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Paz interna y paz mundial – Ven. Ṭhitapuñño Bhikkhu

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Paz interna y paz mundial

Ven. Ṭhitapuñño Bhikkhu

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Los seres humanos en su mayoría anhelan la paz a nivel personal y social. Sin embargo la historia nos indica que desde tiempo inmemorial la búsqueda de paz por la humanidad ha sido un proyecto cuyo desarrollo ha dejado mucho que desear. Es indudable que durante periodos de tiempo más o menos largos diversas sociedades han logrado cierto grado de estabilidad social y paz. A la larga todo cae bajo el yugo de la impermanencia, los sistemas sociales y gobiernos cambian, nuevas condiciones surgen y ponen fin a la frágil paz gozada. Esta imposibilidad de mantener la paz social duradera es –desde el punto de vista buddhista– una marca o característica universal. Esta ausencia de paz es precisamente dukkha, el vocablo que el Buddha utiliza para indicar ese estado existencial inherentemente insatisfactorio, estresante, carente de reposo y paz que todos los seres con conciencia experimentan. Esta es pues, la Primera Noble Verdad que descubre el Buddha, y cuya formulación incluye el imperativo triple que cada ser que busque la liberación respecto a la ausencia de paz debe llevar a cabo: reconocerla, entenderla y trascenderla.

A lo largo de la historia, y tal vez en forma más pronunciada en tiempos modernos, la humanidad ha tratado de buscar una solución «global» al problema de la ausencia de paz a nivel social. Los conflictos y las guerras entre familias, grupos, clanes, tribus, y naciones, sin embargo, han existido en el pasado, existen en el presente, y –nuevamente, desde el punto de vista buddhista– continuarán existiendo en el futuro. Esta aseveración pudiera parecer fatalista si uno la contempla en ausencia de información adicional. En el Buddhismo Theravāda –la escuela más antigua sobreviviente en línea directa con la comunidad monástica establecida por el Buddha–, se ha considerado que el problema de la ausencia de paz tiene raíces psicológicas muy profundas cuyo origen debe trazarse hacia la mente individual. Una sociedad de individuos cuyas mentes no gozan de paz, no será capaz de mostrarse como una sociedad pacífica y armoniosa. Sin embargo lo converso es totalmente factible, si en un grupo cada individuo ha logrado cierto grado de paz y armonía con su entorno, entonces el conjunto mostrará características que indican gran salud mental y estabilidad.

El Buddha establece que es necesario definir claramente las raíces psicológicas de los conflictos humanos. Sin un entendimiento claro del origen causal de los conflictos no será posible trascenderlos. En cierto sentido el proceso de resolución que conduzca a la paz debe adoptar un enfoque que podríamos llamar figurativamente «inductivo» ya que se avoca a trabajar de partida en el individuo. El éxito individual es la contribución positiva y concreta a la paz social. De manera que la estrategia en el Buddhismo Theravāda es una estrategia que va de lo particular a lo general. En vez de tratar de establecer programas sociales, gubernamentales, y acuerdos internacionales enfocados a lograr la paz social, de la cual supuestamente cada individuo gozará, la estrategia buddhista es de sentido totalmente inverso, ya que se reconoce que la estrategia de ir de lo general a lo particular, en este caso, no es capaz de redituar frutos consistentes –tal como lo confirma la historia.

Existe un caso histórico en el que la estrategia social de fomentar el proceso de cambio en la mente individual redituó frutos abundantes, en forma general tanto a nivel individual como para instituciones y comunidades –pero inevitablemente durante un periodo limitado. Durante el reinado del rey buddhista Asoka en la India del siglo tercero a.C., el vasto reino gobernado por él gozó de gran paz y estabilidad. Asoka tomó como base las enseñanzas del Buddha para delinear una política social justa protegiendo a todo individuo dentro de su reino e inclusive diseñando programas de protección y asistencia médica para animales. Durante su reino cesó toda opresión y se promovió la tolerancia hacia todas las religiones y credos existentes. Su nueva política fue proclamada en edictos inscritos en rocas y pilares en todo su imperio. La sociedad de la India en este periodo gozó de paz, armonía y felicidad casi sin precedente en la historia universal. De manera que con este precedente se muestra la factibilidad de la estrategia buddhista para la paz contenida en sus enseñanzas sociales y soteriológicas.

