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La acción compasiva – Joseph Goldstein

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La acción compasiva

Joseph Goldstein

goldstein.gifCuando comprendemos que la felicidad no consiste en la acumulación de sensaciones placenteras, cuando nos demos cuenta de que el ansia de gratificación sensorial no puede aportarnos la plenitud ni la satisfacción definitiva sino que sólo genera, por el contrario, más apego y más rechazo, nuestra ignorancia se verá reemplazada por la sabiduría. La experiencia directa de que la felicidad no tiene tanto que ver con acumular como con desprenderse, la experiencia de que la felicidad no se consigue buscando más experiencias placenteras sino abriéndonos a la verdad del momento presente, es lo único que puede liberar la compasión que anida en el fondo de nuestro corazón. En ese mismo instante, nuestra mente dejará de sentirse compelida a rechazar el dolor y a aferrarse al placer porque la compasión es la respuesta natural y espontánea de un corazón que permanece abierto.

Y, en este sentido, la meditación puede ayudarnos a experimentar esto de un modo muy directo e inmediato. Cuando logramos cierto grado de paz y nos abrimos a lo que está ocurriendo cada instante, podemos desarrollar una actitud compasiva –sin rechazo ni identificación– hacia cada experiencia y, a partir de esa actitud, la compasión puede comenzar a manifestarse en toda nuestra vida.

La acción compasiva no tiene que seguir ninguna pauta ni modelo concreto. El mundo entero es el campo de aplicación de la compasión, una compasión que comienza con nosotros mismos y abarca a la totalidad de los seres. Hay quienes se sienten motivados a aliviar el sufrimiento físico de los demás, ya se trate de la enfermedad, la pobreza o la injusticia. Otras personas, en cambio, tal vez se sientan más predispuestas hacia el sufrimiento o la angustia mental de los demás. Del mismo modo, nuestra respuesta también puede ser extraordinariamente diversa y puede ir desde la participación activa en una determinada situación hasta la creación artística o la vibración amorosa del corazón. En este mismo sentido, tratar de ser más amables –es decir, más afectuosos– en nuestras relaciones cotidianas puede ser una de las acciones más compasivas que podamos llevar a cabo.

La compasión crece en la vecindad del sufrimiento. La compasión es una respuesta al sufrimiento que observamos en el mundo, una respuesta que brota de la comprensión de las causas profundas de nuestra esclavitud. La gran compasión del Buddha podía llevarle a restañar la úlcera que aquejaba a un monje agonizante y enseñarle, al mismo tiempo, el camino que conduce a la liberación. Seguir el camino de la iluminación es, en sí mismo, el mayor acto de compasión, un acto que despierta nuestra comprensión de los niveles más profundos y de las causas fundamentales del sufrimiento.

Esta comprensión alimenta y fortalece un tipo de compasión que no se halla sujeta a personas ni a situaciones concretas. De este modo, podemos experimentar la compasión por las víctimas de una determinada injusticia social o política pero también podemos sentirla por los autores mismos de las injusticias. Solemos tender a enojarnos con este último tipo de personas olvidándonos de que sus acciones se derivan de la ignorancia y de que, con ello, no sólo son los culpables del dolor de los demás sino que también están sembrando las semillas kármicas de su propio sufrimiento futuro.


J. Goldstein y J. Kornfield, «Vipassana, El Camino de la Meditación Interior», Kairós, Barcelona, 1996.

Fuente: http://appamadanet.webs.com




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