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Akshobya: el Buda Azul – Parte I – El cetro del Vajra

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Akshobya: el Buda Azul

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Introducción

Este texto es un capítulo tomado del libro “Meeting the Buddhas” (Conociendo los Budas) escrito por Vessantara, un miembro de la Orden Budista Occidental. El libro presenta las figuras de los Budas “arquetípicos” – es decir – Budas simbólicas sin necesariamente tener una existencia histórica. Vessantara evoca nuestra imaginación para llevarnos a concer estas figuras. El Buda Akshobya que conocemos en el texto presente es uno de cinco budas que componen el importante “Mándala de los Cinco Budas”.

Parte I

AKSHOBYA

No puedes recordar cuanto tiempo llevas viajando, por mucho rato sólo has estado tú, tu balsa y el mar. Es de noche, y navegas guiado por las estrellas. Por momentos, echando una mirada hacia el universo, sientes como si la Tierra fuera tu balsa, conduciendo su curso a través del firmamento hacia algún cielo por mucho tiempo buscado.

Conforme avanza la noche los mares se vuelven menos turbulentos, los vientos son más favorables y puedes dormir. En tus sueños, eres un príncipe en busca de tu reino, una sacerdotisa esperando a un mensajero, hay focos de luz brillante en un escenario vacío. Por un momento eres el foco, tintineando, brillante. Eres el escenario, infinito en posibilidades. Entonces una figura de túnica blanca aparece en el resplandor del escenario. Con un lento gesto abre su capa por su pecho. Hay un universo dentro de su corazón.

Cuando despiertas, la luz del amanecer está iluminando el cielo y puedes ver tierra hacia el este. Te diriges hacia ella a través de un tranquilo y suave mar hasta que eventualmente tu balsa entra a una bahía en calma. Las aguas tranquilas frente a ti reflejan el contorno de un extraordinario edificio. Es un palacio hecho de cristal, con ventanas elevadas, y altas torres incrustadas de zafiros. Está fuertemente construido y cimentado con vajras doradas.

Levantando tus ojos de los reflejos del agua, miras el palacio mismo, sus puertas son dos grandes semicírculos, los cuales se encuentran en una gran luna. Ellas también son de cristal el cuál refleja el agua, tu balsa y a ti.

Mirando hacia adentro, ves las cosas como son, en su desnuda simplicidad. Te ves a ti mismo en ese momento, sin juicios, sin aceptar o rechazar nada – eres sólo un reflejo más en las puertas de la luna.

Después de darte su mensaje, las puertas giran abriéndose. Estás entrando al reino del Buda Akshobya (inmutable e imperturbable). Estás siendo admitido en su Tierra Pura, en donde todo es un recordatorio del Dharma y una motivación en el camino hacia la iluminación.

Akshobya está sentado en el corazón de su reino, en un inmenso trono de loto azul, sostenido por cuatro enormes elefantes. El cuerpo del Buda esta hecho de una luz azul profunda, el color del cielo al anochecer en los trópicos. Tiene pelo oscuro, está vestido con túnicas ricamente decoradas y sentado en una postura de loto completo. Todo su cuerpo irradia luz. Su mano izquierda descansa totalmente relajada sobre sus piernas. Sobre su palma sostiene un Vajra dorado, hacia arriba.

Su mano derecha va hacia abajo, con la palma hacia adentro. La punta de sus dedos azules apenas tocan el cojín blanco en forma de luna en el que está sentado. Hay algo que te habla en su gesto. Es un llegar a casa, golpea el fundamento de la existencia, es la respuesta a todas las preguntas. Toda su figura transmite inalterable confianza. Está tan firme que nunca nada podría alterar su postura.

Sonríe y toda la tierra comprende. La cualidad especial que transmite es sabiduría. Al entender el significado de ese gesto, todos los habitantes de su Tierra Pura se convierten en sabios, y entran una etapa del camino a la Iluminación del cual no hay retorno.

En su corazón hay una sílaba hecha de una luz azul tenue – hum – símbolo de la integración de lo individual y lo universal. De su corazón hace eco el mantra que personifica su sabiduría. Su sonido llega a todos los rincones de su reino, suave y mesurado como el llamado de un gran tambor: om… vajra… akshobya… hum.

El sonido del hum tiene toda la certeza inalterable con la cual un elefante pisa la tierra con su pie sobre. Tiene la misma cualidad inalterable como los dedos del Buda tocando la tierra. Es una estampa, un sello de la Realidad. Tal como una acción en un momento del tiempo, una vez que el momento ha pasado, nunca podrá ser borrado o deshecho.

