Inicio Enseñanzas Textos fundamentales Los cinco impedimentos – Por Bhikkhu Thitapuñño (2/5)

Los cinco impedimentos – Por Bhikkhu Thitapuñño (2/5)

52
0

LOS CINCO IMPEDIMENTOS

– Por Bhikkhu Thitapuñño –

©Picture by QT Luong
©Picture by QT Luong

FACULTADES ESPIRITUALES

El proceso meditativo requiere una gran dosis de renuncia, ya que exige el no permitir a
la mente variar el curso de la observación, flotando hacia otros objetos en forma
indiscriminada. La renuncia consiste en este caso en restringir la atención con respecto
al campo perceptual, limitando dicha atención a un solo objeto (tal como la respiración)
– cuando, por otra parte, podría situarse prácticamente en un número ilimitado de
objetos físicos y mentales. De manera que cada impulsión volitiva que hace regresar la
mente al objeto de meditación es un acto efectivo de renuncia con respecto al mundo.

El
Buddha define en este contexto al mundo como la totalidad que constituye el propio
cuerpo, sensaciones, percepciones, formaciones mentales, y estados de conciencia. A la
larga, la práctica asidua de la meditación conduce a la propia verificación del carácter
insatisfactorio de los placeres sensoriales y de la existencia misma. El aliciente para
perseverar en esta práctica debe nacer de un auténtico sentido de urgencia espiritual.
Este sentido de urgencia (resumido en el vocablo pali samvega) nace en relación con
tres aspectos existenciales. El primer factor es el reconocimiento de nuestra previa
limitación, incapacidad, complacencia y carencia de sabiduría con respecto a nuestras
acciones. El segundo factor es la incapacidad presente de evitar el sentido de futilidad y
carencia de significado en nuestras vidas, así como la sensación de constante opresión
debida al aspecto condicionado de la existencia. El tercer factor es el imperioso deseo
de trascender los diversos aspectos insatisfactorios de nuestra existencia (incluyendo las
realidades de la vejez, la enfermedad y la muerte).
Además de la atención plena hay cuatro facultades espirituales adicionales que deben
desarrollarse simultáneamente durante la labor meditativa, estas son: convicción
razonada, energía (perseverancia), concentración (calma, serenidad), y sabiduría
(discernimiento). Las cinco facultades son indispensables y deben funcionar en forma
balanceada. Podríamos decir que la atención plena es el “supervisor general” que
mantiene el balance entre los pares, ‘convicción y sabiduría’ y ‘energía y
concentración.’ El desbalance de cualquiera de estas facultades pone freno a toda
posibilidad de desarrollo. Por ejemplo, si la convicción es excesiva, la persona se torna
crédula, impetuosa, dogmática, u obstinada; bajo estas condiciones, la mente queda
constreñida a estados sumamente restringidos, a una visión limitada. Por otra parte, el
exceso de actividad analítica y el pensamiento discursivo per se, tornan el carácter hacia
la rigidez, frialdad emocional, escepticismo y duda, y lo hacen incapaz de fomentar los
estados emotivos sublimes de amor-bondad, compasión y goce altruista, los cuales son
parte integral de la vía hacia la liberación.

SÍMILES

Con el objeto de ilustrar el carácter psicológico de los cinco impedimentos mentales el
Buddha hace uso de símiles. La primera serie que se expone toma la analogía del agua
con la mente. El agua posee un gran número de características en las que se asemeja a la
mente. En su estado puro ambas son transparentes, claras, cristalinas. El Buddha dice
que la mente en su estado natural es luminosa, pero es opacada por impurezas mentales
advenedizas. De la misma forma el agua en su estado puro y natural se encuentra libre
de toda contaminación, hasta que algún elemento extraño la enturbia y la hace impura.
Por otra parte, el agua siempre toma la forma del recipiente que la contiene, es
adaptable, tal como lo es la mente en su estado puro. Por añadidura la mente en este
estado es imperturbable, como la gran masa de agua en un remoto lago a la luz de los
primeros rayos del amanecer.

El Buddha indica que tal como no es posible ver el fondo de un recipiente, o el reflejo
de la propia imagen con agua que ha sido teñida con una serie de pinturas de todos
colores, tampoco es posible lograr claridad mental bajo la influencia del deseo de
satisfacción sensorial, el primero en orden de los impedimentos. Una de las condiciones
que propicia el surgimiento del deseo, es la percepción de un objeto atractivo, de
manera que en este símil es el carácter interesante y atractivo de las volutas que se
forman con las tinturas disueltas. El símil para la aversión o enojo es agua hirviente.

En
este caso ésta es una analogía para la mente que se encuentra “caliente”, con
resentimiento, ira, furia, fastidio, enojo, etc. En este caso la mente percibe al objeto
como no-atractivo. Esta percepción y la percepción de lo atractivo en los objetos de los
sentidos son tendenciosas, ya que se tornan selectivas y parciales hacia una o toda una
serie de características particulares. La aversión y el deseo causan entonces ceguera
hacia el resto de las características propias del objeto. Sólo la ecuanimidad es capaz de
nivelar la balanza dando lugar a una percepción realmente objetiva e imparcial. De esta
forma, el apartar el recipiente de agua de la fuente de calor es conducente a eliminar la
perturbación del hervor, por lo que la mente debe apartarse, en lo posible, del objeto de
percepción causante de la alteración. Una vez que la mente se ha entrenado gradual y
progresivamente entonces será capaz de hacer frente a cualquier percepción en forma
completamente no-ilusoria; esto da como resultado al pensamiento no-ilusorio, y
finalmente esta estructura real de pensamiento es lo que dará forma a la visión y
entendimiento correcto de la realidad tal cual es.

