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Por qué la meditación anula el dolor

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Muchos maestros de yoga dicen no sentir dolor cuando están meditando. Para comprobarlo, un equipo de investigadores nipones ha examinado la actividad cerebral de un maestro de yoga. Efectivamente, cuando se le hace daño durante la meditación en su cerebro no se activan las zonas relacionadas con el dolor.

El maestro de yoga estudiado por los autores ya había participado en otras investigaciones sobre qué sucede en el organismo durante la meditación, aunque hasta el momento ningún estudio se había centrado en la percepción del dolor. Un canal de televisión japonés, la TBS, presentó a este maestro de yoga a uno de los autores del nuevo estudio, Ryusuke Kakigi, investigador del Instituto Nacional para Ciencias Fisiológicas (en Okazaki, Japón), para hacer un programa científico. Kakigi acabó haciendo una investigación sobre el sujeto.

El ‘maestro’, de 65 años, había practicado yoga durante casi cuatro décadas, y solía mostrar que no sentía el dolor clavándose agujas en la lengua o en los carrillos. En la investigación de , publicada este mes en el ‘European Journal of Pain’, los autores decidieron ver qué sucedía cuando le aplicaban un dolor que nunca antes había experimentado: un rayo láser aplicado en el dorso de la mano o del pie.

El experimento

La prueba se hizo mientras el hombre estaba meditando y en un estado ‘normal’. En este último experimento, dijo que sentía una dolorosa sensación (una especie de pinchacito), mientras que cuando estaba meditando dijo no sentir nada, únicamente una ligera sensación de que le estaban tocando.

En ese momento, «el lóbulo frontal y el parietal, que no están activos en los sujetos normales ni en este sujeto cuando no meditaba, fueron muy activas. Creo que estas zonas inhibían el mecanismo de percepción del dolor durante la meditación», explica a elmundo.es Kakigi.

Por el contrario, durante la meditación no se registró un aumento o éste fue inapreciable en tres zonas cerebrales: la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula (dos regiones cerebrales situadas en la misma zona), el tálamo y, en tercer lugar, la corteza cingulada. El dolor suele correlacionarse con un incremento del flujo sanguíneo en estas estructuras cerebrales.

Según el neurocientífico nipón, la ínsula juega «un papel principal en los aspectos emocionales del dolor», al igual que la corteza cingulada o la amígdala, como el miedo al dolor, el recuerdo de sensaciones desagradables… mientras que la corteza somatosensorial secundaria interviene en la percepción primaria del dolor (dónde duele, cómo, etc).

Aplicaciones

«Si podemos controlar el dolor por medio de esfuerzos fisiológicos, será muy útil. O si podemos activar las regiones cerebrales que pueden inhibir la percepción mediante algunos fármacos, también será valioso», explica el investigador nipón.

«En todo caso, hemos confirmado que cierto grado de percepción del dolor puede controlarse mediante la emoción o la atención, así que la psicoterapia o cambiar el entorno podría ser útil para los pacientes que sufren dolor grave», agrega Kakigi.

De hecho, en esta línea van los próximos pasos de su investigación. «Yo siempre estoy pensando en cómo ayudar y dar apoyo a los pacientes con dolor grave. Los fármacos son eficaces, pero espero encontrar más métodos psicológicos que los complementen. Dado que soy tanto neurólogo clínico como investigador en neurociencia, me gustaría combinar mi conocimiento y experiencia de estudios clínicos y básicos para ayudar a los pacientes», concluye.


Por: Isabel Espiño

Publicado en: www.elmundo.es




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