Regresando a las raíces psicológicas de los conflictos, el Buddha establece –de acuerdo a la metodología central del Buddhismo temprano– que todos los fenómenos en el ámbito de lo real surgen de acuerdo con causas. Es decir, dependen de condiciones para su surgimiento y para su cese. El llamado principio de condicionalidad específica es aplicado, pues, para esclarecer el origen de los conflictos humanos. En el Gran Discurso Sobre la Causalidad (Colección de Discursos Extensos –Dīgha Nikāya– N° 15) se describe cómo el deseo de satisfacción sensorial, de existencia y de no-existencia surge con la sensación como condición, y a su vez el deseo es la condición que genera el apego a los placeres sensoriales, a las nociones erróneas acerca del mundo y el ser, a los preceptos y rituales y a las doctrinas acerca del ser. Pero en particular, el deseo es la condición que conduce a la persecución de los objetos deseados, cuando estos se obtienen, entonces, consecuentemente, surgen las decisiones acerca de «qué es lo mío y qué es lo tuyo», «qué es de valor y qué no lo es», «cuánto y cómo debo o no debo usar lo mío», etc. Debido a estas decisiones, surgen pensamientos de deseo y lujuria. En base a estos se desarrolla el apego a los objetos y la mente adopta entonces una actitud posesiva hacia los mismos, cayendo en la avaricia, rehusando compartir cosas con otros. Bajo esta condición se establecen estados mentales de temor y sospecha, bajo los cuales opera una imperante necesidad de proteger las pertenencias. Y cuando esta codicia, deseo y avaricia se generalizan, sólo es necesaria una leve provocación para que surjan los conflictos, la violencia y la inmoralidad. El Buddha describe el final de la secuencia causal con las siguientes palabras:

«…y debido a la volición de proteger [lo poseído], se originan varios fenómenos de naturaleza maligna y malsana –el empuñar los garrotes y las armas, conflictos, peleas y disputas, lenguaje insultante, calumnias y falsedades.»

Siguiendo la secuencia en orden inverso el Buddha entonces describe cómo en ausencia de la avaricia, la imperante volición de proteger lo poseído no surge; en ausencia de la actitud posesiva la avaricia no surge; en ausencia del apego no surge la actitud posesiva; en ausencia de deseo y lujuria no surge el apego; en ausencia de decisiones [acerca de lo obtenido] no surge el deseo y la lujuria; en ausencia de persecución de los objetos deseados no surge la necesidad de decidir; en ausencia de la ganancia, no surgen las decisiones; en ausencia de persecución [o búsqueda de los objetos sensoriales], no surge la ganancia; y finalmente, en ausencia de la causa, el origen, la fuente y condición para el surgimiento de la persecución, es decir, el deseo, la persecución no surge. De manera que el deseo es el origen causal de dukkha en el sentido de la raíz causal del devenir saṃsárico y, en su modalidad de deseo obsesivo, la raíz de los conflictos, fricciones y disputas, –o en otras palabras, la ausencia de paz y bienestar.

En otro importante discurso (Discursos de Extensión Intermedia N° 13, llamado «La Gran Masa de Sufrimiento») el Buddha establece que:

«…es por razón del deseo sensorial, por ser la fuente el deseo sensorial, por ser la causa el deseo sensorial, la razón simplemente siendo el deseo [de satisfacción] sensorial, que los reyes disputan con reyes, los nobles con los nobles, los sacerdotes con los sacerdotes, los laicos con los laicos, madre con hijo, hijo con madre, padre con hijo, hijo con padre, hermano con hermano, hermana con hermana, hermano con hermana, hermana con hermano, amigo(a) con amigo(a). Y así, en sus pleitos, peleas y disputas, se atacan los unos a otros con puños o [aventándose] terrones, o con palos o cuchillos, y así se causan la muerte o dolor mortífero. Ahora bien, esta también es la desventaja del deseo sensorial, esta masa de sufrimiento visible aquí y ahora, teniendo como razón el deseo sensorial…»

