Inicio Interreligioso Por qué en Japón el cristianismo es «extranjero» – Parte 2

Por qué en Japón el cristianismo es «extranjero» – Parte 2

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Aniquilamiento de sí, divinización de la naturaleza, rechazo de un Dios personal. Los pilares de la cultura japonesa explicados por el embajador del Sol Naciente ante la Santa Sede.

Parte 1

buda_reclinado.jpgNo absolutizar los valores

Tercer elemento diferente: la absolutización de los valores. A causa de la descrita mentalidad religiosa budista-sintoísta, a los japoneses no les gusta ligarse a «valores absolutizados». No creen que haya una justicia absoluta o un mal absoluto. Dicen más bien que cada ser es, en sustancia, «relativo». Para ellos todo valor – quiero decir, cada valor positivo – es válido hasta que se enfrenta con otros valores. Cuando el enfrentamiento entre valores ocurre, ellos creen que ningún valor particular debe ser absolutizado a costa de otros. Simplemente porque, en el sentido más profundo de su filosofía, no hay nada absoluto en el universo. Existe sólo lo efímero, lo no permanente.

Dicho de otra manera, al aplicar los valores, los japoneses en general prefieren tener una aproximación «soft». Por ejemplo, hace algunos años, primero en Dinamarca y luego en otros países de Europa, hubo un enfrentamiento de ideologías [a propósito de viñetas sobre Mahoma] entre aquellos que defendían la libertad de expresión y aquellos que defendían la dignidad religiosa. Este asunto no tuvo en Japón una gran resonancia pública, pero imagino que la mayoría de japoneses, si estaban informados de los elementos en juego, habrían dicho que no tenía razón de ser o era imprudente absolutizar la fe de una parte (la favorable a la libertad de expresión) a expensas de los valores de los otros; es decir, afrontar la cuestión en modo rígido en vez de «soft». Con este propósito, durante aquella discusión yo mismo tuve la sensación de que la mentalidad de algunos dibujantes y editores daneses parecía ser demasiado «monoteísta», en el sentido de que absolutizaban un particular valor como algo trascendente, sagrado y inviolable. En ese caso en particular, hago notar que la Iglesia católica prefirió un abordaje «soft». Similar al preferido por los japoneses.

Como he dicho, los japoneses tratan la naturaleza o los animales en un modo muy respetuoso. No obstante ello, la mayoría de los japoneses no se lanza con todo a aplicar el concepto de derechos humanos de los animales, como hacen algunos paladines de tales derechos. Cada cierto tiempo sale la noticia de que algunos animalistas fundamentalistas han asaltado laboratorios en los cuales algunos animales son sacrificados para fines como la investigación de nuevas medicinas. Además, se recuerda la noticia de un grupo ambientalista radical que asaltó una ballenera japonesa en el Océano Antártico. No sólo asaltaron la nave varias veces, sino que además lanzaron botellas con sustancias químicas que hirieron a algunos miembros de la tripulación de la nave.

En estos casos, los protagonistas justificaron su violencia o la violación de los valores de los otros sosteniendo que su finalidad era sagrada y por lo tanto absoluta. Justificaron sus actos diciendo que ellos debían combatir contra un mal absoluto. En este modo «absolutizaron» su fe y cerraron filas con sus valores sagrados, sin pensar que violaban los valores de los otros. En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero del 2010, el Papa Benedicto XVI ha expresado su preocupación por la visión excesiva de algunos ecologistas o animalistas que confieren el mismo nivel de dignidad a los animales y a los hombres. Este es otro ejemplo de cómo la Iglesia católica parece ser reticente respecto a un abordaje rígido o a una «absolutización» de un valor particular. Lo mismo hacen los japoneses con su tradicional mentalidad religiosa.

Un cristianismo «extranjero»

A estas alturas se puede entender por qué, a causa de la mentalidad religiosa japonesa que se diferencia del cristianismo en el sentido antes explicado, también hoy muchos japoneses encuentran al cristianismo en algún sentido extranjero (o de Occidente).

Y también se puede entender por qué la cantidad de cristianos en Japón sigue estando siempre por debajo del 1 por ciento y la de los católicos por debajo del 0,5 por ciento.

Ello no significa que los japoneses rechacen aceptar el cristianismo en todo. Muchos de ellos sienten simpatía por esta fe y sus enseñanzas, pero no al 100 por ciento, sino al 70-80 por ciento. El restante 20-30 por ciento es atribuible a la diferencia de fondo, básicamente cultural y filosófica, entre las dos realidades.

A causa de esta diferencia, a los japoneses el cristianismo les parece como «perteneciente a otros», no a ellos.

Un híbrido entre modernidad y tradición

Observo ahora la religiosidad japonesa a través del espectro de la premodernidad, de la modernidad y de la postmodernidad.

En el pasado, hasta el final del siglo XIX, se consideraba en todo el mundo que la modernización de las naciones podía ser obtenida sólo en sociedades con religiosidad monoteísta, en particular con el cristianismo. Se pensaba que al modernización y el monoteísmo estarían unidos juntos, directa o indirectamente. Existía el convencimiento de que las sociedades con religiosidades politeístas, animistas o panteístas, como el budismo o el shintoismo, no eran susceptibles de ser modernizadas, a diferencia de los países occidentales.

La impresionante modernización del Japón ha desmentido esta creencia. Hoy muchas naciones no cristianas han alcanzado niveles evidentes de modernidad, a ejemplo del precedente japonés. En consecuencia, el progreso de esas naciones ha ulteriormente disuelto el vínculo conceptual entre modernización y monoteísmo. Se ha dejado claro que la aproximación politeísta, animista o panteísta no representa una regresión, si se compara con la aproximación monoteísta.