El impedimento de letargo y torpeza mental tiene como símil el de un cuerpo de agua
cuya superficie esta cubierta por lama, la cual nuevamente impide ver el propio reflejo
con claridad. Tal como el símil lo sugeriría, el agitar, el remover ese material permitirá
disipar la obstrucción. De manera que lo que se requiere es el fomento de energía, el
ejercicio activo de la voluntad y el esfuerzo por salir de ese estado mental de estupor.
Más adelante se mencionan algunas recomendaciones específicas para lidiar con este
impedimento.
La agitación y la preocupación se caracterizan por la ausencia de quietud mental,
haciendo a la mente inestable. La agitación es causada por la incapacidad de prestar
atención al parloteo mental cuando éste se incrementa. En este caso, la mente percibe
rápida y descontroladamente, un objeto mental tras otro. La preocupación, por otra
parte, tiende hacia la obsesión, anticipando en forma irreal las consecuencias de
acciones pasadas o los eventos por venir. La modalidad de la preocupación que es más
insidiosa y dañina para el ejercicio de la meditación es el remordimiento. Este estado
mental surge a raíz de las transgresiones morales y toma un carácter auto-destructivo,
auto-recriminatorio, de resentimiento, odio o humillación hacia uno mismo. Esta es una
actitud que deriva, en cierto grado, de la influencia cultural en occidente, en donde los
sentimientos de culpa se han arraigado por condicionamiento. Cabe notar aquí que en
las culturas buddhistas orientales no existe la noción del pecado y, por otra parte, la
noción de remordimiento no es común en la mentalidad buddhista. Una de las razones
fundamentales es que la moral buddhista no es una moral basada en un teísmo
autoritario, sino en el entendimiento de la verdadera naturaleza de la realidad.

La moral
en el buddhismo no es un fin, sino un medio para lograr el entendimiento pleno, es
decir, la perfección espiritual. Por otra parte, el otro factor fundamental y concreto en
que se basa, es el de satisfacer la necesidad espiritual básica de trascender todo estado
mundano. El Buddha nos dice que “Cuando la mente se ha desarrollado totalmente
mediante el entendimiento, entonces se torna completamente libre de las corrupciones —
propiamente de las corrupciones de la sensualidad, del deseo de “ser”, de las nociones
erróneas, y de la ignorancia (D.II, p.81).” Este es el resultado final en el que descansa el
edificio de los valores morales en el Buddhismo Theravada. La tarea del meditador
consiste en desconstruír las estructuras psicológicas potencialmente autodestructivas
(por ejemplo, las basadas en el esquema dual de remuneración y castigo),
posteriormente reemplazándolas por alternativas constructivas basadas en el
discernimiento y la sabiduría introspectiva. Esta alternativa se inicia con el desarrollo de
dos actitudes fundamentales para el bienestar psicológico y social a nivel muy profundo.

Estas son llamadas en pali hiri-ottappa, y su importancia no debe ser sobreestimada. Son
de tan fundamental importancia que el Buddha las llama “Las dos cosas lúcidas
protectoras del mundo”; hiri y ottappa pueden traducirse como vergüenza moral y temor
hacia la consecuencia de las acciones inmorales. Lo primero significa la vergüenza que
se experimenta cuando nos concientizamos de nuestras acciones inhábiles, y se
caracteriza por el disgusto con respecto a lo malsano; lo segundo conlleva en forma
implícita la noción de causa y efecto en el ámbito moral; ésta puede variar desde una
noción superficial, hasta el conocimiento bien establecido de los diversos aspectos y
principios de la ley del kamma. El auto-respeto está directamente asociado a hiri; la
ausencia de este factor mental está relacionado con el común problema de la carencia de
autoestima. La ausencia de vergüenza moral como factor interno, complementa la
susceptibilidad a conformar la personalidad y el aspecto físico de la persona con los
patrones de expectativa socio-culturales (factor externo). Afortunadamente, estos dos
factores de lo mentalmente sano son susceptibles de desarrollo, y una vez que se
establecen firmemente, salvaguardan la integridad y estabilidad psíquica del individuo,
así como la armonía social. Ambos proveen el fundamento de la moral buddhista. El
salvaguardarlos en uno(a) mismo(a) garantiza la tranquilidad y auto-confianza, y
culmina para el practicante con la integración total de la personalidad y la perfección
espiritual. La marca de este logro es el fin irreversible de todo conflicto moral.

El símil que nos da el Buddha para la duda es el de agua lodosa. La turbidez debida al
lodo suspendido en el agua impide ver el fondo del recipiente que la contiene. En este
caso, lo primero que se debe hacer es dejar de agitar esa agua, con el objeto de que el
lodo se asiente en el fondo. El equivalente con respecto a la mente consiste en promover
inicialmente la calma y la paciencia con el objeto de lograr una mente serena. Cuando la
mente se encuentra serena, entonces está en la mejor capacidad para esclarecer
cualquier situación, procediendo a tomar el curso de acción mas indicado. Los remedios
para deshacerse de la duda se mencionan más adelante, en el contexto de la siguiente
serie de símiles.

Source : sambodhi.iespana.es

Artículo anteriorEL SOL DEL BODHISATTVA – Poema budista, José Manuel Martinez
Artículo siguienteZem — Vuelve aquí