«…es por razón del deseo sensorial, por ser la fuente el deseo sensorial… que los hombres, tomando espadas y escudos, y abrochándose arcos y flechas, se enfrascan en la batalla amasados en arreglos de filas dobles mientras que las flechas vuelan y las lanzas centellean; y ahí caen heridos por flechas y lanzas, y sus cabezas son cortadas por las espadas, y así se causan la muerte o dolor mortífero. Ahora bien, esta también es la desventaja del deseo sensorial, esta masa de sufrimiento visible aquí y ahora, teniendo como razón el deseo sensorial…»

«…es por razón del deseo sensorial, por ser la fuente el deseo sensorial… que los hombres, tomando espadas y escudos, y abrochándose arcos y flechas, se atacan en batallones mientras que las flechas vuelan y las lanzas centellean; y ahí son quemados con excremento hirviente y aplastados bajo grandes pesos, y sus cabezas son cortadas por las espadas, de manera que se causan entre sí la muerte o dolor mortífero. Ahora bien, esta desventaja en el caso del deseo sensorial, esta masa de sufrimiento visible aquí y ahora, tiene como razón el deseo sensorial, tiene como fuente el deseo sensorial, como causa el deseo sensorial, la razón siendo simplemente el deseo sensorial.»

«¿Y cual es la emancipación con respecto al deseo sensorial? Cualesquiera que sea el dominio [o el sojuzgar] de la pasión y el deseo, el abandonar el deseo y pasión por el deseo sensorial, esa es la emancipación con respecto al deseo sensorial…»

Esta es entonces la Segunda Noble Verdad, el origen de dukkha, y por ende la ausencia de paz, surge debido al deseo como condición. Pero además del deseo existen otras dos causas de raíz que originan todo conflicto y sufrimiento humano, estas son la aversión y la ignorancia (u ofuscación mental). El imperativo con respecto a esta verdad es el de reconocerla, entenderla y, finalmente abandonarla –es decir, con el abandono del deseo cesa dukkha. Pero las preguntas surgen, ¿y qué hay de la paz?, ¿es acaso posible?, ¿es acaso tan real como el sufrimiento y el conflicto? La respuesta es afirmativa y es lo que hace del Buddhismo una práctica sumamente optimista. El estado de paz final o Nibbāna es alcanzable por los individuos, bajo las condiciones apropiadas. El Buddha menciona en un fragmento de un discurso de la Colección de Discursos en Orden Numérico (A, III.32):

«Esto es la paz, esto es lo exquisito –la resolución [o el cese] de toda fabricación [o formación, saṅkhāra], el abandono de toda adquisición, el cese del deseo; el desapasionamiento; el cese [del devenir saṃsárico o renacimiento]; el Nibbāna.»

Esta es la Tercera Noble Verdad, esta verdad debe ser reconocida, debe ser entendida y debe ser lograda en forma vivencial por cada individuo que aspire a la paz más elevada, la paz que no da cabida al sufrimiento, la insatisfacción, la agitación, el conflicto y la impermanencia.

Y la vía que conduce a esta paz final no es más que el Noble Óctuple Sendero, a saber, entendimiento correcto, intención correcta, lenguaje correcto, acción correcta, modo de subsistencia correcto, esfuerzo correcto, atención correcta y concentración correcta. Esta es la verdad de la vía que conduce al cese de dukkha, la llamada Cuarta Noble Verdad. Esta Cuarta Noble Verdad debe ser reconocida, practicada y desarrollada en su totalidad.

En la medida en que los individuos sean capaces de comprender y alinear su comportamiento con la realidad, es decir, en la medida en que se autotransformen mediante el logro del entendimiento correcto, en ese grado el mundo gozará de paz. El trabajo espiritual que produce la paz debe partir del individuo, así cada individuo mediante las acciones conducentes a su propia paz será factor de transformación social. Parafraseando al Buddha podríamos decir, a manera de conclusión, que «protegiendo nuestra propia paz, protegemos la paz de los demás; protegiendo la paz de los demás protegemos nuestra propia paz».


Ṭhitapuñño Bhikkhu, Birken Forest Monastery, www.birken.ca, Knutsford, 2002. © Bhikkhu Thitapuñño, 2002.

Fuente: http://appamadanet.webs.com




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