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Una gran aventura movida por brisas de ecumenismo

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LIFE OF PI: UNA AVENTURA EXTRAORDINARIA

FICHA

EE.UU. 2012. Título original: Life of Pi. Dirección: Ang Lee. Guión: David Magee sobre novela de Yann Martel. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Mychael Danna. Elenco: Suraj Sharma, Irrfan Khan, Rafe Spall, Tabu, Adril Hussain, Shravanthi Sainath, Ayush Tandon, Gérard Depardieu.

La historia del muchacho y el tigre que sobreviven a un naufragio y comparten un bote en alta mar, tiene el encanto de las fábulas orientales y un fondo para reflexionar sobre el aprendizaje de la convivencia, pero la película no está a la altura de su tema. Como producción distribuida por norteamericanos, dirigida por un chino y basada en la novela de un canadiense sobre un relato hindú, es un híbrido al que le cuesta levantar vuelo, aunque integre una época donde los mestizajes del multiculturalismo pueden dar frutos interesantes. En cualquier caso, ha llegado la hora para que el público occidental se acostumbre a digerir los lenguajes asiáticos en el arte, ya no como muestras de exotismo sino como modalidades expresivas -cada día más penetradoras- de esas gigantescas economías emergentes que dominarán el mundo dentro de pocas décadas.

El asunto comienza en primera persona con un protagonista que le cuenta a su amigo episodios de niñez y adolescencia, desde la escena en que el padre le enseña a desconfiar de un gran felino hasta la decisión familiar de abandonar la India para radicarse en Canadá, embarcándose en la nave que se hundirá durante una tormenta para abrir la segunda vertiente del relato. Allí la peripecia de los náufragos está veteada de cierto heroísmo real pero también de rasgos de fantasía en esos meses de solitaria deriva sobre el océano, que ocasionalmente incluyen momentos muy aptos para una película en 3D, como la secuencia de los peces voladores. Otros rasgos colorean esa aventura, desde la violencia entre varios animales por el dominio simbólico del más fuerte, hasta el ecumenismo de un niño de formación hinduista pero atraído por el cristianismo, el culto musulmán y el budismo, quizá como sugerencia de que la globalización no excluye las encrucijadas espirituales ni las formas de dialogar con Dios.

Sin embargo, para que todo eso fraguara en la limpidez de significados que buscaba la historia, se necesitaba a un poeta del cine. El director Ang Lee es un hombre de talento, como lo demostró en Sensatez y sentimientos o en Secreto en la montaña, que eran ejemplos de la suprema habilidad con que sabe occidentalizar su modalidad narrativa y su abordaje de una sustancia dramática. Pero carece del don imponderable de los poetas, es decir de la intuición para que un discurso visual o literario se vuelva transparente sin perder su sencillez. De hecho, Ang Lee demuestra aquí haber visto todo el buen cine que podía abastecer su película, y el espectador veterano, armado de buena memoria, adivinará en algún momento la huella que dejaron en el realizador algunas referencias mayores como Río sagrado de Jean Renoir, Pather Panchali de Satyajit Ray o hasta Au hasard Balthazar de Robert Bresson.

Hay algunos momentos muy bien resueltos y visualmente hermosos, pero a pesar de ellos y aún de la paciencia o los efectos especiales que demandó la intervención de animales ante la cámara, se sale del cine con la sensación de que el resultado es menos seductor y menos mágico que en la imaginación de su director.

El País Digital


Fuente : www.elpais.com.uy




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