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Birmania, vacaciones para alcanzar el “nirvana”

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La nación asiática ofrece pasar unas vacaciones nada convencionales: ascetismo, silencio y casi ayuno en un monasterio budista.

Tras décadas de aislamiento, Birmania volvió al mapa del turismo internacional con sus miles de monasterios, que atraen visitantes con inquietudes espirituales. Foto: AFP
Tras décadas de aislamiento, Birmania volvió al mapa del turismo internacional con sus miles de monasterios, que atraen visitantes con inquietudes espirituales. Foto: AFP

Rupert Arrowsmith, un historiador de arte británico, eligió Birmania para pasar unas vacaciones nada convencionales: ascetismo, silencio y casi ayuno en un monasterio budista. Los principios fundamentales de este viaje interior son más ascéticos que hedonistas. “Al principio es como darte con la cabeza contra un muro. Tienes problemas para calmarte y para concentrarte“, explica.

“Es como un campo militar. ¡Incluso hasta el corte de pelo!“, bromea tras 45 días de meditación y silencio total en el monasterio de Chanmyay Yeiktha en medio del campo aunque cerca de Rangún. Después de rasurarse la cabeza en la ceremonia de ordenación, los religiosos, extranjeros o no, se sumergen en una vida diaria placentera y dura a la vez.

Despiertos desde las 03.30 de la madrugada, meditan durante la mayor parte del día, sentados con las piernas cruzadas o caminando en el complejo de pequeños edificios, con el canto de los pájaros como único sonido de fondo. En Chanmyay Yeiktha, la última colación del día es a las 10.30, aunque a veces, y gracias a la generosidad de los birmanos, que ofrecen lo mejor a los monjes, pueden ser excepcionales. Nunca falta el arroz, pero también puede haber gambas gigantes o curries de todo tipo.

“Hay que tener las ideas claras porque esto no es Disneylandia“, advierte Arrowsmith, quien tiene un cuarto individual, como el resto de los pensionistas, aunque duerme en una cama sin colchón. No obstante, esta experiencia de búsqueda de la paz interior, la segunda en un monasterio, vale realmente la pena. ”Es esencial para cualquiera que quiera comprender realmente cómo funciona su mente“, explica el británico, que recomienda esta meditación a los occidentales que “hablan de conocerse a sí mismos“.

Tras décadas de aislamiento, Birmania volvió al mapa del turismo internacional después de que se disolvió la junta militar, en 2011. Y con sus miles de monasterios, atrae a visitantes con inquietudes espirituales. Las visas específicas para las estancias de meditación pueden obtenerse “fácilmente” y el turismo religioso está en alza, dice Phyoe Wai Yar Zar, de la Oficina de Turismo de Birmania, aunque las autoridades no disponen de datos.

DESCONEXIÓN Y LIBERACIÓN

En la vecina Tailandia, un destino apreciado por este tipo de turistas, unos mil extranjeros se retiran cada año en los monasterios para meditar y unos cincuenta son ordenados monjes. Un ejemplo que Birmania está dispuesta a seguir. “Desde que se ha abierto el gobierno, han llegado más extranjeros para meditar“, dice Bhaddanta Jatila, superior del centro de meditación Mahasi en Rangún. “Muchos vienen ahora, sobre todo este año. No solo occidentales sino también orientales“.

En este monasterio -que acogía recientemente a 20 coreanos, chinos, japoneses y estadounidenses entre 300 bonzos, religiosas, estudiantes y otros novicios- se crearon alojamientos para ellos. Pero el aumento de los pensionistas extranjeros plantea nuevos interrogantes. Y es que los monjes viven de donaciones en dinero y alimentos de habitantes que esperan obtener una recompensa kármica en el ciclo de la reencarnación.

De ahí la paradoja de que la población de uno de los países más pobres del mundo tenga que alimentar a ciudadanos de los más ricos. Es “bastante difícil aceptarlo“, reconoce Arrowsmith. Tras la violencia islamófoba que dejó decenas de muertos desde hace un año este país mayoritariamente budista, se acusó a algunos monjes extremistas de llevar a acabo campañas antimusulmanas. Pero Arrowsmith está convencido de que se trata solo de una minoría: “Personalmente, nunca he visto monjes birmanos implicados en otra cosa que no sea una meditación intensiva, la no violencia y la buena voluntad hacia el resto de los seres vivos“.

La meditación, la desconexión y la benevolencia son puntos claves de la búsqueda del nirvana. Al igual que la liberación del sufrimiento que constituye la reencarnación perpetua. Es lo que seduce a Shigenari Moriya, un japonés de 36 años, que descubrió el budismo en su batalla contra el cáncer. Para él, Birmania es el lugar ideal para buscar las enseñanzas de Buda. ”Me gusta el sol, la comida es deliciosa, y sobre todo estoy contento de meditar aquí porque pienso que el país tiene más darma que cualquier otro lugar en el planeta“, dice. Aunque había previsto que iba a estar de monje tres meses, ahora no está seguro de querer retomar su antigua vida. Como la mayoría de los que visitan Birmania.


– Fuente : turismo.perfil.com




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