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Japón: arte cultual y cultural en el Museo Oriental de Valladolid

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cipango.gifEn el antiguo conjunto de templos de Nikko, – construido a principios del siglo XVII como mausoleo del shogun Ieyasu-, se encuentra una de las imágenes del Japón más conocidas en Occidente. Me refiero a “Los tres monos de Nikko” que se encuentran esculpidos en el edificio del “Establo Sagrado” donde se guardaban los caballos que eran usados en ocasiones ceremoniales.
Aunque su significado originario habla de la sabiduría de “no ver, ni oír, ni hablar nada malo”, podría ser también una parábola de nuestro mundo occidental, en el que parece que todo aquello que se relaciona con el culto y la religión es mejor ignorarlo. Pero esto es querer negar la evidencia. Tanto en Oriente como en Occidente las religiones han sido un factor generador de arte y cultura de primer orden. Lo cultural y lo cultural han ido de la mano.

I.- El sintoísmo, la “vía de los Kami”

La tradición popular originaria del Japón ha sido denominada con el término de “sinto”. Esta palabra fue acuñada en el siglo VI d. C. de la unión de la palabra china “shen” (ser divino) y “dao” (vía). La denominación japonesa originaria de este “Corpus” de creencias es, sin embargo, “Kami no michi” o “Kannagara no michi” que significa “ la vía de los Kami” o “la vía en acuerdo con los Kami”.
Los “Kami” son potencias sagradas presentes en todas las partes del cosmos – montañas, rocas, árboles, manantiales, y otros fenómenos naturales-, venerados sobre todo en el interior de los santuarios o “ninja”.

Motoori Noriega (1730-1801) afirma que “en teoría, seres humanos, pájaros, animales, plantas, montañas, océanos, pueden todos ser considerados “Kami”. Según el uso antiguo, cualquier cosa que estuviera fuera de lo ordinario, produjese un temor reverencial o fuese majestuosa e impresionante, venía llamada “Kami”.
Existen innumerables “Kami”, subdivididos en celestes y terrestres. Los más importantes son los creadores Izanami e Izanagi, y el Kami del sol, Amaterasu.
Desde el siglo VI comenzó la fusión entre el culto a los “Kami” y elementos del budismo, confucianismo y taoísmo que venían de China, para acabar creándose la religión sintoísta, basada en la veneración de los “Kami”.
A partir de este entorno, el sintoísmo ha consistido en dos tradiciones independientes: la popular y la política. La primera permaneció como un culto local basado en imágenes de los “Kami”, mientras que el sintoísmo político, con sus rituales y sacerdotes, servía para legitimar a los gobernantes japoneses.

En Japón, la gente puede escoger entre unos ochenta mil santuarios para venerar y dar culto a los “Kami”. Pasado el arco de ingreso o “torii”, las características típicas del interior del recinto son: un pilón para los lavados rituales; una estructura abierta, a un lado, donde los visitantes pueden colgar los “ema”(tablillas de madera) en las que se escriben las peticiones y oraciones; una plataforma elevada y cubierta (haiden) donde pueden hacerse las ofrendas y peticiones a los “Kami” y un “honden”, el edificio central, que alberga un objeto sagrado, como un espejo, en el que se cree que residen los “Kami”.

Visitando Japón se podrá constatar cómo esta fe sintoísta impregna la vida de la gente. De ella derivan hermosas obras de arte, así como la gran veneración que todos los japoneses sienten hacia la naturaleza.

II.- El budismo, el “camino de Buda”

El budismo se introdujo por primera vez en Japón en el año 522, en su versión Mahayana o del Gran Vehículo. Más tarde, en el 552, el rey coreano de Kudara, Syong Myong, envió estatuas y sutras budistas al rey japonés Kimmei. Favorecido por el emperador Shotoku (574-622) esta nueva religión extranjera se difundió por todo el Japón. Durante su reinado fueron construidos templos y monasterios. En la corte, el propio emperador enseñaba los “sutras” o libros sagrados y, entre ellos, de modo particular “El Sutra de Loto”, que después influiría en gran medida en el budismo japonés.
En Japón el budismo se ha dividido en muchas escuelas, que han convivido pacíficamente con el sintoísmo, favorecidos por el carácter sincrético del japonés. Entre las más importantes se encuentran: Tendai, Shingon, Escuela de la Tierra Pura, Zen, Nichiren o del Sutra de Loto y Soka Gakkai.

La vida concreta del budismo está fundada y se desarrolla en sus prácticas sobre una doble categoría de discípulos de Buda: los monjes y los laicos. Para unos y para otros lo fundamental son los “tres tesoros”: Buda, su doctrina y la comunidad.
Actualmente cerca de las tres cuartas partes de la población japonesa son budistas, aunque muchos de ellos, en casa, veneran el espíritu divino (Kami) de los sintoístas.
Hoy como ayer los templos y monasterios del Japón siguen siendo no solamente centros de culto, sino también focos de cultura. Esto no sólo debido a las obras de arte que atesoran, sino también porque son centros de creación y difusión de distintas artes; caligrafía, pintura, tiro con arco, ceremonia del té,…

III.- Cristianismo en Japón

La introducción del cristianismo en Japón fue realizada en 1549 por el intrépido jesuita español S. Francisco Javier. Tras unos meses en la región de Satsuma –donde consiguió convertir a 159 japoneses-, viajó a Kyoto, cuando estaba en el poder Oda Nobunaga. Éste acogió benévolamente a los cristianos y los protegió. Los jesuitas hicieron grandes progresos. Cuando S. Francisco regresó a la India en 1551 las misiones cristianas estaban ya bien establecido. Años más tarde, en 1571 existían ya 30.000 cristianos japoneses. Diez años después serían 150.000 y tenían ya 200 iglesias.
En 1586 el papa Sixto V autorizó a los franciscanos a evangelizar también en Japón. Posteriormente se irán estableciendo también misioneros de otras órdenes religiosas, como agustinos, dominicos, etc.

