El budismo es una tradición muy antigua y en el curso de su historia se ha adaptado a las necesidades de muchas culturas y tipos humanos diferentes. Como resultado de ello hoy existen diversas escuelas, lo cual puede resultar un poco confuso para el occidental. Veamos cómo se ha desarrollado el budismo durante los últimos dos milenios y medio.
Los primeros budistas y el origen del estilo de vida monástico. En la época del Buda (y aun muchos años después de su muerte) sus seguidores se dividían en dos. Estaba la comunidad de hombres y mujeres que dedicaban toda su energía al desarrollo espiritual y a guiar a otros y estaban los laicos, que combinaban su práctica religiosa con trabajos mundanos para ganar su sustento y educar a sus hijos. Lo que tenían en común estas personas era que habían “ido al Refugio”, es decir, se habían comprometido a esforzarse por alcanzar la iluminación, a poner en práctica la enseñanza del Buda y a tratarse con amistad, amor y compasión.
Quienes integraban de tiempo completo a la “sangha”, como se le denomina a la comunidad budista, a pesar de haber renunciado a sus posesiones materiales no eran monjes o monjas, en el estricto sentido del término. No vivían en monasterios y casi todo el tiempo llevaban una vida errante, al aire libre y mendigando su comida, igual que lo había hecho el Buda. Sólo se instalaban en un sitio fijo durante el tiempo de lluvias, en casitas o cuevas, para meditar y estudiar juntos. Con los años se prolongaron los retiros de la temporada de lluvias y se hicieron más formales. Asimismo, aumentó el número de monjes. Así se originó la tradición monástica que, curiosamente, se ha convertido en el rasgo principal de varias escuelas budistas.
El vehículo pequeño y el vehículo grande. A medida que se propagó la comunidad budista de monjes, monjas y laicos, en diferentes zonas de la India, se fue dividiendo y se formaron distintas escuelas. Todas ellas se reunían con regularidad y tenían buenas relaciones entre sí. En ocasiones vivían y practicaban bajo el mismo techo. Reinaba en ellas un gran espíritu de tolerancia, que el budismo sigue conservando.
A principios del siglo I de nuestra era se desarrollaron dos ramas principales de la tradición budista. Una era más conservadora y de ella hoy sólo queda, como representante, la escuela theravada, “el camino de los mayores”, aunque sus detractores dieron en llamarle hinayana, el “vehículo menor”. La otra se consideraba una rama más flexible, conocida como mahayana, el “gran vehículo”.
El budismo theravada
Los budistas theravadas basan sus enseñanzas en el Canon Pali, una colección de escritos compilados en pali, el idioma del norte de la India durante el primer siglo de nuestra era. Para entonces, las enseñanzas se habían transmitido oralmente durante cientos de años, se habían estandarizado, armonizado y seguramente aumentado. A pesar de sus adaptaciones y adiciones, probablemente el Canon Pali todavía es un documento exacto, que contiene muchas de las enseñanzas que dio el Buda durante su vida y quizá conserve muchas de las mismas palabras que él uso. Los seguidores del “camino de los mayores” subrayan la autenticidad histórica de sus enseñanzas y rehúsan adoptar prácticas que no se describan específicamente en el Canon Pali. Por esta razón, el theravada representa un sector más conservador que el mahayana. Los seguidores del mahayana son más flexibles en su adaptación de las enseñanzas y las prácticas.
El mahayana y el ideal del bodhisatva
Se dice que el budismo mahayana surgió de la inquietud de algunos practicantes ante ciertos aspectos que, desde un punto de vista espiritual, les resultaban poco efectivos, como el énfasis literal en las palabras del Buda (a veces a expensas del espíritu de esas mismas palabras), la tendencia a ver la vida monástica como el único camino a la iluminación y la inclinación a considerar la búsqueda de la iluminación como un asunto de liberación personal. Para contrarrestar estas tendencias, los budistas mahayana llevaron a cabo una exploración profunda de las implicaciones filosóficas de las enseñanzas del Buda y de su propia experiencia espiritual. Intentaron encontrar o reintegrar formas de práctica más adecuadas para los laicos, así como para quienes seguían la vida monástica. Además volvieron a resaltar la importancia del desarrollo de una actitud cálida y compasiva hacia todos los seres vivos. Con todo esto, el budismo mahayana subrayó la importancia de la acción altruista. Asimismo, desarrolló una nueva versión del ideal espiritual, distinto al del “arahat”, el “digno”, que para algunos había llegado a significar un orgulloso desapego de la humanidad común.
Para el mahayana, el ideal espiritual no representa tan sólo al ser que se libera del sufrimiento de este mundo y que ya mora en un estado de gozo. Lo considera alguien cuya visión ha ido más allá del mundo como lo conocemos y que ha decidido trabajar en el mundo por el bien de todos los seres, a partir de un profundo sentimiento de compasión y unidad. A este nuevo ideal espiritual se le denominó bodhisatva.
El ideal del bodhisatva cumplió un doble propósito. Por un lado resaltaba el aspecto altruista y compasivo de la iluminación, que según ellos, muchos budistas “hinayana” habían olvidado y, en segundo lugar era la meta a la que podían aspirar todos, sin importar su estilo de práctica.
El budismo vajrayana
A partir del año 500 de nuestra era empezó a surgir otra importante rama del budismo, el vajrayana, “vehículo diamantino”, también llamado “tantrismo”. El vajrayana usa una extensa gama de símbolos y rituales para conectar con la energía subconsciente del practicante, la cual le servirá para impulsarlo hacia la iluminación. El budismo tántrico es una tradición “esotérica”, en el sentido de que depende, en gran medida, de la iniciación directa por parte del guru y que sólo debe practicarse bajo la guía de un maestro espiritual. Es una forma avanzada para quienes ya han alcanzado un notable desarrollo y una gran actitud compasiva. Para otros sus métodos resultarían poco útiles y, quizá, peligrosos. Los maestros del vajrayana escogen cuidadosamente a sus discípulos; se aseguran de que su motivación sea pura y que sean capaces de controlar la energía liberada por medio de la práctica tántrica.
Fuente: www.budismo.com