La vía de los patriarcas
Sodô Yokoyama
Mi maestro Sawaki rôshi decía a menudo de si mismo: «Soy alguien eternamente extraviado. Nadie está mas en la ilusión que yo. Soy alguien extraviado con bonitos adornos. De ello soy completamente consciente cuando hago zazen.»
Que cosa tan rara es zazen. Cuando meditamos, ideas inoportunas, pensamientos fuera de lugar – brevemente, las ilusiones de las que están constituidos los seres ordinarios – parecen tener de repente una necesidad irreprimible de surgir y manifestarse. Surge además el deseo de expulsar estos pensamientos, un deseo irreprimible en el que ponemos toda nuestra energía. Aquellos que no hacen zazen no saben nada de todo esto. ¿Por qué continúan apareciendo las ilusiones, una tras otra, cuando practicamos? Aprendemos por zazen que cada uno de nosotros, sea príncipe o mendigo, no es mas que una persona ordinaria (extraviada). He aquí la razón. El esfuerzo por expulsar estas ilusiones – no siendo la ilusión más que un absurdo (va contra nuestra propia felicidad y la del otro) – de la misma manera se nos muestra completamente por zazen. Por convención llamamos «buda» esta meditación que nos guía de esa forma.
Según esta enseñanza simplemente ser consciente de estar extraviado, lo que proviene de la práctica de zazen, hace de ti, en realidad, un buda. Zazen nos enseña que también estamos extraviados y nos libra así de esta ilusión. Cuando practicamos zazen verdaderamente y miramos atentamente todo el surgir de las ilusiones, realizamos cuan ordinarios somos y que ridículo es estar orgulloso o envanecerse. No hay otra cosa que hacer que ocultarse tranquilamente. Después de todo, es eso lo que verdaderamente somos.
El satori [el despertar] significa despertarse al hecho de que estamos extraviados. Existe entonces el deseo, incluso ínfimo, de parar esas acciones ilusorias. Es de esta forma que la gente ordinaria se salva por zazen. Realizamos inmaculadamente nuestra banalidad por nuestra práctica de zazen. Todo incumplimiento al zazen (buda) nos volverá incapaces de abordar esas ilusiones y perderemos nuestro camino. Podemos decir que el mundo se extravía por no poder abordar sus ilusiones. Extraviarse significa vagar en los seis dominios del renacimiento. Todos los problemas del mundo, sean políticos, económicos, etc., provienen de situaciones en las que la conciencia de la propia banalidad no está presente.
Sawaki rôshi decía: «Desde un punto de vista religioso aquellos que no son conscientes de su banalidad son superficiales y cómicos.»
El demonio – que es ilusión –, cuando es reconocido como tal, no puede hacer uso de sus poderes y desaparece por si mismo.
Shâkyamuni se despertó inmaculadamente al hecho de que no era más que una persona ordinaria y se convirtió en un buda. Después comenzó a vivir la vida de un buda. Cuando realizáis vuestra banalidad, sois un buda y cuando sois un buda, poco importan las ideas fuera de lugar o los pensamientos inoportunos que aparecen, no constituyen ya la medida de un buda. De esa forma ya no son obstáculos. Las ilusiones que ya no son obstáculos se llaman fantasías. La vía del budismo – la vía de la paz – es la transformación de la ilusión en fantasía.
A pesar de que la unidad sea la cualidad del zen, numerosas cualidades coexisten en esta unidad. El zen es el rostro original de la vía universal. Es el rostro original de si mismo. Como decía mi maestro: «No había ilusión en el pasado, no hay despertar ahora. Es el rostro original de si mismo.» El satori no es necesario cuando no hay ilusión. Es por lo que mi maestro también decía: «No hay problema en no alcanzar el despertar. Aseguraros simplemente de no extraviaros. Si no os extraviáis, el rostro original ya está aquí. Por eso, permanecer tal como sois, sed vuestro yo actual tal como es.»
Resguardarse de los extravíos es hacer de la ilusión una fantasía. Poco importa la cantidad de pensamientos ilusorios desde el momento en que ya no son obstáculos. Es en este sentido que se dice en el zen: «No había ilusión en el pasado, no hay ilusión hoy.» En otras palabras, en el zazen no hay ilusión, ni despertar, ni extraviados, ni budas. Y es por esta razón, por la que desde siempre no hay ilusión, ni despertar, ni santo, ni pecador en el zazen que nosotros tenemos, shikantaza – tan solo sentarse. Puesto que no había ilusión en el pasado ni despertar ahora, no hay necesidad de buscar al buda, ni hay infierno o fracaso. Es por lo que nosotros tenemos fuertes expresiones, como: «Incluso si caigo en el infierno poco importa.» El gran maestro Sekitô (700-790) expresaba shikantaza de la siguiente manera: «Incluso si debo de hundirme para siempre, por ejemplo, en la ilusión, hago el voto de no buscar la salvación de los santos.» ¿Hay un buda o un infierno en el shikantaza? No hay mas que una sentada unificada y concentrada. Que grandiosa expresión utilizaba Sekitô para describir esto.
En el budismo sentarse con este tipo de energía espiritual se llama el justo esfuerzo. Dôgen habla de este justo esfuerzo como «nueve veces nueve hacen ochenta y dos». Si, desde el comienzo, hacéis el esfuerzo necesario para obtener ochenta y dos de nueve veces nueve, poco importa que aparezca la ilusión, ello no será un obstáculo.