A partir de 1597, con la crucifixión de 26 cristianos en Nagasaki inician las persecuciones. En 1620 entra en vigor otro decreto de supresión del cristianismo. En los años siguientes, hasta 1626 se considera que sufrieron el martirio – prefiriendo morir antes que renegar de su fe-, 3.125 cristianos japoneses y 70 misioneros europeos. Tras la batalla de Shimabara de 1637 el cristianismo estaría destinado a subsistir en la clandestinidad. Sólo en 1873 terminarán oficialmente las persecuciones.

A finales del siglo XIX las conversiones al cristianismo fueron muy abundantes, aunque, posteriormente, este ritmo disminuyó. Hoy día el cristianismo sigue siendo en Japón una religión minoritaria, con un 0’8 % de la población. No obstante, sus instituciones educativas, caritativas y hospitalarias son muy valoradas por los japoneses.

Aun siendo una fe practicada por un reducido número de personas, el cristianismo promovió obras de escultura, pintura, laca, bronce, ornamentos litúrgicos, campanas,… que constituyen el llamado “arte namban”, muy valoradas tanto en Japón como en Occidente.

IV.- Arte cultual del Japón en el Museo Oriental

El Museo Oriental del Real Colegio de PP. Agustinos de Valladolid – con sus 18 salas de arte chino, filipino y japonés-, constituye la mejor colección de arte del Extremo Oriente existente en España (más información en: www.museo-oriental.es)
Sus fondos del Japón lo forman más de 2.000 obras de los periodos Momoyama (1573-1603) Edo (1603-1868) y Meiji (1868-1912) de las que se exponen una selección. Entre ellas se encuentran diversas piezas inspiradas tanto en el sintoísmo y budismo, como en el cristianismo.
Entre las obras sintoístas se muestran los grabados “ukiyo-e” con las divinidades creadoras Izanagi e Izanami y la Diosa del Sol, Amaterasu, realizados por los artistas Gekko y Kunisada en el siglo XIX. Les acompaña la vigorosa escultura de bronce de su hermano Suzano no Mikoto, Dios del Mar. Bronces del periodo Meiji (1868-1912) son también los famosos “Siete Dioses de la Buena Fortuna” o “Shichi Fukujin”, todos ellos muy populares, entre los que se encuentran el obeso y sonriente Hotei, así como los populares Ebisu, con su pez y Daikoku sobre los sacos de arroz.

Centro del culto familiar sintoísta era el “kamidana” o “altar de los Kami”, como el expuesto, ante el que se hacían ofrendas a los espíritus de los familiares antepasados.
Numerosas son las obras del periodo Edo (1603-1868) inspiradas en el budismo, entre las que están representadas las distintas categorías en las que se suele dividir este panteón religioso: Budas, Bodhisatvas, Reyes de la Ciencia o Myo-o, Divinidades o Tenbu, Apariciones circunstanciales y Patriarcas del budismo.
Muy venerado por las escuelas budistas Tendai y Shingon era la imagen del benevolente Jizo. El ejemplar del Museo Oriental, del siglo XVIII es muy singular. Lleva un niño en brazos. Con esto queda patentemente expresado el hecho de que él es el protector de los niños, así como de las almas de aquellos que no llegaron a nacer.

Destaca un extraordinario “Butsudan” o “Altar de Buda”, del siglo XVIII, que perteneció a algún miembro de la importante familia feudal del “daymio” Naomasa Ii. Era el centro del culto familiar. Ante este altar era habitual hacer ofrendas simbólicas de las primicias de la cosecha, la paga mensual o incluso de algún don que se había recibido. Diariamente se depositaban ante él, arroz, agua y flores.
Entre las obras de inspiración cristiana que se exponen en el Museo Oriental podemos destacar tres de ellas. En primer lugar un atril “namban” del periodo Momoyama (1573-1603) utilizado para colocar el misal en las celebraciones litúrgicas cristianas.

Muy particular es “La Cruz de Amida”, un bronce del siglo XVIII. Durante las persecuciones anticristianas que tuvieron lugar en Japón durante el periodo Edo, algunos cristianos – con el fin de no parecer sospechosos-, fomentaron la creación de imágenes de Amida, colocaban sobre una cruz, en el lugar que, normalmente, ocupaba la efigie de Cristo.
Citamos en tercer lugar la porcelana “blanco de China” del siglo XVII del personaje budista Guanyin, como portadora de hijos. A este tipo de imágenes se les dio culto en Japón – durante el periodo de persecución del cristianismo entre 1587 y 1873— al
considerarlas como una representación de la Virgen María.
Todo lo anteriormente escrito nos muestra cómo el culto a las divinidades, santos y patriarcas de las diversas religiones creo un arte y cultura incomparable que todavía pervive hoy.

El pequeño oriente castellano

Escultura japonesa en el Museo Oriental de Valladolid


Blas Sierra de la Calle, Cipango, La isla de oro que buscaba Colón (Valladolid, Caja España 2006); Japón. Arte Edo y Meiji (Valladolid 2002); Japón Obras selectas del Museo Oriental (Valladolid 2004).

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/

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