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La meditación: una fuente inagotable de luz interior

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La meditación:
una fuente inagotable de luz interior

Por Saddhajoti (miembro de la Orden Budista Occidental)

“El arte de la meditación es el arte de estar contigo mismo” (Paramamanda, 1996. Cambia tu mente.)

meditacion-3.jpgEmpiezo esta breve contribución con esta cita de Paramananda, porque me parece que encierra una verdad muy profunda y a la vez extraordinariamente sencilla. De hecho, precisamente por su sencillez nos cuesta trabajo comprender su relevancia. ¿Qué significa estar con nosotros mismos?, ¿por qué no se nos da con facilidad?, ¿por qué es importante aprender a hacerlo?, ¿porqué llamarlo un arte? Como lo sugiere Paramananda, la meditación está muy relacionada con la contemplación. A pesar de que involucra cierta técnica, es mucho más que eso, pues en ella participa todo nuestro ser: la percepción, las emociones, la mente, la inspiración… En realidad, más que una técnica, se parece más a un arte.

Aunque la meditación se utiliza en diferentes tradiciones y contextos (en el budismo, el hinduismo y otras religiones orientales; en algunas ramas del cristianismo y en ciertas formas de psicoterapia; como una herramienta para la reducción del estrés, o para el logro de objetivos específicos), aquí me estaré refiriendo particularmente a la meditación budista, pues sin duda ha sido en esta tradición espiritual en la que ha recibido mayor atención y desarrollo. En este contexto, la meditación se concibe como una herramienta fundamental de autoconocimiento y de desarrollo de la conciencia y, por lo tanto, constituye un agente crucial en la transformación de la mente que involucra la práctica budista. Tradicionalmente la meditación budista se ha dividido en dos grandes grupos: la samatha (o shamatha) y la vipassana (o vipashyana). La palabra samatha proviene del pali y significa calma o tranquilidad. Así, la meditación samatha consiste en el cultivo de una mente serena a partir de la cual puede surgir una visión más clara, más completa y más objetiva de la realidad. Este sosiego mental se cultiva a partir de depositar nuestra atención de manera dirigida y sostenida en algún aspecto particular de nuestra experiencia (el objeto de la meditación, por ejemplo, la respiración), involucrándonos en una contemplación suave y receptiva del mismo, y permitiendo que en este proceso surja la concentración. Una mente concentrada y atenta, puede ser una fuente sublime de bienestar y claridad, pero no de un bienestar fabricado o artificial, sino profundamente humano y verdadero, que surge de nuestro propio ser, basado en una apreciación sencilla y plena del momento presente.

Por su parte, la palabra vipassana significa percatación (insight, en inglés). Así, la meditación vipassana nos lleva a una experiencia de Darnos Cuenta de algún aspecto de la realidad. Escribo Darnos Cuenta con mayúsculas porque se trata de un verdadero abrir de ojos, un abrir de la conciencia a algún aspecto fundamental de la realidad que antes no habíamos internalizado en toda su magnitud y relevancia.

Realmente no existe una clara línea divisoria entre meditación samatha y vipassana, pues una práctica samatha puede llevar a cierto nivel de percatación, y una vipassana contiene un elemento importante de samatha. De hecho, hay maestros que no encuentran útil esta subdivisión, y que introducen a la meditación sólo invitando a una quietud atenta de la mente, sin buscar cerrar la concentración en un solo objeto, sino cultivando una actitud mental expansiva y abierta de quietud y reposo, en la que la claridad radiante de la mente puede notar con nitidez todo lo que va apareciendo en la experiencia. Este es el enfoque de la meditación zen, por ejemplo.

Aunque la meditación puede ser una actividad muy placentera y nos puede traer muchos beneficios, es importante acercarse a la meditación sin una expectativa en particular, sin buscar o desear algo específico, sino con una actitud más parecida a la curiosidad, la apertura y la receptividad. El verdadero efecto de la meditación se empieza a hacer evidente en nuestra vida cotidiana, afuera del cojín de meditación, cuando empezamos a ver que poco a poco vamos abriendo los ojos a la vida, mirando al mundo de una forma más nítida y despierta. Lo mismo sucede con la práctica de yoga, la cual, además de involucrar activamente al cuerpo, constituye también un entrenamiento en el desarrollo de la atención y la conciencia. Tanto la meditación como la yoga son herramientas de transformación interior que pueden llevarnos a descubrir en nosotros mismos a seres humanos más íntegros, más plenos y más compasivos.


Dharmacharini Saddhajoti, directora del Centro de Retiros Chintámani miembro de la Orden Budista Occidental.

Fuente: www.federacionyoga.com




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