Que un pájaro pueda dormir mientras vuela, que un koala lo haga durante casi todo el día o que los delfines sean capaces de echar un sueño incluso nadando demuestra que dormir es algo necesario y reconfortante para todos los animales. Texto Mar Ramirez Foto Juan Carlos Muñoz
Los científicos no logran ponerse de acuerdo sobre la finalidad del sueño, aunque la mayoría coinciden en que mientras dormimos, el funcionamiento de los sistemas se reduce, al tiempo que el cerebro se reorganiza después de las actividades diarias.
Lo que está claro es que los humanos no somos únicos en ello. Desde el animal más diminuto hasta el más grande, todos necesitamos de ese tiempo de relax para nuestro organismo. Ahora bien, los hábitos a la hora de dormir no son los mismos en unos y otros. Por ejemplo, un koala puede dormir plácidamente, sintiéndose cómodo y seguro hasta 19 horas diarias colgado de una rama de eucalipto. Los insectos o las lombrices, por su parte, son capaces de reducir sus funciones extraordinariamente permaneciendo insensibles e inmóviles mientras dure su sueño. Así mismo, algunos animales son incapaces de dormir durante un periodo prolongado, como les sucede a la salamandra o las ranas, que alternan ratos de reposo entre sus momentos de actividad, pero sin llegar a dormir propiamente.
Por qué unos duermen más que otros
La diferencia en el tiempo de sueño que necesita cada animal está asociada al metabolismo de su cerebro. Así, los animales más pequeños tienen un cerebro con unas necesidades metabólicas muy altas, por lo que destinan más tiempo al sueño. No ocurre así con animales enormes, como los grandes mamíferos. Son los que ostentan el récord de vigilia, pues duermen menos de cuatro horas, como le ocurre al elefante.
Por otro lado, el riesgo de supervivencia al que se enfrenta cotidianamente una especie afecta al tiempo que destina a dormir. Por eso, los pájaros duermen con un ojo abierto, en previsión de la llegada sorpresa de un posible predador. Esta misma razón hace que los depredadores sean los que mejor duermen del mundo animal. Lo hacen tranquilos a sabiendas de que no existe peligro alguno de que otro animal pueda atacarles. En el caso de los leones, la gran energía que invierten para cazar, pues no son muy eficientes en capturar sus presas, requiere que descansen posteriormente durante un largo periodo de tiempo. Ese reposo lo suelen llevar a cabo durante el día, ya que son cazadores nocturnos, y puede durar hasta 21 horas. Por regla general, el descanso viene precedido de grandes bostezos y se hace mucho más placentero después de una buena comida.
El leopardo, al igual que otros grandes carnívoros, reposa como otros muchos animales que pretenden estar a salvo de sus atacantes, colgado de una rama, aunque en su caso no lo necesite. De esta manera duerme relajado y, además, pierde su fiera pose, pues en lo más reconfortante del sueño, sus patas cuelgan flácidamente desde cualquier rama u horquilla de algún árbol de la sabana africana. Por el contrario, los herbívoros, como el ganado doméstico o las cebras, son capaces de dormir con los ojos abiertos.
En cuanto a los animales de compañía, estamos acostumbrados a ver a nuestro perro dar vueltas en su lugar favorito hasta enrollarse sobre sí mismo y poner el broche posicional con su cola rodeando el rostro antes de dormir. No es algo caprichoso, sino una estrategia para guardar el calor al igual que hacen los animales salvajes, como el zorro. Ya sea dentro de su madriguera o al aire libre, allí donde se disponga a dormir un zorro adopta la misma posición antes de quedar dormido. Aunque sus orejas, como en la mayoría de los cánidos durmientes, no parecen descansar nunca, pues siempre están erguidas y atentas a cualquier sonido alarmante que, al instante, motiva el despertar del animal.
Cada animal, una postura
Las especies acostumbradas al agua, como las focas, aunque prefieren dormir en tierra, después de una buena comida, son capaces de hacerlo incluso bajo el agua. Para ello dejan la mayor parte de su cuerpo sumergido y asoman únicamente el rostro en superficie para respirar. Los elefantes marinos ni siquiera hacen eso, ya que pueden dormir perfectamente bajo el agua. Lo cierto es que, en general, los mamíferos marinos sólo detienen el funcionamiento de una mitad de su cerebro cuando duermen. De este modo, los delfines pueden nadar y respirar en superficie mientras echan un sueñecito que dura alrededor de dos horas. Eso sí, manteniendo literalmente un ojo abierto, el del lado cerebral opuesto al que permanece activo. Después de ese tiempo, dicho hemisferio entra en vigilia y la mitad que ha estado activa es la que se encarga de restaurar las funciones mientras el delfín dormita.
Una de las posiciones más bellas del sueño animal es la que adoptan muchas aves escondiendo su pico y parte de la cabeza bajo el ala cuando se sienten seguros. A ello ayuda la presencia de sus congéneres, pues uno de ellos siempre permanece alerta. Es una rutina de la que, sin embargo, pueden despertar con facilidad y emprender el vuelo de inmediato si suena el grito de alarma del vigilante. No obstante, las aves que realizan largos viajes migracionales son capaces de dormir en vuelo gracias a que sólo entra en descanso la mitad de su cerebro. A veces, el movimiento no puede cesar ni siquiera durante el tiempo de reposo. Así les ocurre a los tiburones que necesitan la circulación del agua para respirar, por lo que deben nadar incluso dormidos. Por eso, algunos son capaces de guardar cierta cantidad de agua en sus agallas, lo que les permite detenerse por breves periodos de tiempo.
Los beneficios del sueño
La misión orgánica que cumple el sueño aún es desconocida, ya que todavía no se han identificado cuáles son las funciones del organismo que se restablecen mientras se duerme. Tampoco se sabe la razón por la que determinadas zonas del cerebro mantienen una mayor actividad que estando despiertos. Lo que sí se sabe es que el sueño es un reconfortante estado para cualquier ser vivo, independientemente de la posición que adopte para dormir: colgando cabeza abajo como los murciélagos, flotando en el agua al estilo de los mamíferos marinos, tumbados a modo humano o de costado, como hacen los felinos. Mientras se duerme, no hay respuesta a los estímulos exteriores y se pierde el tono muscular, aunque se regresa con relativa facilidad a la vigilia. Además, el sueño provee de beneficios psicológicos a los animales con un cerebro más desarrollado, como las aves y los mamíferos.
Fuente: www.larevistaintegral.com