El mismo Sekitô se expresaba según estas enseñanzas de una forma más dulce de la siguiente manera: «La blanca nube (la ilusión) no pone obstáculos al vasto cielo (zazen).» Y Dôgen decía: «El viento en los pinos suena en vano en las orejas de un sordo (el meditador).»
A pesar de que el viento en los pinos sople en vano en las orejas de un sordo (ochenta y dos), sopla. (Por numerosas que sean las pasiones, hago el voto de cortarlas). Como nuestras ilusiones no se interrumpen nunca, nuestra práctica de zazen tampoco se interrumpe. Si estamos decididos a hacer zazen, no solamente toda nuestra vida sino también en todas las innumerables vidas por venir, experimentaremos entonces un sentimiento de paz majestuosa…
Igualmente en el kendo no se trata tan solo de la práctica durante esta vida, sino también de la determinación de practicar a lo largo de innumerables vidas, lo que os da un sentimiento de paz majestuosa.
Volver al zazen que se convierte en shikantaza. «Zazen es una persona ordinaria que está siempre convirtiéndose en buda.» Aquí también alguien se convierte en buda en la medida que avanza en si mismo practicando una sentada activa. Si eso no es así la meditación será una dolorosa práctica ascética. Al zazen de convertirse en buda se le llama el método del zazen del apacible descanso. La práctica unificada es un apacible descanso.
Como la meditación consiste en convertiros en buda en vuestra condición ordinaria – tal como sois – eso no es tan solo «el buda que es únicamente el buda». Y como es una persona ordinaria la que se convierte en buda, no es tan solo una persona ordinaria. A pesar de que esto sea buda, esto no es buda. La esencia, o más bien debería decir el alcance de esto, es expresado por la enseñanza de «ni uno ni dos». Igualmente se habla simplemente de la enseñanza del no dos.
En términos budistas diríamos para el kendo: El kendo no es ni para uno ni para dos. Hay exactamente un esfuerzo total que es el apacible descanso – el satori. Si el kendo no es para uno ni para dos, ¿entonces para quien es? Es idéntico al zazen. La meditación no es ni para los budas ni para las personas ordinarias. ¿Para quien es entonces? Y sin embargo hay cierta cosa que es simplemente zazen. Es a partir de este punto de vista que tenemos shikantaza, el zazen que es tan solo sentarse. En términos budistas podríamos decir que el kendo es igualmente shikan kendo – tan solo kendo.
Mi maestro decía: «No escatiméis vuestro esfuerzo. Las personas tienen siempre cierta moderación cuando hacen un esfuerzo. Cuando escatimáis alguna cosa, poco importa lo que hagáis, vuestros esfuerzos se verán reducidos a nada. Escatimáis cuando decís «esto no esta bien» o «no lo puedo hacer».
Cuando decís «es esto» haciendo todo el esfuerzo para que nueve veces nueve sean ochenta y dos, nada os es imposible. Ya que nosotros, los seres humanos, en tanto que primates, suponemos poder hacer esfuerzos mas allá de nuestras capacidades habituales. En términos budistas diríamos que el secreto de aquel que se ha despertado al espíritu de buda depende de su voluntad de actuar…
En el budismo el esfuerzo diligente no está limitado a esta vida. Incluye la resolución de practicar a lo largo de vidas y muertes innumerables y por toda la eternidad. Yo también he de tener esta voluntad de practicar. Si soy capaz de una resolución así, un sentimiento trascendente de paz resultará de ello. Ya que este espíritu apacible y el despertar son idénticos, no es una cuestión de estar despierto a alguna cosa, sino más bien la decisión de practicar la vía de buda con el esfuerzo exacto – obtener ochenta y dos haciendo nueve veces nueve – y por toda la eternidad. Si soy capaz de esta decisión yo mismo me vuelvo eterno. Así el satori, el espíritu apaciguado, significa convertirse en uno con la eternidad – la eternidad vasta y sin límites.
Cuando nueve veces nueve hacen ochenta y uno se plantea una limitación. Si alguna cosa posee limitaciones visibles es limitada. Si en kendo decís: «si alcanzáis tal nivel estáis en buena forma», limitáis el kendo. Aun mas, si os satisfacéis de ser el número uno de Japón en un gran encuentro muy aplaudido, estáis después de todo limitado, incluso si ello parece una hazaña. Para liberar el kendo de sus límites no se debe practicar únicamente durante toda la vida sino también por toda la eternidad. Si practicáis de esta manera el kendo, como el budismo ilimitado, pierde sus límites. Si es un kendo ilimitado, incluso un niño que sostiene un sable de bambú por primera vez practica un kendo ilimitado. Y puesto que zazen es eterno, zazen es ilimitado, lo mismo ocurre con alguien que se sienta por primera vez. Esto no es una práctica limitada por la afirmación de que debe ser practicada durante años. El único satori que es eficaz, si puede utilizarse este término, es el zazen eterno e ilimitado que es practicado y que jamás es abandonado ni descuidado. Todas las actividades o cosas que sienten el satori no valen nada. Cuando estudiáis el budismo y queréis obtener tal o cual cosa, queréis convertiros en esto o aquello, imponéis un límite. No es esta la vía del buda ilimitado.
Verdaderamente espero estar dispuesto a hacer el esfuerzo necesario y tomar la decisión de practicar esta vía del buda ilimitado. Si debo poner un límite a esta práctica, sería este la decisión de practicar eternamente. Ya que se trata de la decisión de una práctica verdadera de zazen, ¿por qué no haríais de esta resolución el límite de vuestra práctica del kendo? Es un límite sin límites.
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Biografía de Sodô Yokoyama
Biografía de Kodo Sawaki
Fuente: huellaszen.blogspot.com