Sri Lanka huele a canela. Y a clavo, a cardamomo y a té. La antigua Ceilán era parada estratégica en la ruta de las especias entre los siglos XVI y XVIII. Hoy esta isla con forma de lágrima situada al sureste del subcontinente asiático, no deja de acaparar espacio en los medios por su creciente interés turístico. Su último logro, figurar en la prestigiosa lista del New York Times como el número 1 entre los 31 destinos a visitar en 2010.
¿Qué es lo que hace a esta pequeña isla del océano Índico tan especial? Para empezar, la inusitada variedad de su paisaje natural. En sus poco más de 65.000 km2, Sri Lanka combina un paisaje de jungla tropical con plantaciones de té que alfombran interminables extensiones de terreno, playas vírgenes de finísima arena blanca, y un parque natural con territorio de sabana que cuenta con la mayor reserva de leopardos del mundo.
Si a esto le unimos el legado arquitectónico de los sucesivos colonos portugueses, holandeses e ingleses y la influencia del budismo en su paisaje y en sus tradiciones, nos encontramos con una riqueza natural y cultural difícil de superar en ningún otro rincón del mundo.
Fueron los británicos, que llegaron tras los portugueses y holandeses atraídos por las valiosas especias, quienes introdujeron el cultivo del té en Sri Lanka a mediados del siglo XIX, al no cuajar su idea inicial de cultivar café. Hoy en día, desde la terraza del hotel Tea Trails situado en medio de las plantaciones de té al suroeste de la isla, no es difícil imaginarse a los oficiales británicos sentados en el porche degustando el té de las cinco, mientras en la distancia los recolectores hacían un trabajo manual que apenas ha variado desde entonces.
Playas vírgenes
El sur de la isla tiene las playas más populares. Al este, en la bahía de Arugam, se encuentran las playas más tranquilas y con mejores condiciones para nadar, mientras que Bentota es perfecta para los más activos que deseen practicar windsurfing y wakeboarding. Hikkadua, muy cerca de Galle, cuenta con el mejor punto de la isla para practicar el surf.
La localidad costera de Galle, Patrimonio Mundial de la UNESCO por su fortaleza conservada del siglo XVII, es una buena base para explorar la llamada Riviera de Serendip, que comprende las playas que comienzan al sur de la ciudad. Unawatuna, con su ambiente bohemio de bares y cafés que recuerdan a la vecina Goa es perfecta para familias; Welligama, famosa por su pescadores zancudos y su tranquila bahía de arena finísima; y finalmente las playas de Talalla, Dickwella or Senimodera, con sus kilómetros de arena blanca, palmeras y aguas transparentes que reproducen a la perfección la imagen de las playas paradisíacas.
El Aeropuerto Internacional de Mattala, en la costa sur de la isla, tiene previsto abrir en diciembre de 2011, lo que hará más fácil el acceso a estas playas. Hasta entonces, una buena manera de llegar desde la capital Colombo es hacerlo en el sencillo pero escénico tren pegado a la costa, una opción bastante más relajada que hacerlo por la accidentada carretera, sorteando el difícil tráfico que colapsa la vía durante el día.
El venerado Pico de Adán
El Pico de Adán en el centro de Sri Lanka es una de las cumbres más veneradas por monjes y aficionados al senderismo. En lo alto de sus 2.243 metros se encuentra una huella sobre la que no consiguen ponerse de acuerdo las diferentes religiones: los budistas aseguran que la dejó el propio Buda cuando viajó a Sri Lanka para marcar el lugar sagrado en el que su enseñanzas habrían de ser perpetuadas; los musulmanes dicen que pertenece a Adán, que fue enviado hasta aquí como castigo; los misioneros portugueses creían que fue la marca de Santo Tomás; y finalmente, los hindúes aseguran que fue dejada por Siva. Sea como fuere, el iniciar su ascenso al anochecer para coronar su cumbre tres horas y media más tarde en medio del amanecer es una experiencia única, gracias al efecto óptico de su cumbre, que produce una sombra en forma de perfecto triángulo que se refleja en las montañas del oeste.
Dos de los mejores ejemplos para apreciar la influencia del budismo en el paisaje de Sri Lanka son las sublimes esculturas talladas en la roca de Gal Vihara en Polonnaruwa, y el capricho hedonista del rey Kasyappa, que trató de reconstruír el cielo en la tierra con el impresionante monolito de roca de Sigiriya.
Sri Lanka desafía las teorías que aseguran que las islas pequeñas no tienen mamíferos de gran tamaño. En sus numerosos parques naturales abundan los elefantes y los leopardos, que al no sufrir la amenaza de tigres y leones, campan a sus anchas en compañía de osos, ciervos, búfalos de agua, jabalíes, cocodrilos y puerco espines. Su paisaje árido de sabana recuerda sorprendentemente a Kenia. Los safaris son otro de los principales atractivos de Sri Lanka, un pequeño país que huele a paraíso.
Por: Carmen Gómez Menor
Publicado en: www.ocholeguas.com