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De hippy a difusor del budismo tibetano en Occidente

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A sus 72 años, el Lama Ole Nydahl viaja por el mundo cumpliendo la misión de difundir las enseñanzas ancestrales del budismo tibetano.

El lama Ole Nydahl, en su paso por Colombia. / Gustavo Torrijos
El lama Ole Nydahl, en su paso por Colombia. / Gustavo Torrijos

Su mensaje es el mismo que ha difundido en los últimos 50 años y multiplicado en 630 centros de budismo tibetano en distintos países: “La mente es luz clara e indestructible más allá del lugar y del tiempo, pero hay que liberarla de las dificultades que empiezan con el miedo que destruye la vida. Dejamos de ser vulnerables cuando se suelta el ego y se crea la conciencia radiante, que es esencia del gozo”. El poder de la compasión y la alegría que irradia el lama Ole Nydahl, pionero de la divulgación de la sabiduría del Himalaya en Occidente en el siglo XX, que en reciente paso por Colombia revalidó su misión de trabajar por el bien de todos los seres.

Nacido en Copenhague (Dinamarca) hace 72 años, hijo de profesores universitarios con “una vida armoniosa y llena de amor”, Ole Nydahl vivió la desahogada juventud de los liberados años 60 en Europa, probando todas las drogas psicodélicas de la época, dedicado a la práctica del boxeo y a los accidentes de motocicleta, hasta que se reencontró con Hannah, a quien había enseñado a construir cabañas con ramas en los bosques cuando eran infantes, y empezaron a buscar juntos la iluminación de sus mentes. En el verano de 1968 viajaron a Nepal a pasar su luna de miel y se quedaron para siempre en el camino tibetano de la Vía del Diamante.

Él tenía 27 años y ella 22. Con dos morrales y un libro verde sobre las doctrinas secretas del yoga, que circulaba de mano en mano, llegaron un día a Katmandú, ansiosos de conocer a los lamas, y entre las enseñanzas sobre la respiración interior y la meditación profunda, Ole y Hannah pronto tuvieron claro que habían despertado a una nueva y verdadera libertad. Recordando aquellos días en que los estados alterados de conciencia eran su obsesión y su búsqueda, Ole Nydahl refiere cuál fue su primer hallazgo: “las drogas condensan una falsa felicidad por corto tiempo, pero la meditación logra niveles de extrema satisfacción física y espiritual”.

Desde entonces, Ole y Hannah fueron otros. Del primer viaje volvieron a Dinamarca cargados de bendiciones y mantras personales, y pronto volvieron una y otra vez, hasta que el 22 de diciembre de 1969 conocieron en Katmandú al primer yogui renacido conscientemente en el Tíbet, llamado por sus discípulos “La joya que satisface los deseos”, su santidad Karmapa, quien entró en sus vidas y los acogió en su círculo, sumándolos a su misión terrenal: “ser bodhisattvas por el bien de todos los seres”, es decir, permanecer activos ayudando a avanzar del sufrimiento a la iluminación, como ideal supremo del budismo del Himalaya.

Junto a su maestro, antes de la luna nueva de septiembre de 1970, Ole y Hannah asumieron que su karma estaba maduro para continuar las enseñanzas. Regresaron a Europa con una carta de su guía a la reina Margarita de Dinamarca pidiendo apoyo moral y protección a su causa, y dos años después constituyeron su primer refugio budista tibetano. Luego lo hicieron en Austria, Suecia, Alemania, Francia, Noruega e Inglaterra y más tarde se trasladaron a Estados Unidos y crearon nuevos centros en Nueva York y Chicago. La misión de Karmapa se había cumplido y el propio líder espiritual se desplazó a Occidente para afianzar la tarea.

El 5 de noviembre de 1981, Ole y Hannah meditaban en un monasterio en India cuando llegó la señal. A él le dolió la espalda y se le rompieron las sandalias. Ella empezó a llorar sin entender. Pronto sobrevino el mensaje: a sus 58 años, de manera consciente, Karmapa, al otro lado del mundo, en Estados Unidos, partía para siempre. Sólo la alegría de la responsabilidad mayor pudo aplacar la sorda perturbación que embargó sus vidas. Desde ese día hasta hoy, el lama Ole Nydahl predica por el mundo las enseñanzas ancestrales del budismo tibetano. Este abril pasó por Bogotá para volver a insistir en que se debe aprender a morir sin miedo.

La primera vez que vino a Colombia en 1991, cuando viajaba entre Cúcuta y Bucaramanga por tierra, cayó en un secuestro del Eln, y mientras los guerrilleros arengaban a sus rehenes y a él le susurraban al oído que su vida peligraba porque parecía gringo, Ole tomaba notas para terminar su obra El Gran Sello. Ya son 12 los libros escritos en su peregrinar por el mundo, y prosigue con la misma fortaleza y alegría con la que salió sereno de aquel percance. Repitiendo que la libertad se pierde cuando se esclaviza la mente y que el amor es tratar a todos como el músico que acaricia el instrumento que le permitirá ejecutar su mejor melodía.

Ya no lo acompaña Hannah, quien murió en sus brazos con rostro dulce y tranquilo, como él la recuerda, pero sigue adelante porque sabe que su misión es tender puentes entre Occidente y las sabiduría del Tíbet, contribuyendo a una antigua profecía de los lamas que reza: “Cuando el buey de fuego se traslade sobre ruedas (los trenes) y el pájaro de hierro vuele a todas partes (los aviones), mi Dharma llegará a la tierra de los hombres blancos”. La visión se le atribuye al sabio Padmasambhava hace muchos años. Lo que el lama Ole Nydahl comprende y enseña es que su Vía del Diamante hoy fructifica en las tierras de América.


– Por: Jorge Cardona Alzate
– Fuente : www.elespectador.com




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