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Los cuatro sellos del Mahamudra (2/2)

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Los cuatro sellos del Mahamudra

Tai Situ Rimpoché

tai-situ.jpgParte 1

El tercer sello: la realización es la paz Este es el tercer sello. La ‘realización’ no quiere decir algo nuevo o extra. Significa, simplemente, que la acumulación y la purificación se han completado. Entonces aparece la verdad última de uno mismo a través de uno mismo. Este conocimiento es incomparable a cualquier otro.

¿Cómo aparece la realización? Está con nosotros todo el tiempo, justo delante de nuestros ojos. Uno puede preguntarse: ¿Y si es así, cómo es posible no darse cuenta? Pues lo es, igual que uno lleva consigo su propia cara y no es capaz de verla.

La visión de la esencia de la mente está oscurecida por la ignorancia. La creencia en la existencia real de ‘yo’ y ‘los otros’ no nos deja verla. Porque la verdadera naturaleza de nuestra mente es algo distinto de lo que llamamos ‘yo’. La comprensión de los Budas trasciende la separación entre el sujeto que percibe y los objetos percibidos. Nadie puede describir esa experiencia, no hay lenguaje para ello.

¿Cómo podemos empezar a trabajar para alcanzar ese estado de comprensión? Incluso aunque el objetivo pertenezca a nuestra más íntima naturaleza, debemos arrancar desde el nivel más bajo, removiendo los obstáculos que bloquean el camino; que son básicamente nuestros deseos, nuestras fobias y nuestra indiferencia. A medida que nos deshacemos del deseo, surge la satisfacción; ir eliminando el odio nos hace recuperar la bondad natural; y superar la indiferencia reaviva la atención y produce sabiduría.

El progreso en el camino de la satisfacción tiene muchos niveles, y a medida que uno avanza en este sentido los deseos disminuyen de forma natural. Los seres humanos corrientes experimentan muy poca satisfacción. Una persona pobre, por ejemplo, piensa «si tuviera un lugar donde dormir, algo de comer y una ropa decente que ponerme, sería suficiente». Pero cuando lo consigue, entonces piensa «la verdad es que esta comida es mala, me gustaría comer algo más sabroso; ¿y estas ropas de pobre?, ¡si tuviera otras un poco mejor!; por no hablar ya de este frío lugar en donde duermo, necesito otro más caliente». Imaginemos que lo consigue, entonces no tiene más remedio que reconocer que las cosas han mejorado, pero aun así continúa deseando más y más: ser el más rico del pueblo, el más importante del país; y aunque consiguiera ser el dueño de la galaxia, su mente no por ello estaría menos vacía. Así somos todos.

Cultivando el espíritu de satisfacción, de amabilidad y de atención despierta, iremos removiendo los obstáculos que nos impiden avanzar en el camino espiritual, y paso a paso nos liberaremos por nuestros propios medios del dolor, del miedo al cambio y del sufrimiento que fluye inevitable de la visión dualista de la vida.

La realización es paz. En cuanto la satisfacción, la bondad y el conocimiento empiezan a formar parte habitual de nuestro estar en el mundo, nos asentamos en la paz. Y a partir de ahí, peldaño a peldaño, seguimos avanzando hacia la completa realización, que trasciende la diferencia entre paz y sufrimiento.

El cuarto sello: todos los fenómenos carecen de entidad independiente Aquí conviene hacer una distinción entre los seres animados y los seres inanimados. Los primeros, los animados, son los que tienen que ver con el asunto del ‘yo’ y ‘lo mío’. Cuando decimos ‘yo’, nos estamos engañando, somos víctimas de una ilusión. Y esto puede demostrarse a través de un simple razonamiento: si el ‘yo’ existiera, debería tener independencia y estabilidad; pero puesto que no es así, es evidente que no goza de auténtica existencia. La manera interdependiente en que el ‘yo’ se origina demuestra que se trata de una ilusión; y por tanto ‘lo mío’ tampoco tiene ninguna entidad. La filosofía budista se ocupa de analizar de forma minuciosa este tema crucial.

La no existencia de fenómenos separados nos lleva a darnos cuenta de que no hay unidades materiales ni unidades temporales independientes. El átomo y el instante son instancias inaprensibles, irreales. Y si no existe la unidad de tiempo, cómo va a existir la cadena temporal. Entonces ¿qué significan términos como ‘empezar’ o ‘durar’? Y podemos razonar de forma similar respecto a las partículas de la materia: si las unidades materiales lo fueran de verdad, no estarían constituidas por partes más pequeñas, ni existirían los conceptos de dentro y fuera, ni de direccionalidad, ni dimensión. Exponer por extenso estas ideas que aquí no hago más que enunciar es el objetivo de la filosofía madyamika.

