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Consejos para padres budistas – Parte 2

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dialogar-padre-e-hijos2_250_x_375_.gif5. Habla con tus hijos

Habrá quien diga que este punto debería dirigirse más a los padres que a las madres, pero yo no voy a hacer tal distinción. Es muy importante, si son ustedes padres, que hablen con sus hijos. Conversen con ellos seriamente –no les hablen como a inferiores. Si te hacen una pregunta, tómala en serio. Si así lo haces, quizás te sorprenda lo difícil que es responderla. Incluso los niños pequeños son inteligentes y perceptivos y pueden salirte con preguntas un tanto extraordinarias a veces.

Uno de los recuerdos más felices de mi propia infancia -hacia finales de los años veinte y principio de los treinta- es mi padre pasando tiempo hablando conmigo. A las seis o las siete, él volvía del trabajo –cuando tenía trabajo, pues aquellos eran tiempos de desempleo- y venía a mi habitación. Yo estaba ya acostado, se sentaba sobre la cama y hablaba conmigo por media hora o por una hora. Mi madre a veces se impacientaba porque tenía la cena preparada y se estaba enfriando, pero a él le interesaba más hablar conmigo. Solía hablar de todo tipo de cosas, particularmente de sus experiencias del tiempo de la guerra –él fue herido de gravedad en la Primera Guerra Mundial, que hacía pocos años que había terminado. No solamente mi padre hablaba conmigo; a mi, conforme me hice mayor, siempre me resultó muy fácil hablar con él.

Luego, hablen con sus hijos. Compartan sus pensamientos serios con ellos, en la medida que sean capaces de entenderlos. Eso quiere decir encontrar tiempo para pasarlo con ellos. No estén tan ocupados que no puedan hablar con sus hijos. Incluso, reserva tiempo, si estás muy ocupado, igual que lo reservarías para ver a un amigo. Por supuesto, no es que tengas que sentarlos delante de ti y decirles “Venga, vamos a hablar un ratito”. Los tendrás que coger en el momento oportuno. No siempre tendrán ganas de hablar cuando tú tengas tiempo.

6. Restringe la televisión

Es difícil, por no decir imposible, mantener un estado mental claro y positivo –mantener la atención consciente, diría el budista- al menos que hagas algo que limite la medida en que absorbes todo el estimulante bombardeo de información de la vida moderna. Y, por supuesto, hoy en día mucho de este viene de la televisión. Hay un gran debate en marcha sobre si hay o no una conexión causal entre la violencia tal y como se ve en la televisión y la violencia en el hogar y en las calles. Algunos expertos dicen que no hay una conexión real, otros que si que la hay y a la persona corriente le es muy difícil saber la verdad del asunto.

Pero desde el punto de vista budista podemos estar seguros de una cosa: Resulte o no en violencia real, la violencia vista en televisión ciertamente no mejora el estado mental del espectador. Pasar varias horas cada semana, o incluso cada día, viendo programas cuyo contenido es en gran medida violento, sólo será en perjuicio del estado mental, ya sea uno adulto o un niño receptivo y susceptible.

Habrá quien diga que los niños tienen derechos, incluido el derecho de ver la televisión cuando les plazca. Pero como ya he mencionado en otra ocasión, pienso que es mejor no expresarse con el lenguaje de los derechos, sino, en su lugar, pensar en términos de deberes. Los padres –y los padres budistas en particular- tienen el deber de restringir lo que ven sus hijos la televisión.

La restricción no sólo ha de aplicarse a lo que ven, sino también al tiempo que pasan sentados frente al televisor. En estudios se ha demostrado que muchos niños en Occidente padecen de obesidad. Esto, en parte, es debido a dietas insanas –el tema de mi siguiente punto- pero también a que no hacen suficiente ejercicio. Y no hacen suficiente ejercicio porque, según parece, es más interesante apalancarse frente al televisor. Experimentos han mostrado que ver la televisión también perjudica a la imaginación –esencialmente, mientras uno recibe pasivamente lo que los productores de televisión deciden presentar, simplemente no tiene que hacer uso de su propia imaginación.

