El mastín tibetano, una de las razas caninas más apreciadas de Asia, ha sido una de las especies que más ha sufrido los efectos del terremoto que el pasado abril afectó la prefectura tibetana de Yushu, centro tradicional de cría de este perro de las montañas, informó hoy la agencia Xinhua.
Unos 200 mastines, el 10% de la población canina local, fallecieron en el seísmo del 14 de abril, que causó la muerte de más de 2.000 personas, según el medio oficial.
Además, los perros que han sobrevivido se encuentran amenazados por las enfermedades y la desnutrición, según el medio oficial.
Organizaciones de defensa de los animales han recolectado 21,7 toneladas de alimento para los canes, pero eso no ha impedido que la comida sea insuficiente y obligue a racionamientos que, junto a la falta de cuidado y las epidemias, ponen en peligro la vida de muchos de estos mastines.
Antes del seísmo, la prefectura de Yushu era uno de los principales centros tibetanos de cría y venta de estos animales, pero ahora muchos de ellos vagan sin rumbo por los restos de la devastada localidad.
Consentidos y sibaritas
Se trata de animales normalmente criados con mucho mimo por la población tibetana, con una rica -y cara- dieta que incluye carne y yogur, muy similar a la habitual de los pastores del Techo del Mundo.
Los veterinarios también han advertido de la posibilidad de brotes de rabia entre los perros supervivientes.
Este mastín, llamado «do-khyi» por los tibetanos, es un animal de pelaje usualmente negro, y es utilizado sobre todo como guardián de rebaños y viviendas, debido a su fiereza y su porte robusto.
En las zonas tibetanas, muchos de estos perros son dejados en libertad en torno a templos y monasterios, por lo que, en ocasiones, se convierten en un problema para los turistas y peregrinos.
El animal es muy apreciado en el Tíbet y zonas aledañas, donde un mastín de pura raza puede alcanzar hasta 100.000 yuanes (12.800 dólares) en el mercado.
Fuente: EFE
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