Viendo y escuchando todo esto, tu mente se vuelve absolutamente tranquila y en calma. Cada momento es una experiencia total, la cual tu sientes completa y profundamente. No carece de nada, está completa como está. Todo es sólo un perfecto reflejo en el espejo de tu mente.

AKSHOBYA Y EL CETRO DEL VAJRA

Ahora que hemos entrado al mándala y hemos llegado frente a frente con Akshobya (Mikyopa en Tibetano), es tiempo de aprender un poco más sobre él. La devoción hacia él apareció temprano en la historia budista y juega un papel central en varios Sutras Mahayana.

En el Sutra Akshobya Vyuha el Buda Shakyamuni describe la historia de Akshobya. Hace años en una tierra llamada Abhirati (regocijo intenso) un Buda llamado Vishalaksha encontró a un monje que quería hacer votos para ganar la iluminación por el bien de todos los seres vivientes. El Buda le advirtió que ésta sería una tarea ardua ya que para lograr su objetivo debería renunciar todos los sentimientos de enojo. En respuesta, el monje tomó una serie de grandes votos; nunca dar paso al enojo o la malicia, o premeditación o mala intención, nunca comprometerse en la más mínima acción inmoral, y muchas otras. Durante eones sostuvo sus votos de manera inalterable (akshobya en Sánscrito) y como resultado llegó a ser un Buda con ese nombre y creó la Tierra Pura o Campo de Buda (Buddhakshetra en Sánscrito).

La Tierra Pura es una palabra que expresa la conciencia iluminada de un Buda. Surge a través de la infinidad de acciones meritorias que ha realizado. Es un mundo en él que existen las condiciones óptimas para progresar rápidamente en el camino a la Iluminación. Muchos seguidores del Mahayana centran su aspiración en renacer en una u otra de las grandes Tierras Puras descritas en los Sutras Mahayana. La Tierra de Akshobya se representa situada al este de nuestro mundo, a una distancia impensable, y como la tierra en la cual él realizó su primer voto, es llamada Abhirati.

La descripción que he dado del reino de Akshobya en la introducción a este capítulo está diseñada para sobresaltar las cualidades con las que se le asocia, en lugar de seguir la descripción tradicional de su Tierra Pura. En el Sutra Akshobya Vyuha, Abhirati se describe como una tierra en la cual los jazmines y palmeras se mecen con el viento creando sonidos celestiales que sobrepasan toda música mundana. Es un mundo en el cuál todos viven en el regocijo del Dharma, abunda la comida y la bebida, no hay enfermedad y sus mujeres son hermosas, y “nunca sufren dolores de menstruación”. Lo más importante de todo, quien quiera que re-nazca ahí logra el estado de no-retorno – ellos alcanzan un estado de desarrollo espiritual en el cual la Budeidad está asegurada.

Tal vez el sutra más conocido en el que aparece Akshobya es “la Perfección de la Sabiduría en 8,000 líneas”. Akshobya es una figura particularmente importante en los Tantras, porque al igual que todos los Budas del mándala, no está solo. Akshobya es la cabeza de una kula o “familia” de figuras espirituales. En su familia se encuentran muchas de las “deidades patrones superiores” (o Yidams como se llaman en Tibetano) del Tantra Supremo. Encontraremos algunas de estas figuras en el capítulo veintidós. Aparte de la mayoría de estos yidams, otras dos figuras, Vajrapani y Vajrasattva, son tan importantes que tienen capítulos propios (ver capítulos catorce y veinte).

La familia espiritual de Akshobya es llamada la familia Vajra. El vajra (en sánscrito, dorje en Tibetano) es el simbólico diamante o trueno diamantino. En el último capítulo encontraremos una muralla de vajras circundando el mándala. Akshobya tiene un solo Vajra, como cetro diamantino, colocado recto hacia arriba en su palma izquierda. Es un emblema de soberanía que tiene Indra, el rey de los dioses en la tradición Indú. Sin embargo, es mucho más que sólo un signo monacal.

El acertijo estudiantil “¿Qué pasa cuando una fuerza irresistible se encuentra con un objeto inamovible?” tiene una respuesta en el Budismo Tántrico. Simplemente funde los dos juntos para formar un vajra.

El vajra tiene todas las cualidades inmutables de un diamante – tan fuerte que nada puede cortarlo ni hacer una impresión en él. Al mismo tiempo es una fuerza irresistible. Es un pariente oriental del trueno empuñado por Zeus y Atenea en la mitología Griega, y del martillo de Thor, el dios de las tormentas en la mitología Nórdica. Es el trueno que puede destrozar cualquier cosa que se cruce en su camino.