Restringir ver la televisión será, por supuesto, difícil. Una madre budista que conozco dice que sus hijos sentían que se les privaba de algo por no tener televisor en casa, pues les hacia sentirse diferentes a todos los demás niños en la escuela, ya que no podían participar en discusiones sobre lo que los demás habían visto la noche anterior. Al final, la madre, si bien poco dispuesta, tuvo que ceder a su continua insistencia, aunque consiguió restringir en cierta medida lo que veían la televisión. Obviamente, operan en esto cuestiones potentes. No obstante, uno ha de mantenerse firme en este asunto.

nino_comiendo_verduras_2_250_x_363_.gif7. Que sus niños lleven una dieta sana

Este punto podría parecer obvio, pero, de nuevo, las condiciones actuales están en contra. Viviendo en la ciudad, como yo vivo, y manteniendo los ojos bien abiertos, una de las cosas que se ve es niños comiendo por la calle. Por supuesto, lo que comen normalmente es comida basura: Chocolate, helados, hamburguesas y patatas fritas. Los padres deben hacer lo que puedan para combatir esta costumbre tan corriente. No hay necesidad de seguir las últimas tendencias dietéticas o ser fanáticos, como lo éramos en los años sesenta cuando todos seguíamos la dieta macrobiótica. Pero quien cocine en la familia deberá tratar de darle una dieta equilibrada y hacer que se desista de los snacks entre comidas.

Debemos, por supuesto, procurar que nuestros hijos no fumen. Otra cosa que he notado cuando voy por la calle es que muchos niños en edad escolar fuman. Los veo cuando salen de la escuela –no tendrán más de doce o trece años- sacar el paquete de cigarrillos y encender uno. Luego, de nuevo, los padres budistas deben mantenerse firmes con sus hijos cuando estos llegan a esa edad en particular.

Esto era muy distinto cuando yo era niño. Ni siquiera se me había ocurrido fumar a esa edad, pero cuando cumplí los dieciséis años mi padre me dijo: “hijo, tienes dieciséis años. Puedes fumar si quieres.” Sin embargo, no lo hice –no hasta que fui alistado en el ejército. Incluso entonces, fumé sólo durante poco tiempo, porque no me gustaba y no he fumado desde entonces. Es desalentador ver que chicos y chicas tan jóvenes han adquirido ya el hábito de fumar. Luego, por favor, trata de que tu hijo no fume –bueno no simplemente trates, impídeselo. Ejerce tu autoridad paternal, o maternal. Sé que tal autoridad ha sido hecha trizas hoy en día, pero los lastimosos trozos que te queden de ella, ejércelos en lo que en este punto nos concierne.

8. Socializa a tu hijo

Este es un punto sobre el que quiero insistir. Tus hijos no te pertenecen a ti sólo. No son simplemente miembros de tu familia. Ellos son, o serán, miembros de la sociedad, parte de una comunidad más amplia, y han de ser educados, incluso entrenados, de modo que puedan funcionar de un modo positivo como miembros de la sociedad. De nuevo, esto trae consigo el ejercicio de cierta disciplina. Por ejemplo, los niños deben ser educados para que respeten la propiedad ajena y para que tengan en cuenta los sentimientos de los demás. De otro modo, lo pasarán muy mal en el mundo más adelante. Puede ser que tú aguantes rabietas, mal comportamiento y conducta desconsiderada, pero el mundo no aguantará tales cosas.

Luego socializa a tus hijos. No se los impongas a los demás. Se ve a padres hacer esto. Jaimito o Mari se están portando mal y siendo muy desconsiderados con otras personas, pero los padres sonríen con indulgencia –¡Ah! es así la pequeña, o el pequeño- y los demás deben aguantarlo y pensar que son una dulzura de niños. De hecho, los demás es mucho más probable que piensen “que crío más espantoso”.

La buena educación no está de moda hoy en día, asociada como está con valores burgueses, con la educación de la clase media y todo ese tipo de cosas; la tendencia es a tirar “el bebé” de la buena educación “con el agua sucia del baño” de la moda sociológica. Pero tenemos que hacer lo que podamos para recuperar al “bebe”. Investigaciones recientes han identificado una relación definitiva entre la mala educación y la delincuencia juvenil, lo que sugiere que la parte de la socialización que consiste en inculcarles a los niños buena educación no ha de ser subestimada.