En Japón en particular, la modernidad científica, tecnológica y racional no sólo coexiste con una mentalidad panteísta y animista premoderna, sino que además se revigoriza y refuerza de una mentalidad así.

Insisto. Muchos productos japoneses de alta tecnología son pensados, proyectados, producidos y puestos en el mercado por obra de japoneses que tienen en gran medida la mentalidad y la religiosidad que he descrito. Subrayo que el nivel tecnológico o la calidad del producto son mejorados por la combinación de dos distintas mentalidades: la científica y la animista.

Por ejemplo, muchas sociedades japonesas frecuentemente invitan a sacerdotes sintoístas a oficiar ceremonias rituales cuando instalan nuevas maquinarias en sus fábricas, para invocar la eficiencia de su funcionamiento. Del mismo modo, ofician incluso rituales para aplacar o agradecer al espíritu de las viejas maquinarias antes de desmantelarlas. Y también los constructores de casas celebran rituales sintoístas para rezar por el éxito de los próximos trabajos, con una ceremonia en el terreno de construcción. Casi todas estas ceremonias son celebradas por sacerdotes sintoístas, sólo rara vez por sacerdotes budistas. ¿Por qué? Porque la mayor parte de los japoneses prefieren que sean sacerdotes sintoístas quienes se ocupen de eso, convencidos de que el shintoismo cuida de los espíritus de la casa o del lugar, de la tierra o de los edificios.

En resumen, en el Japón de hoy la mentalidad panteísta y animista premoderna está estrechamente ligada a la modernidad de la alta tecnología. Y entonces se puede decir que la civilización japonesa contemporánea es un híbrido de premodernidad y de modernidad. Por lo tanto, ¡absolutamente postmoderna!

Economía budista, por un terreno común

Hasta aquí me he centrado en la cuestión filosófica, en la cual la distinción entre el Oriente y el Occidente es notable. Sin embargo creo que a nivel práctico hay un terreno común entre ambas partes.

Unos ochenta años atrás el Mahatma Gandhi, el padre fundador de la India moderna, citó el «comercio sin moralidad» como uno de los «siete pecados sociales». Los otros seis pecados que de la lista eran «política sin principios», la «riqueza sin trabajo», la «diversión sin conciencia», el «conocimiento sin carácter», la «ciencia sin moralidad» y el «culto sin sacrificio» (parece estar escuchando a un Papa).

También el Papa y la Santa Sede en numerosos mensajes han condenado repetidamente la falta de consideraciones morales por parte de muchos líderes del mundo de los negocios.

En Japón se escuchan llamados similares desde hace tiempo, en particular entre economistas de orientación budista. En efecto, en las últimas décadas algunos economistas han comenzado a amalgamar la filosofía budista con los análisis económicos, fundando una nueva disciplina llamada «economía budista», de la que ahora mencionaré sus elementos básicos.

Los economistas budistas son muy críticos del neoliberalismo que ha dominado las políticas económicas de la mayores potencias mundiales en las últimas décadas, llevando a un agravamiento de las diferencias económicas, a una falta de equidad, a un predominio absoluto de la ganancia y a un deterioro del ambiente a nivel global.

Aún existiendo diferentes visiones entre los economistas budistas, ellos comparten los siguientes principios, como común denominador para ellos:

– respeto de la vida;

– no violencia;

– chisoku (la capacidad de saberse contentar);

– kyousei (la capacidad de convivir juntos);

– simplicidad, frugalidad;

– altruismo;

– sostenibilidad;

– respeto de las diversidades.

Por ejemplo, Ernest Friedrich Schumacher, un economista alemán que está entre los fundadores de la economía budista, autor del célebre libro «Small Is Beautiful: Economics as if People Mattered», ha insistido particularmente en «chisoku» y «simplicidad».

Del mismo modo, Wangari Maathai, una ambientalista keniata que ha ganado el Nóbel de la Paz en el 2004, cree en una filosofía afín a la economía budista. Es famosa como sostenedora de la campaña «mottainai», o sea de la campaña internacional de los tres «re»: re-usa, reduce y recicla. Algunos años atrás, mientras estaba en Japón, se sumergió en la palabra japonesa «mottainai» que en sustancia significa «nunca botar las cosas mínimas porque también esas tienen un valor intrínseco». Así tuvo la inspiración de lanzar su campaña, es decir, se convenció que el «Espíritu Mottainai» que anima el espíritu de los tres «re» debía ser difundido globalmente. Ella sostiene que para asegurar la protección y la conservación del ambiente global, el «Espíritu de Mottainai» es indispensable. Este espíritu que ella invoca está en evidente sintonía con los principios básicos de la economía budista.

Los economistas budistas reclaman políticas que lleven entre otras cosas a:

– el distanciamiento de una aproximación que privilegie sólo el crecimiento;

– la separación de una producción dependiente del petróleo;

– la instauración de un nuevo sistema internacional que elimine la violencia.

En la actual inestabilidad e incertidumbre de la economía mundial, que ha reforzado el escepticismo en los principios del libre mercado, la economía budista gana una atención creciente. Sería interesante iniciar un diálogo en este campo entre economistas de orientación budista y orientación católica.

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Para concluir con una broma, permítanme llamar al budismo-shintoismo «sushi espiritual» y al cristianismo «espagueti espiritual». Lo que hoy he tratado de decir es que el «sushi espiritual» y el «espagueti espiritual» tienen sabores diferentes. Pero he agregado además que ambos son «exquisitos». Tanto uno como el otro enriquecen profundamente las vidas de los hombres. Si faltara uno de ellos las culturas humanas serían terriblemente aburridas y áridas.


Fuente: http://chiesa.espresso.repubblica.it

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