La liberación: Nibbāna
Amadeo Solé-Leris & Abraham Vélez de Cea
Mucho se ha dicho y escrito sobre esa meta a la que nos conduce la Enseñanza del Buddha, ese Nibbāna [1] (o podemos decir, nirvāṇa, puesto que la forma sánscrita del término se ha naturalizado en la lengua española), pero poco o nada ayuda a comprenderlo. El problema consiste en que el Nibbāna es algo que pertenece a la categoría de la pura experiencia y no es reducible a las categorías lógicas y discursivas que utilizamos para razonar y comunicarnos. Es como tratar de explicar el sabor del azúcar, por ejemplo, a alguien que no lo ha gustado nunca. Por consiguiente, todo esfuerzo por conceptualizar el Nibbāna no sólo está de antemano condenado al fracaso, sino que no hace más que deformarlo, abriendo la puerta a interpretaciones arbitrarias condicionadas por el bagaje cultural o las convicciones religiosas de los que las formulan. Así tenemos las concepciones del Nirvāṇa como paraíso (a lo cristiano, o a lo islámico), como unión mística, como realización de la identidad ātman/brahman (según el Hinduismo), como la aniquilación total y definitiva (según el racionalismo materialista) y otras más.
Contrasta poderosamente con todo esto la actitud del mismo Buddha quien, absteniéndose de teorías y metafísicas especulativas, consideraba los supuestos «grandes temas» de la religión y la filosofía como cuestiones vanas, en las que la gente pierde un tiempo precioso que podría dedicar con mucho mayor provecho a la meditación para llegar a la visión cabal de la realidad [2]. Las cuestiones de la eternidad, de lo infinito, de si el arahant, el santo que ha conseguido el Nibbāna, perdura o no después de la muerte del organismo físico, todas estas y las demás de este género, decía el Maestro, no son más que opiniones, «la maraña… el yermo… el enredo… el lío… la traba de las opiniones» [3], y «el hombre común inculto» [4], o sea, el que no ha aprendido a percibir correctamente la realidad mediante la meditación, «no puede librarse del nacer, del envejecer, del morir, del pesar, del lamento, del dolor, de la aflicción y de la tribulación, no puede librarse del sufrimiento» [5].
He aquí lo que significa el Nibbāna: la liberación definitiva del sufrimiento. Esto no significa, ni mucho menos, acabar en una nada radical, como los que acusan al Buddha de nihilismo han querido ver. Se han apoyado para ello también en la etimología de la palabra, que se deriva de la combinación del prefijo negativo «nir» con la raíz «vā» (soplar), de modo que el Nirvāṇa o Nibbāna es el «dejar de soplar», o extinguirse, como un fuego cuando le falta el aire [6]. Para ver de qué modo el Buddha salió decididamente al paso de la interpretación nihilista [7], recurrimos a un texto procedente de otra de las colecciones del Canon Pāḷi, la Aṅguttara Nikāya, o «Colección de Sermones por Orden Numérico». Allí (Libro VIII, Sermón 12) el Buddha afirma categóricamente:
«Hay quien dice: ‘El monje Gotama es nihilista, predica la doctrina del aniquilamiento y la enseña a sus discípulos’. Pero lo que yo enseño es el aniquilamiento de la avidez, del odio y de la ofuscación, el aniquilamiento de la profusión de cosas malas y perjudiciales. Eso es lo que yo enseño, y es sólo en este sentido que puede decirse que ‘el monje Gotama predica la doctrina del aniquilamiento…’.»
Como decíamos, el Nibbāna es la liberación del sufrimiento inherente en la existencia (Primera Noble Verdad) mediante la eliminación del deseo y del apego (Segunda Noble Verdad) gracias a la percepción correcta de la realidad. Es una vivencia no reducible a conceptos o teorías, pero no por ello menos real y eficaz. El que vive el Nibbāna, la liberación, gracias a la visión cabal de la realidad, vive ya de otra manera aun las actividades o sucesos más corrientes. Es una vivencia, para decirlo de algún modo (y sin olvidar que aun aquí estamos conceptualizando lo no conceptualizable) que puede caracterizarse como una reestructuración y total integración de la psique, como la superación permanente de las estructuras psicomentales habituales. Un estado superior de la conciencia que se plasma en una actitud de suprema disponibilidad y apertura hacia el prójimo, en la plenitud de las que podemos llamar las cuatro virtudes cardinales del Buddhismo: la compasión, la alegría compartida, la benevolencia o amor universal y la perfecta ecuanimidad que es la base esencial de las otras tres [8].
Notas
[1] En lengua pāḷi.
[2] Véase la famosa parábola de la flecha envenenada, Majjhima Nikāya, 63.
[3] Majjhima Nikāya, 2.
[4] Majjhima Nikāya, 2.
[5] Majjhima Nikāya, 2.
[6] Se han propuesto etimologías alternativas. Una se deriva de la raíz «vr» (cubrir): el fuego cubierto, quedando privado de aire, se apaga. Otra etimología muy usada en los antiguos comentarios se deriva de «vana» (bosque): nir + vana = «sin bosque», o sea sin madera, sin combustible. En todos los casos, el sentido esencial es el mismo, un fuego (el fuego de la avidez y la aversión, del «querer» y del «no querer») que se extingue por falta de combustible o de oxígeno.
[7] Ver Majjhima Nikāya, 22.
[8] Los cuatro brahma-vihāras: karuṇā, muditā, mettā y upekkhā respectivamente.
Fuente: http://appamadanet.webs.com