9. No sean posesivos

Por supuesto, tu hijo es tu hijo, con todo lo que eso quiere decir y eres por cierto tiempo responsable legalmente por él, o ella. Pero trata de no pensar “es mi hijo”. No desarrolles la actitud de que nadie tiene porque hablar a tu hijo ni regañarle si se está portando mal. En una comunidad sana y positiva cualquier adulto podrá regañar a cualquier niño que se esté portando mal donde sea. Desafortunadamente, en la sociedad occidental esto no es actualmente posible. En la India uno ve que ocurre esto, pero en Occidente las personas parecen resentirse de que alguien se entrometa, como ellos lo llaman, en el comportamiento de sus hijos.

Los padres budistas, obviamente, no deben tener este tipo de actitud, en parte, porque como budistas intentamos no tener apegos, o como mínimo reducir nuestros apegos, y, en parte, porque los padres budistas forman parte de la Sangha budista. No debe importarte que un compañero budista considere apropiado llamar la atención a tu hijo por alguna falta al buen comportamiento. Si tu hijo va al centro budista contigo y, mientras tú estás ocupado haciendo alguna cosa, él está alborotando por allí, cualquier compañero budista debe poder decir “venga, Toni, deja de hacer ruido” sin que te resientas ni te sientas ofendido.

Un aspecto muy importante de no ser posesivos es dejar que tus hijos se vayan cuando llega la hora de que dejen el nido de los padres atrás y marchen hacia el mundo exterior. Debes de haberlos educado de tal modo que puedan marcharse libremente, fácilmente, sin sentimientos de culpa y con confianza. Y tú habrás de sentirte, si bien algo triste -lo que es inevitable- bastante complacido y contento e incluso, quizás lo admitas, un tanto aliviado de ver que se van, sintiéndote además preparado para que tu relación con ellos pase a tener otras bases.

Hay un verso muy interesante sobre este tema en la obra hindú titulada Manusmriti. El verso hace referencia al padre y al hijo, pero es aplicable a la relación de padres y madres con sus hijos. Dice así: Cuando tu hijo tenga dieciséis años, deja de verlo como a un hijo y trátalo como a un amigo. Esto, por supuesto, se vuelve mucho más factible cuando el hijo deja la casa. Cuando tu hijo o hija vaya a visitarte, trata de no verlos como a los hijos que vuelven al nido buscando alguna comodidad, trata de verlos como a buenos amigos que vienen a casa para conversar.

10. Enseñen a sus niños a hablar debidamente

A veces cuando voy por ahí y oigo hablar a la gente –no sólo a los niños, sino a los adultos también- me asombra la extrema pobreza de su vocabulario. Los estándares parecen estar cayendo en lo tocante al lenguaje y a la comunicación verbal en general. Por consiguiente, es muy importante que a los niños se les anime a expandir su vocabulario y a hablar con corrección gramatical. El habla es el medio principal de comunicación entre nosotros; a no ser que lo dominemos seremos simplemente incapaces de comunicarnos más allá de un cierto nivel.

Asegúrate de que tus hijos crecen no solamente hablando, sino hablando realmente su idioma, hablando con corrección y elegancia, con atención a la gramática y al uso correcto de las palabras. No tengas miedo de corregirlos. Hay profesores que mantienen que a los niños no se les ha de corregir nunca, porque eso les socava la confianza propia, pero es una confianza propia muy débil la que puede ser socavada así. Si a uno no se le corrige, seguirá haciendo siempre errores, y esos errores se convierten en hábitos. Luego corrige a tus hijos cuando se les peguen expresiones incorrectas de amigos de la escuela y, por supuesto, cuando muestren cualquier tendencia al mal uso de la lengua.

El habla es algo tan maravilloso. Es una de las grandes creaciones de la raza humana. Debemos usarla, así como enseñar a que nuestros hijos la usen, tan completa, efectiva y bellamente como nos sea posible. Enseñar a nuestros hijos a que hablen bien les da acceso a algo que es verdaderamente muy precioso.


Fuentes: www.librosbudistas.com

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