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Una visión budista del matrimonio homosexual – Por Ven. Puṇṇadhammo Bhikkhu

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Matrimonio entre personas del mismo sexo

Ven. Puṇṇadhammo Bhikkhu


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El asunto del derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo está actualmente captando mucho la atención en este país [∗], especialmente con la legislación pendiente. Como se trata de un tema que contempla un aspecto religioso, me han preguntado en distintas oportunidades cuál es la posición buddhista. Esto es algo difícil de responder porque, en realidad, no la hay. Los monjes buddhistas no realizamos ninguna clase de casamientos; de hecho, nos lo prohíbe nuestra regla. De modo que la duda acerca de celebrar o no matrimonios de personas del mismo sexo no surge.

En cuanto al tema más general involucrado, la ética buddhista (al menos en la escuela Theravāda o sureña en la que estoy ordenado), en realidad, no aborda la cuestión de la homosexualidad. Para el monje, la posición ética es clara: toda clase de actividad sexual con cualquier clase de pareja está explícitamente prohibida. Para el buddhista laico, la ética sexual está expuesta en el Tercer Precepto, que requiere la «abstención de la conducta sexual incorrecta».

Los Suttas (escrituras) buddhistas son registros de discursos reales, y siempre tienen un contexto. En el único lugar donde el Buddha define la conducta sexual incorrecta se dirige a un hombre (presumiblemente heterosexual), de modo que la definición se halla expresada en términos adecuados a esa perspectiva. El hombre laico es exhortado a abstenerse del sexo con «parejas inapropiadas», definidas éstas como muchachas menores de edad, mujeres comprometidas o casadas y mujeres que han hecho votos de celibato religioso.

Este es un consejo claro y sano y parece sugerir que la conducta sexual incorrecta es aquella que perturbaría a una familia o a una relación de amor existente. Esto es consonante con el principio buddhista general de que aquel comportamiento que causa sufrimiento a uno mismo o a otros no es ético («comportamiento inhábil» sería más cercano al original). No hay ninguna buena razón para suponer que las relaciones homosexuales que no violen este principio deban tratarse de manera diferente.

Otra consideración es que el Buddha muchas veces se refirió a los peligros espirituales de la sensualidad desenfrenada. Esto significa, por ejemplo, que cualquier clase de promiscuidad es espiritualmente perjudicial. Éste no es, estrictamente hablando, un asunto ético, sino de la buena salud espiritual y emocional. La implicación en materia sexual sería que el celibato es el estado más elevado, mientras que la monogamia es una buena situación para la mayoría de las personas. Puesto que las personas homosexuales que desean casarse serían, presumiblemente, monógamas y no promiscuas, esto debe ser visto como un acontecimiento positivo.

Para expresar una opinión personal, me pone mal ver todo el alboroto que se genera. Los que se oponen a permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo aseguran estar preservando el matrimonio tradicional. Sin embargo, nunca he visto el argumento desarrollado que explique de qué manera permitir una forma diferente de matrimonio a una minoría constituye alguna clase de amenaza contra los matrimonios existentes o futuros de la mayoría. Respeto que algunas religiones tengan fuertes prohibiciones contra ciertas prácticas, pero no llego a ver el sentido, o la justicia, de hacer de tales prohibiciones ley general. Es como si los judíos ortodoxos presionaran al parlamento para prohibir que se coma tocino.

Un ámbito genuino de preocupación es el de la libertad religiosa. Yo me opondría fuertemente a cualquier intento de obligar a las iglesias a hacer cualquier cosa que vaya contra sus propias creencias. Como miembro del clero buddhista, encontraría este precedente extremadamente preocupante, aunque en este caso particular no afecte a los buddhistas. Hay que felicitar al gobierno actual por su prudencia en garantizar la preservación de la libertad religiosa; la ley propuesta permitiría –pero no requeriría– a las iglesias celebrar casamientos de personas del mismo sexo. Un área gris permanece, sin embargo, en los casos de matrimonios civiles en los que el juez de paz presente una objeción religiosa personal.


Nota

[∗] Canadá, Febrero de 2005.

Fuente: http://appamadanet.webs.com

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