Gyoji
Tengo previsto hablarles de diferentes puntos maravillosos del universo del Zen. Pero para ello, espero un poco a que la armonía de unos con otros se haga a través de zazen. Esta armonización lleva siempre algún tiempo. Es como entre una mujer y un hombre que desean tener una relación amorosa tras haber estado separados: se aconseja un tiempo de armonización antes de volver a hacer el amor juntos de nuevo. Seamos pacientes: para el zazen, es igual.
Todo el mundo influencia a todo el mundo en un dojo. Justamente, alguien me preguntó una vez si realmente se podía creer en esa influencia de unos sobre otros en el dojo. Pero es evidente: se influye con la postura, con la energía, y también con el estado de espíritu de cada uno. En mi sangha, hay muchos monjes y monjas muy fuertes y esto influencia totalmente el ambiente, esto ayuda mucho a los principiantes. Por ello, no quiero, que si organizo una sesshin de cuatro días, la gente diga que sólo hará tres, dos o un día. Hay que comprometerse desde el principio hasta el final, una sesshin no es un encuentro mundano o diplomático.
igual.
El capítulo 30 del Shobogenzo se llama Gyoji. Es un término que escuchamos a menudo al Maestro Deshimaru, quien comentó este capítulo en la época en que construíamos el templo de La Gendronnière: «Gyoji! Gyoji! Your gyoji must be strong!» Nos decía Sensei a golpes de kyosaku, empujándonos a ir sin cesar hasta el límite de nosotros mismos… e incluso mucho más lejos. Decía: «Si están cansados ayudando al Dharma, practicando la Vía, ese es un gran mérito. Si enferman a causa de la Vía, ¡es aún mejor! No tengan miedo: la práctica no les destruirá jamás, sólo la no práctica destruye.» Nunca tuve la impresión de fanatismo al escucharle hablar así (con otro, ¿hubiera sido diferente, tal vez?), lo que había detrás de las palabras me cautivaba. Sensei daba siempre la impresión de no tomar en serio nuestro ego, nuestro karma, ni nuestra vida siquiera. Nos hacía sentir que nosotros no éramos en absoluto importantes como ego, sino al contrario, muy importantes como buda. Y, contrariamente a lo que tendría que haber ocurrido (ya que de ordinario, el que alguien denigre el ego de otro provoca reacciones agresivas), esto nos procuraba un verdadero alivio. Nos provocaba unas curiosas ganas de reirnos de nosotros mismos. Y nos sentíamos libres y fuertes.
Nunca comprendí realmente lo que significaba el término “gyoji”. ¿Habrá utilizado Sensei esta expresión a modo de látigo para hacernos trabajar más deprisa? El maestro tiene el derecho de utilizar a su manera, a su voluntad, las enseñanzas de los antiguos maestros para llevar a sus discípulos allí donde quiere. A través de su enseñanza del Gyoji, comprendí un cierto aspecto, está claro. Pero me doy cuenta de que mucha gente se ha equivocado. Toman siempre una enseñanza desmesurada, enorme, para hacer de ella algo estrecho. Rápidamente la palabra “gyoji” se convirtió en sinónimo de “rutina”. Gyoji quiere decir “repetir”, repetir todos los días. No es sólo eso, sin embargo, si algo os parece bueno o justo, entonces hay que repetirlo hasta el infinito, exactamente como la tierra, que nunca deja de girar alrededor de su sol, es su santo gyoji. Es santo a fuerza de ser repetido, es repetido porque es santo.
“Gyo” significa “hechos, acciones o una conducta y “ji” significa “actualización, observancia de los preceptos” o de un modo más simple “auténtico”. Se podría, pues, traducir “gyoji” por “conducta pura” o “hechos a través de los cuales ha sido, es, o será actualizada la observancia de los preceptos”. Nos encontramos, entonces, delante de un nuevo koan: ¿qué es la observancia de los preceptos? También esto, en el budismo zen, tiene una dimensión completamente particular.
Cuando se recibe el shiho, la transmisión del Dharma, se nos transmiten tres documentos. Pero, evidentemente, estos documentos son símbolos de algo mucho más real pero mucho menos visible que nos es transmitido entonces por el maestro. Un poco como si nos transmitiera un virus. Además, en la antigüedad, durante la ceremonia de transmisión del Dharma, la sangre del maestro y la del discípulo se mezclaban y se sellaban los documentos con esta sangre. Ahora, en Japón, la mayoría de los shihos son ceremonias completamente formalistas, que tan sólo representan un grado más en la jerarquía de la secta soto. Por eso he elegido seguir el shiho auténtico, tal y como Sensei nos hizo soñarlo. Un virus, cuando uno lo contrae, puede permanecer inactivo durante mucho tiempo, uno puede incluso vivir toda su vida con él sin que llegue a manifestarse, y sin embargo, nos fue transmitido correctamente. Sea como sea, si no se manifiesta ahora, lo hará en una vida futura. Para hacerles comprender lo que es la transmisión del Dharma: si les dicen: «¡Toma, te he transmitido el virus de la gripe!», mientras que no tengan síntomas, quedará en algo puramente imaginario. Pero cuando se manifieste, sentirán exactamente lo que esto significa. Los tres documentos que se reciben durante esta ceremonia simbolizan algo muy profundo, algo invisible, indefinible. Se transmite el Dharma, a eso se le llama el shiho; se transmiten los preceptos; y se transmite el verdadero Ku. La transmisión de los preceptos, es la transmisión del puro gyoji. Los preceptos, es la moral innata, transmitida desde la prehistoria. El Dharma, es la sabiduría transmitida por el Buda. Y Ku, es la transmisión de la verdadera naturaleza de todos los fenómenos. De hecho, estas tres cosas son una, pero son tres aspectos de la gran verdad.
