Conviene elegir modelos sin relación con la explotación y la contaminación. El diminutivo de andar por casa no se lleva bien con la grandiosidad del negocio de las zapatillas deportivas. El marketing de las grandes marcas ha conseguido imponerlas como prendas de moda, que son vendidas a precios muy alejados de lo que realmente les cuesta la fabricación. Por Claudina Navarro y Manuel Núñez
Gastan fortunas en anuncios televisivos de presupuesto cinematográfico, con estrellas del deporte como protagonistas. De alguna manera, los consumidores sienten, al calzarse el último modelo, que incorpora la potencia y la presencia de los grandes atletas. Bajo el influjo de esta magia, quizá se olvide que la mayoría de las modelos se producen en China y otros países asiáticos, donde un trabajador cobra en un mes lo mismo que en Europa se paga por un par de las zapatillas que fabrica. Aunque las condiciones de trabajo han mejorado gracias a la presión de las organizaciones no gubernamentales, la fabricación de zapatillas sigue estando relacionada con la explotación laboral y la contaminación del entorno.
Caer en la trampa de las marcas sería comprensible si al menos ofrecieran productos de calidad. Se invierte en diseño, pero los materiales dejan mucho que desear. El PVC (policloruro de vinilo), derivado del petróleo, cargado de disruptores hormonales y fuente de dioxinas cancerígenas, es omnipresente. El cuero, que puede proceder de canguros cazados furtivamente en Australia, se curte con metales pesados como el cromo o el cadmio. La goma se obtiene por la vulcanización del caucho, que puede liberar nitrosaminas cancerígenas en el ambiente. Y para unir las distintas partes se emplean colas con compuestos volátiles perjudiciales para la salud.
Sin información fiable
Para el consumidor no resulta fácil conocer el impacto social y ambiental de unas zapatillas. Las certificaciones independientes deberían ayudar a distinguir los modelos aceptables. Sin embargo, ningún fabricante se ha adherido todavía a los criterios exigidos para la concesión de la etiqueta ecológica de la Unión Europea. Ésta no garantiza que la zapatilla sea perfecta desde el punto de vista de la salud y del impacto ambiental, pero sí que cumple unos estándares de producción más exigentes que la competencia.
La alternativa es buscar fabricantes concienciados que expliquen el origen de los materiales, sus métodos de producción y las condiciones laborales. El Naturalista, Patagonia o Veja son algunas marcas con preocupaciones ambientales y sociales. Los fabricantes artesanales locales ahorran costos de transporte y favorecen las economías regionales. Por último, algunas marcas como Adidas o Converse, fabrican modelos para el consumidor más verde.
Calzado para casi toda la vida
-En los pies se encuentran los sistemas mecánicos más complejos del cuerpo. Por eso, el criterio principal a la hora de adquirir un zapato es la ergonomía y la comodidad. Una buena zapatilla tiene que ser flexible, transpirable y adaptarse a la forma del pie, sin apretar ni rozar.
-Antes de comprar unas zapatillas, pensemos si realmente las necesitamos, si no existe una alternativa de elaboración más simple o si no es posible reparar nuestro calzado viejo. Las zapatillas elaboradas con caucho natural, fibras vegetales y colas de base acuosa son óptimas.
-Para que duren más, hay que dejar que se sequen bien después de usarlas. Si están confeccionadas con materiales no transpirables se desaconseja llevarlas dos días seguidos.
Fuente: www.larevistaintegral.com