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Camino a la felicidad

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Diversas filosofías, incluyendo el budismo, nos sugieren emprender una travesía que vaya más allá del coleccionismo geográfico y en donde tomarse una selfie no sea el único fin.
 
Mi primer contacto con el budismo fue, por azar o destino, a los 14 años. Desde entonces me ha servido como un complemento importante para la vida cotidiana.
 
Incluso he tenido la oportunidad de vivir en diversos monasterios budistas del sureste de Asia y recibir instrucción de grandes maestros provenientes de Nepal, India y, sobre todo, Bután.
 
El pequeño reino de Bután está enclavado en la cordillera del Himalaya. Su población es menor a los 800 mil habitantes y abrió sus puertas a los extranjeros hasta finales de los años 50. El budismo, por otra parte, ya había encontrado ahí su camino desde el siglo 8. La leyenda local y las escrituras budistas señalan que fue “sobre el lomo de una tigresa que volaba en la forma de Gurú Padmasambhava”, uno de los seres iluminados más importantes. Por ello los sitios históricos en donde vivió, predicó y practicó se consideran sagrados y deben ser visitados. Además se han mantenido intactos por siglos y su contexto natural es sublime.
 
Creo que Bután debe estar dentro de la lista de destinos por visitar de cualquier viajero, le interese o no el budismo, fundado seis siglos antes del nacimiento de Cristo. Es una doctrina sin la creencia de un Dios creador. Su finalidad es reconocer el potencial que cada uno tiene para vivir libre del sufrimiento y comprender su verdadera naturaleza. Hay tres grandes escuelas en el budismo, y cada una sugiere diversos medios para lograr dicha liberación. Pero todas comparten la que sin duda es mi práctica favorita: el Pad Yatra.
 
“Históricamente el Pad Yatra se originó cuando el Buda dijo: hijos e hijas mías, en el futuro la gente pondrá en duda mis enseñanzas y dudará de mi existencia, entonces deben visitar los sitios sagrados”, me comparte con su característica sonrisa y su sabiduría S.E. Gyalwa Dokhampa, líder del linaje Khamtrul y promotor del Pad Yatra como un entrenamiento para reconocer la naturaleza de nuestra mente.
 
Así pues, el Pad Yatra es un peregrinaje a sitios considerados sagrados, ya sea una basílica, una mezquita o un templo budista.
 
El viaje que guía Su Eminencia es una experiencia al corazón de Bután y de nuestra propia existencia:
 
“Durante 10 días sólo tenemos lo que podemos cargar en nuestras espaldas, caminamos todo el día para visitar algunos de los sitios más sagrados y remotos del mundo, prescindiendo de las comodidades modernas, pues peregrinar es una gran oportunidad para reconectarte con la naturaleza y notar la diferencia entre lo que quieres y lo que realmente necesitas. Esto es muy importante para obtener la confianza y enfrentar los altibajos de la vida, pues cuando te das cuenta de que los deseos son ilimitados pero que las necesidades son limitadas, entonces puedes lidiar con cualquier circunstancia”.
 
Así pues, la Semana Santa es una época ideal para poner los pies a la obra y emprender tu propio Pad Yatra, sin importar tus creencias ni tu definición de lo que es un sitio sagrado.
 
“Siete pasos con la intención de llegar son suficientes”, me dice Su Eminencia al terminar.
 
Muchas han sido las experiencias viajando de camino a la felicidad, ya serán suyas.
 
FUENTE

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