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Jardinería japonesa y budismo zen

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jardin_zen-2.jpgAunque a finales del siglo XIX la influencia occidental en Japón hizo que se olvidase el arte de construcción de jardines zen, a principios del siglo XX, el interés por los jardines creció. De 1926 a 1988 hay un resurgimiento del jardín en Japón, gracias a Shigemori Minei, artista e historiador de la jardinería.

Ya en un mundo globalizado, en el próspero Occidente, se construyen este tipo de jardines y surge el llamado «estilo zen» en la decoración. Este artículo contiene una introducción histórica e instrucciones para aquellos interesados en realizar un jardín zen.

«Feng-shui» y «sino»

El budismo zen y la geomancia japonesa sino (el feng-shui japonés), al igual que el zen, tienen sus orígenes en China. Estos ingredientes, más el añadido del sintoísmo (ancestral religión mayoritaria de Japón), son las bases sobre las que se edificarán verdaderas obras de arte arquitectónico: los jardines y los templos japoneses.

Feng-shui y sino se basan en una concepción holística del universo, donde el ser humano es una pieza más de la trama de la vida. Los campos de energía, la naturaleza, la arquitectura y el ser humano, interactúan unos con otros. Así, las ciudades chinas y japonesas se orientaron al Norte, según las indicaciones de la geomancia, y el emperador, chino o japonés, atraería la energía cósmica, en su papel de mediador entre el cielo y el pueblo (este sería el “mandato celestial”).

Un manual de jardinería japonesa

En la segunda mitad del siglo XI, Tachibana escribió el Sakutei-ki. En este escrito existen unas reglas precisas para erigir piedras (como “erigir” estatuas). Hay que lograr una asimetría de las rocas respecto de las construcciones artificiales y tratar a los elementos inorgánicos como si tuvieran vida propia. Dejar que el agua contemple la naturaleza circundante, seguir los deseos de los elementos del jardín tratándolos con amor y respeto.

El jardín seco «kare-sansui»


En las épocas Kamakura y Muromachi, la influencia del budismo sobre la construcción de jardines era predominante. El resultado es el kare-sansui, un paisaje seco de “montaña y agua” dentro de un entorno edificado. El objetivo es reflejar la esencia de la naturaleza, no su forma visible. Estos jardines están concebidos para ser admirados, como si de una obra de teatro Noh se tratara, desde unos puntos predeterminados.

La llegada de monjes zen chinos a Japón, tanto como los viajes de monjes budistas japoneses a China, importan esta corriente de pensamiento, y se comienzan a edificar numerosos templos zen en Japón, muchas veces con el patrocinio de los samuráis.

El jardín zen

El período de 1336 a 1573 se considera el más creativo en Japón. El teatro Noh, la “ceremonia del té”, la pintura paisajística, el ikebana, y los jardines de paisaje seco, se inscriben en la órbita de influencia del budismo zen japonés. El jardín zen no está pensado para alcanzar la iluminación (satori). Son aquellos que han experimentado la iluminación, los que crean estos jardines. Estas son sus características:

* Asimetría

* Simplicidad

* Austeridad

* Naturalidad

* Reserva profunda

* Serenidad suspendida

* Paz

Cómo construir un jardín zen, o «kare-sansui»


Para aquellos que dispongan de un espacio para crear un jardín zen, el primer paso sería nivelar la superficie que se desea dedicar al jardín. Lógicamente, es preciso tener en cuenta todo el espíritu constructivo mencionado anteriormente.

El segundo paso es delimitar el espacio, mediante traviesas de ferrocarril antiguas o empalizadas realizadas en madera. Sobre la superficie limpia de hierbajos y piedras hay que extender una tela especial para impedir el crecimiento de malas hierbas. Si no se hace así, saldrán plantas en mitad de la arena rastrillada. La colocación de plásticos no está recomendada, ya que se formarían charcos cuando lloviese.

Una vez lista la superficie para recibir la arena hay que pensar en el viento. Si es una zona muy expuesta hay que recurrir a gravilla, si no, el aire se llevará la arena. Si el jardín va a estar a resguardo del viento, es posible utilizar gravilla más fina o incluso arena.

La elección de las rocas es la parte más delicada. Una vez localizada la cantera, o el almacén de materiales de construcción, hay que elegir las rocas en proporción al espacio disponible y al marco arquitectónico.

También hay que tener en cuenta el clima. En zonas húmedas las piedras podrán estar cubiertas de musgo, mientras que la aridez desaconsejará este añadido que, realmente, da un toque de belleza natural muy característico y apreciado.

Lo habitual es que el camión que transporta las rocas disponga de un brazo grúa que pueda depositarlas cerca de su ubicación definitiva, por lo que conviene realizar un buen croquis antes.

Por economía, es recomendable comprar en el mismo sitio: la gravilla, elementos delimitadores y la protección textil para el suelo y las rocas. De forma que un mismo camión pueda servir todo en un único viaje.

Una vez que esté todo ya dispuesto, el último elemento necesario es el rastrillo. No sirve uno metálico común, los dientes finos no dejarán surcos bien visibles. Lo aconsejable es un rastrillo con dientes de madera. Si se es habilidoso con el bricolaje es posible fabricarlo uno mismo.


Autor: Juan Francisco Díaz Hidalgo

Fuente: suite101.net




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