Nuestro mundo está dirigido por dos grandes familias de valores : la riqueza material y la riqueza interior. ¿Cómo podemos armonizar estos valores? Eterno dilema entre el ser y el tener, entre lo existencial y lo esencial.
En los primeros tiempos de intercambios comerciales, los hombres funcionaban a través del trueque.
Por comodidad, el dinero apareció. Qué grande y qué bella creación : en vez de tratar de enontrar a una persona que tuviera un objeto que ofrecer y, al mismo tiempo, desease el objeto que yo ofrecía, con el dinero ya podíamos comprar en un lugar y vender en otro. La energía puesta en nuestro trabajo se almacenaba en forma de dinero utilizable para todo. El dinero era una verdadera fuerza de almacenaje.
Y, ¿porqué no considerar hoy el dinero como energía? Porqué no pensar que entre el ser y el tener, «yo tengo» dinero obtenido acorde con nuestra manera de ser y de proceder. Nuestras acciones y nuestra manera de ser en nuestro trabajo se dan como fruto energía-dinero. Si gastamos ese dinero en crear un excedente de ser y de dicha, se convierte en fuente de vida. Si ese dinero gastado no paorta ni serenidad ni felicidad, la cadena de la bella energía se rompe.
De la misma manera, el verdadero comercio justo debería permitir al vendedor y al comprador desarrollar el ser, su identidad, sus valores interiores. Si yo vendo, vendo eso que soy. Si compro para mí y para mi familia, consumo para ser mejor.
El dinero deja de ser un obstáculo, y se convierte en aliado del ser, de todos los seres que aceptan este nuevo reto de hoy.
Por contra, ¿Cómo situarse ante el dinero generado por las plazas bursátiles y los lobbies internacionales? Este dinero no es energía obtenida con trabajo. Esperemos que algunas personas lo puedan reconvertir en energía de vida, como el alquimista transforma el plomo en oro, el oro en riqueza interior.
Sea cual sea este dinero, reflexionemos osbre cómo volverle a dar vida a través de los valores esenciales, lejos de la codicia.
Alain Delaporte-Digard para Buddhachannel.tv