La transmisión de los preceptos es casi la más importante de las tres. La palabra precepto siempre me ha parecido bastante repelente. Pero con el tiempo, y gracias, justamente, a la transmisión de este virus, he descubierto que era algo completamente diferente de lo que creía, algo completamente maravilloso, completamente fácil, un regalo inmenso. De hecho, los preceptos, la transmisión de este virus, es un no-virus, es lo opuesto totalmente a un virus. Si han recibido la ordenación, han recibido los diez preceptos fundamentales. Pero esos diez preceptos no son más que una formulación muy aproximada de los verdaderos preceptos. Me ha llevado mucho tiempo descubrir que los preceptos eran absolutamente indescriptibles. A más preceptos se nos den -se den diez, cien o mil-, más esto será una manifestación de nuestra imposibilidad de percibirles directamente en su realidad. Es algo vivo. Es algo fabulosamente bello y perfecto y al mismo tiempo completamente natural y normal, como la naturaleza. La naturaleza, es espléndida, magnífica, fabulosa, pero al mismo tiempo, es normal. Así es la verdadera moral y la verdadera pura conducta humana, como la naturaleza: virgen. Cuando uno oye la palabra “virgen”, puede pensar en la Virgen Maria, inmaculada, también puede pensar en la selva virgen. No es sólo limpio, también es mortal, también es poderoso, peligroso, impenetrable.
Cien, mil, diez preceptos, eso no es lo importante. Es siempre un acercamiento aproximativo a la verdad. Cada ser humano debería tener sus propios preceptos. Quizás, para algunos sería posible matar, para otros no; para algunos, sería posible hacer el amor, para otros no; quizás en algunos momentos sería posible hacer unas cosas, y en otros no. Por eso los preceptos sólo pueden transmitirse silenciosamente. Durante la ceremonia del shiho, en Japón, a menudo oía a los asistentes del Maestro Niwa -y especialmente a un gran, gran monje al que quería mucho- hablar siempre de la transmisión de los preceptos. Este gran monje -grande por su altura, al menos dos metros-, muy impresionante, muy dulce, había seguido al Maestro Niwa desde su infancia, desde los 14 años. (Quizás hubiera hecho mejor dedicándose al baloncesto en vez de al Zen…) Decía: «¡Ah! ¡La transmisión de los preceptos, es muy importante!». Yo no tenía ni idea de lo que eso podía ser exactamente.
El Maestro Kodo Sawaki decía: «El precepto más importante, es la no avidez.» Es un precepto que podría aplicarse a toda la humanidad. El maestro Vimalakirti dijo un día: «Si pueden permanecer indiferentes ante el sustento, todos los fenómenos les parecerán idénticos. Si todos los fenómenos les parecen idénticos, con toda seguridad podrán permanecer indiferentes ante el sustento.» El sustento, no es sólo la comida. El sustento, es todo lo que uno pueda imaginar para la boca, la nariz, le culo, los ojos, las orejas. Hasta hace algunos días, yo fumaba en pipa. Tenía siempre mi pipa en la boca, para compensar la ansiedad. A los bebés, se les da una tetina. Fumar en pipa aporta una gran tranquilidad, un gran consuelo. Es una relación constante con el fuego, el hogar. Es verdad que el fuego es terriblemente necesario para el ser humano, es un pacto firmado hace algunos millares de años. Sin embargo, poco a poco, el fuego desaparece de nuestras vidas y se ve aparecer en el ser humano deficiencias profundas de la energía del fuego. Dice Dogen: «Tan solo dejen a la transmisión de la enseñanza llegar a ser igual que el sustento, entonces igualmente el sustento llegará a ser la transmisión de la enseñanza» Es así como se transmite la enseñanza: nos sentamos juntos, recibimos la enseñanza del maestro juntos, comemos juntos, no importa qué, no importa cómo. La transmisión está mucho más allá de la noción de conocimiento: verdaderamente, en el Zen, se la come, se la mastica, se la digiere. En este sustento, está también la transmisión de los preceptos. La transmisión de los preceptos que va a revelar en ustedes, en un momento dado, gyoji. Gyo ji, es decir, la vida eterna…
Durante esta sesshin, voy a explicarles la manera tradicional, tal y como Sensei lo enseñó, de tomar las comidas en el templo o durante las sesshines. Puesto que las realidades históricas no son las mismas y los hábitos de vida son diferentes, Sensei eligió no complicar a los europeos con detalles técnicos ligados a las costumbres niponas, pero intentando conservar e incluso destacar el estado de espíritu transmitido de maestro en maestro desde la India.
Aquí, no se puede hacer como en Japón. En primer lugar, los dojos no están construidos de la misma forma. En nuestra sangha, en el dojo, somos muy numerosos, disponemos de menos espacio. En los dojos tradicionales, en Japón, se utilizan boles, utensilios especiales típicamente japoneses, se come con palillos, hay todo un ceremonial. Lo importante, es el estado de espíritu con el que se consideran las comidas en la práctica. Hasta el punto de poder, incluso, dedicar las comidas. Con la ceremonia, los sutras, se dedican las comidas a las personas enfermas o con necesidad de ayuda, a personas fallecidas, o a alguien que ofrece alimento a la comunidad -alguien que viene con un gran trozo de tocino, que se lo ofrece al tenzo para la sangha y que puede pedir: «Por favor, ¡dedicadme una comida!». Es muy poderoso. El hecho de tomar alimento no es cualquier cosa. Voy a explicarles todo esto, y también lo que quiere decir unirse al gyoji de los grandes maestros, encontrar la moral fundamental.
Fuente: www.zen-deshimaru.com.ar