Museo Oriental de Valladolid
El sueño del almirante Colón era encontrar esas tierras extraordinariamente ricas de Catay (China) y Cipango (Japón) de las que hablaba Marco Polo en su «Libro de las Maravillas», escrito en 1298. Soñando también con entrar en esas lejanas regiones, viajaron hacia el Extremo Oriente, misioneros y soldados, comerciantes y aventureros.
A Filipinas llegó Fr. Andrés de Urdaneta y otros cuatro agustinos en 1565, siendo los primeros evangelizadores de las islas. Martín de Rada y Jerónimo Marín, también agustinos, viajaron a China en 1575, al frente de una embajada, siendo los primeros españoles en visitar el «País del Centro». Los agustinos Francisco Manrique y Mateo Mendoza llegaron a las costas de Japón en 1584. Tras sus huellas, durante cuatro siglos, les seguirán más de 3.000, de los cuales 2.000 saldrían de esta casa de Valladolid.
Fruto de esta aventura misionera, larga e intensa, es el Museo Oriental, fundado en 1874. Su sede es el Real Colegio de PP. Agustinos, construido a partir de 1759, con planos de Ventura Rodríguez. Las actuales instalaciones del museo fueron inauguradas por SS. MM. los Reyes de España, Don Juan Carlos I y Doña Sofía, el 12 de octubre de 1980. Consta de 18 salas de arte chino, filipino y japonés, que constituyen la mejor colección de arte oriental existente en España.
Algunas piezas selectas
Misericordiosa Guanyin (Colección de China)
La diosa budista Guanyin (Kuan-Yin) puede ser considerada como la versión femenina del bodisatva hindú Avalokitesvara.
Es también la encarnación de la compasión y de la misericordia. Según un mito, el arroz ha existido siempre, pero al principio las espigas estaban vacías. Viendo a los hombres afligidos por la miseria y el hambre, la diosa Guanyin descendió en los arrozales a escondidas, y apretó sus pechos, de modo que la leche llenase las espigas vacías. Hacia el final tuvo que apretar con tanta fuerza que salió leche y sangre. Esto explica los dos tipos de arroz: el blanco y el rojo.
En esta pintura, viendo que el pueblo no puede ascender hasta ella, se transforma en una figura más accesible a los desgraciados, tomando la forma de un ídolo obeso. Ante esta imagen, los mortales realizan una serie de ofrendas sobre el altar.
La diosa de la misericordia les bendice liberándoles de las diversas calamidades descritas en la parte inferior de la pintura: naufragio, picadura de serpiente, fuego, morir ahorcados o en las fauces de un tigre, o cortándole la cabeza, o padecer ceguera, invalidez, …
Máscara de demonio (Colección de Japón)
En el teatro Noh los actores llevaban magníficas túnicas con brocados de gran apariencia. Las máscaras con las que cubrían el rostro debían ser lo suficientemente bellas, para estar a la altura de la vestimenta. Pero, al mismo tiempo, debían ser lo suficientemente sutiles, para reflejar las emociones delicadas puestas en escena por los actores y darles la oportunidad de hacerlo.
Las máscaras Noh frecuentemente representaban seres humanos, pero como tipos característicos: por ejemplo un hombre viejo, una mujer joven, demonios, espíritus,..
El escultor de una máscara Noh utiliza madera de ciprés (hinori) y le da color con polvo de tiza, tinta negra (sumi) y pigmentos minerales. Estas obras son consideradas no solamente como obras escultóricas, sino también pictóricas, pues – según el personaje representado-, iban policromadas con diversos tonos. Por lo general, todo el proceso de creación de una máscara – escultura y pintura-, era realizado por un solo artista
Fuente: www.museo-oriental.es