De modo que la verdad absoluta no reconoce la existencia del ‘yo’, pero la verdad relativa sí: el ‘yo’ existe como fenómeno dependiente en el mundo convencional. Cuando ‘yo’ acumulo buen karma, el buen resultado repercute sobre mí y no sobre otra persona. Cuando ‘yo’ estudio, soy ‘yo’ quien adquiere buena educación. En el nivel relativo no hay nada que no sea dependiente, y de ello surgen los ‘yoes’. En el nivel absoluto, precisamente a causa de que todo es interdependiente, nada tiene existencia propia. Y por ello se afirma que nada es permanente.

La consecuencia de todo esto es que estamos en el nivel relativo siguiendo un camino que conduce a la comprensión de la realidad absoluta. No hay que dejarse enredar por la confusión que acecha. La realidad absoluta es nuestra esencia, nuestra verdadera visión; pero vivimos en un mundo relativo y nuestra comprensión pertenece al nivel relativo. Por eso las canciones místicas, conocidas como doha, afirman:

«En este universo, en este mundo, que es ilusorio, el ilusorio practicante viaja por un ilusorio camino para llegar a una meta ilusoria».

La canción nos habla de que, en relación con el punto de vista absoluto, todo en el nivel relativo es ilusorio, pero a la vez debemos intentar progresar en este nivel ilusorio, superando los obstáculos de la ilusión. Y el modo hábil para hacerlo es crear buenas ilusiones que sustituyan a las malas.

Si somos controlados por el deseo, el enfado y la indiferencia, no tenemos ninguna posibilidad de auténtica comprensión. Para deshacernos de esos tres venenos debemos renunciar a cualquier cosa que los alimente; y, de manera simultánea, cultivar las causas que trabajen en sentido positivo.

Un ejemplo de cómo funciona todo esto es la parábola del sol, las nubes y el viento. El sol está siempre en el cielo, incluso en los días cubiertos de nubes. Para que desaparezcan las nubes conviene que se levante un fuerte viento, y entonces se podrá ver el sol; pero aún no se podrán sentir plenamente su calor y su energía, porque el viento lo impide. El propio viento se convierte a su vez en un obstáculo que hay que superar. Así, conviene crear una gran ilusión que nos ayude a superar lo peor, y a continuación deshacernos de ella para alcanzar la sabiduría de la no dualidad.

Lo más importante de este breve artículo sobre las cuatro llaves del dharma es que ambos aspectos, el absoluto y el relativo, deben ser incluidos en nuestra visión de la realidad. Quien se niegue a aceptar uno de los dos no podrá comprender la esencia del Budadharma, puesto que todas las enseñanzas están basadas en este doble acercamiento. ¿Cómo podemos aplicar esto a nuestra práctica espiritual? A veces nos sentimos felices, otras desgraciados. Cuando estemos bien no hay que decirse: «¡Bah, ni caso!, todo es vacío»; ni cuando experimentemos una situación de sufrimiento hay que pensar: «¡Bueno, no importa, ahora toca sufrir!». Sufriremos y seremos felices como cualquier ser sensible, pero lo haremos a la luz de la comprensión de que felicidad y sufrimiento no tienen existencia sólida, son impermanentes, apenas una ilusión, un sueño. Por tanto no tiene sentido intentar evitarlas o desarrollar aversión hacia ellas.

Tenemos que aprender a evitar el sufrimiento sin desarrollar odio hacia él, porque no es real; y a aceptar la felicidad sin intentar convertirla en algo estable. Es lícito buscar lo mejor para nuestra familia y para mejorar nuestra vida, pero sin identificarnos con ello. Cuando tenemos un comportamiento moralmente bueno o virtuoso, no deberíamos pensar que se trata de algo especial, ni tomárnoslo muy en serio; no es más que lo que es. Cuando hagamos algo bueno, es importante hacerlo sin motivación egocéntrica y sin fijación en la idea sólida de lo bueno y lo malo. Debemos adoptar un punto de vista integral. Por supuesto no hay que estar todo el tiempo, cada cosa que hagamos, pensando en actuar así; pero debemos ir acercándonos a este punto de vista.


Fuente: www.revistadharma.com

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