficamente cada país y su gente de acuerdo con sus apariencias, debes irradiar en abundante medida pensamientos de mettā: «¡Que ellos sean felices! ¡Que no haya disputas ni discordia! ¡Que la buena voluntad y la comprensión prevalezcan! ¡Que la paz sea con todos!»
Después tienes que dedicarte a todos los continentes –África, Asia, Australia, Europa, América del Norte y del Sur– visualizando país por país y pueblo por pueblo, abarcando el globo en su totalidad. Imagínate a ti mismo en un punto particular del globo y, entonces, proyecta poderosos rayos de mettā envolviendo una dirección del globo, luego la siguiente, luego otra y así sucesivamente hasta que el globo entero esté inundado y envuelto completamente por cálidos pensamientos de amor universal.
Debes ahora proyectar en la inmensidad del espacio poderosos rayos de mettā hacia todos los seres que viven en otras dimensiones, primero en las cuatro direcciones cardinales –este, sur, oeste y norte–, luego en las direcciones intermedias –noreste, sureste, suroeste, noroeste– y después hacia arriba y hacia abajo, cubriendo las diez direcciones con abundantes e inmensurables pensamientos de amor universal.
Acharya Buddharakkhita, «Mettā – The Philosophy & Practice of Universal Love», The Wheel Publication N° 365/366, Buddhist Publication Society, Kandy, 1989. © 1989 by Acharya Buddharakkhita. Traducción y notas: Alejandro Ponce de León, Buenos Aires, 2000. Corrección: María Isabel Zapico. Revisión: 09-Abr-2006.
Fuente: http://appamadanet.webs.com