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Un pelo de Buda y la Sirenita, tesoros de la Expo

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NEPAL_EXPO.jpgUna dulce fábrica de chocolate belga, 1.257 vacas lecheras australianas (ni una más ni una menos), espectáculos a todas horas del canadiense Circo del Sol, una megapantalla de cine de 1.600 metros cuadrados recién llegada de Arabia Saudí, proyecciones en 4D ‘made in USA’, una gran sauna finlandesa, el bebe gigante español… los 192 países que desde esta noche se dan cita en la Expo de Shanghai compiten por deslumbrar a los visitantes con sus propuestas. Reunidos en un espacio que duplica la superficie total del Principado de Mónaco y bajo el lema ‘Mejor ciudad, mejor vida’, los gobiernos han echado el resto recurriendo a piezas estrella para lograr el favor del público, estimado en 70 millones de personas (sólo un 5% extranjeros). Todos se la juegan en el gigante asiático, donde tienen mucho que ganar en la que está llamada a ser la mayor Expo de la Historia.

La Sirenita de Dinamarca se ha convertido en el ejemplo más sonado del desembarco de tesoros internacionales en las 525 hectáreas de superficie de la muestra (más de 20 veces la extensión de la Expo de Zaragoza 2008). Por primera vez en 90 años, la célebre estatua ha zarpado del puerto de Copenhague para presidir la entrada del pabellón danés, donde ya luce en una piscina de agua salada traída también del país escandinavo. Los franceses no le van a la zaga y han desmantelado buena parte del Museo de Orsay para ‘impresionar’ a los chinos. Obras como ‘El salón de baile en Arlés’, de Van Gogh; ‘El balcón’, de Manet; ‘Mujer con pote’, de Cezanne; ‘Plátanos,’ de Gauguin, o ‘Ángelus’, de Millet, decoran el pabellón galo… sin olvidar una escultura en bronce de Rodin. Cada pieza está valorada en unos 100 millones de euros, han volado por separado y las medidas de seguridad han convertido el pabellón galo en un fortín. Igual de valiosas son las pinturas ‘Cesta de frutas’ y ‘Muchacho con cesta de frutas’, ambas de Miguel Ángel, que se exhiben en el pabellón italiano.

Los checos, por su parte, han despojado literalmente a la escultura de San Juan Nepomuceno de su placa de los deseos, a la que se encomiendan los praguenses cuando pasean por el Puente de Carlos. Su iniciativa ha sido seguida por Luxemburgo, que ha bajado la estatua de la Dama Dorada del obelisco de granito que conforma el monumento a los caídos para convertirla en su principal atracción en China.

El primer pájaro y la primera flor

Japón se retrotrae al pasado con la verdadera estatua del monje Jianzhen, uno de sus tesoros nacionales y símbolo de la amistad con China al ser el religioso que introdujo el budismo en el país del sol naciente. En la línea teológica también se encuentra Nepal. Durante un mes su pabellón guardará celosamente un pelo y un diente de Buda en un edificio que, como no podía ser de otra manera, se ha realizado a imagen y semejanza de una estupa budista.

El golpe de efecto lo darán los australianos con las 1.257 vacas Holstein (nadie se explica el porqué de esa cifra) que surtirán de leche fresca a los visitantes a cualquier hora del día. En toda su parafernalia se han gastado la friolera de 42 millones de euros. Y entre vaso y vaso de leche recién ordeñada, para los que necesiten relajarse, el pabellón de Finlandia cuenta con las únicas y enormes saunas que hay en toda la Expo.

Como siempre, la propuesta más esperada es la de Estados Unidos, que, tras el país anfitrión, será el que reciba más visitas. Los norteamericanos quieren sorprender con una proyección de cine en 4D, con efectos entre los que se incluyen asientos vibratorios, vaporizadores y relámpagos. Rivalizarán con los jeques millonarios de Arabia Saudí, que no han escatimado en gastos para plantar una pantalla de cine de 1.600 metros cuadrados entre palmeras con dátiles. Aunque si alguien ha tirado la casa por la ventana ha sido China, que ha ‘saqueado’ sus museos para ofrecer su mejor patrimonio en sus 160.000 metros cuadrados (25 veces el pabellón de España) sin contar con los espacios temáticos.

¿Sus principales bazas? Obras del periodo de los Estados Combatientes (475 a.C.-221 a.C.) y la dinastía Qin (221 a.C.-206 a.C.), junto con una figura de bronce de la dinastía Ming que muestra los puntos de acupuntura china o los fósiles del primer pájaro y la primera flor del mundo. Sin olvidar la tecnología en 3D para recrear a los guerreros de terracota.

Una conjunción de tesoros internacionales jamás vista bajo un misma denominación y de la que aún quedan sorpresas por desvelar. Además, gracias a Internet, en esta ocasión el dinero no es excusa para darse una vuelta, aunque sea virtual por la Expo de Shanghai en los próximos meses. El que pueda permitirse el lujo de estar allí físicamente tendrá que abonar los 22 euros que cuesta la entrada diaria.

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Por: Esther Requena

Publicado en: www.eldiariomontanes.es

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