Para el Budismo, es la realidad trascendental la que tiene estas inmutables e irresistibles cualidades. Todo lo mundano es mutable y cambiante. Por lo que el vajra se convierte en el símbolo de la realidad y de la sabiduría intuitiva que la conoce. El vajra se presta a sí mismo para nombrar al Budismo Tántrico – el Vajrayana. Esta es la clase de Budismo que tiene el punto de vista de la Realidad Ultima como punto de partida. En casi todos los rituales tántricos el lama sostiene un Vajra en su mano derecha. Muchas de las ofrendas en los rituales tántricos también tienen un prefijo con la palabra “vajra”. Por lo que uno ofrece “Vajra flores” y etc. Todo esto es un recordatorio para ver todo en términos de su naturaleza vacía.

El vajra estilizado utilizado en los rituales tántricos tiene cuatro partes principales. En su centro hay una forma de huevo, representando la unidad primordial de todas las cosas antes de que “caigan” en el dualismo. Emergiendo a cada lado de la forma de huevo hay flores de loto. Con ellas nace el mundo de los opuestos, incluyendo los opuestos de samsara y nirvana, ignorancia e iluminación. De cada una de las protuberancias sale la cabeza de un animal extraño, un makara. Esta es una especie de cocodrilo, cuya naturaleza anfibia indica el encuentro con las alturas de la conciencia y con las profundidades de lo inconsciente. Entonces cada cabo del vajra se ramifica en una serie de puntas. Normalmente hay cuatro en cada lado, las cuales finalmente se reúnen en el tope del vajra. Corriendo verticalmente a través de todo el vajra hay otro cabo. Por tanto, si uno mira el final del vajra, lo que uno ve es un arreglo en forma de mándala, normalmente con cuatro rayos alrededor de un punto central.

Se entiende que una punta del vajra representa las cualidades negativas que nos encadenan a samsara, la otra las cualidades espirituales que nos liberan. El gran logro del Tantra es que su perspectiva es lo suficientemente amplia para unir a las dos. Por lo que el mismo eje corre a través de las dos mándalas. Para el Tantra incluso fuerzas negativas tales como odio o envidia se ven simplemente como la obra pura de la Realidad. Y más allá de eso, sugiere que hay correlaciones entre las cualidades negativas y las de la Iluminación. Re-dirigidas, las energías que están sujetas a la avaricia, orgullo y otros estados no hábiles pueden ser usadas para alimentar nuestra persecución de la Iluminación.

Para darle la mayor fuerza posible a este punto, el Tantra asoció cada aspecto de lo mundano con una cualidad espiritual. Por ejemplo, viendo la tabla de correlaciones verás que Akshobya está asociado no sólo con sabiduría sino también con el amanecer, el agua, y la forma e incluso con el odio, ritos de destrucción y los infiernos.

El Tantra nunca aprobaría el odio dirigido hacia cualquier ser viviente. No obstante, el odio puede ser redirigido y usado para aumentar nuestro desarrollo. Cuando tenemos una experiencia de esta naturaleza, con frecuencia hay una especie de claridad, de fría precisión en la forma en la cuál vemos los errores en las cosas. Es un estado totalmente carente de sentimentalidad o vaguedad. Sólo tenemos que ver cuál es el verdadero enemigo. Una vez que odiamos el sufrimiento y la ignorancia, y estamos determinados a destruirlos, esa energía nos conduce a la Tierra Pura de Akshobya en lugar de llevarnos a los infiernos de la violencia y la desesperación.

Examinar las diferentes correlaciones con cada uno de los cinco Budas, haría este libro muy largo. He señalado algunas de ellas al describir sus reinos, otras puedes verlas y reflexionar sobre ellas en la tabla de correspondencias. Es suficiente que veamos la idea: que para el Tantra todo es un recordatorio, incluso una expresión de la Realidad. El amanecer, el color azul, incluso un vaso con agua, todos pueden traernos a Akshobya a la mente. Cuando ves todo de esta forma, el mundo ordinario de las apariencias empieza a convertirse en la Tierra Pura.


Akshobya: el Buda Azul – Parte I – El cetro del Vajra

Akshobya: el Buda Azul – parte 2 – TOCAR LA TIERRA

Akshobya: el Buda Azul – Parte 3 – LA SABIDURÍA COMO UN ESPEJO

Akshobya: el Buda Azul – parte 4 – MEDITACIÓN EN LA VACIEDAD

Fuente www.librosbudistas.com

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