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Sri Lanka, el regreso de la armonía

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Pescadores en la Costa Sur de Sri Lanka, en Weligama. Subidos a postes de madera de tres o cuatro metros y con una barra perpendicular, denominada ‘petta’, en la que se sientan, pescan arenques y caballas. / STEVE McCURRY
Pescadores en la Costa Sur de Sri Lanka, en Weligama. Subidos a postes de madera de tres o cuatro metros y con una barra perpendicular, denominada ‘petta’, en la que se sientan, pescan arenques y caballas. / STEVE McCURRY

Por fin puede ser visitada Jaffna, la capital tamil en el extremo norte de la isla. Ya figura en los circuitos turísticos y resulta accesible sin dificultad después de cuarenta años, signo de que ha acabado la dualidad que afectaba al turismo de la vieja Ceilán, rebautizada Sri Lanka a partir de 1972. A lo largo de cuatro décadas, el sosegado ambiente que envolvía a la vida en el centro y sur de la isla configuraba un espacio ideal para un turismo de plurales destinos, en abierto contraste con las noticias de la prensa que hablaban de brutales atentados. Por un tiempo incluso fue clausurado el acceso a los centros arqueológicos cercanos al conflicto.

Todo acabó con la victoria militar del Ejército sobre los tamiles en 2009. Volvió la calma y con ella un rapidísimo crecimiento económico, visible en la transformación urbanística que experimenta hoy Colombo, la capital. Paralelamente tuvo lugar también la subida en flecha de un turismo animado a partes iguales por los incentivos que proporcionan las antiguas capitales anteriores a la conquista británica de 1815, por la hermosura de un paisaje salpicado de parques naturales y por las playas abiertas al océano.

Solo que con el crecimiento del parque de vehículos y el desarrollo urbano, sin otro cambio que un mejor asfaltado, la situación se ha hecho difícil. Algo de sobra conocido en otros lugares asiáticos, aun sin llegar al atasco total de Bali. Cada camino es una jungla con frenazos, tuktuks, camiones de frente y continuos zigzags. Menos mal que los cingaleses, temerarios al conducir, son también tolerantes y nadie piensa en favorecer un choque ni se enfada.

Una majestuosa escalera

Imagen de Buda reclinado en Polonnaruwa (una de las antiguas capitales de Sri Lanka), con las líneas de los pliegues de la túnica talladas armoniosamente en la roca. / STEVE McCURRY
Imagen de Buda reclinado en Polonnaruwa (una de las antiguas capitales de Sri Lanka), con las líneas de los pliegues de la túnica talladas armoniosamente en la roca. / STEVE McCURRY
Los grandes centros arqueológicos se agrupan en el interior, al norte de la capital histórica, Kandy. En ese espacio, varias localidades se alternaron en la capitalidad. Cuando lograron una posición estable, sustentada en la irrigación de la tierra –los tanks, depósitos artificiales de construcción real–, el dominio se consolidó por largo tiempo: Anuradhnapura, en el primer milenio; Polonaruwa, entre los siglos XIII y XIV. Cuando los reyes optan por encastillarse en baluartes defensivos, su dominio es efímero, como en Yapahuwa (siglo XIII), o en Sigiriya (siglo V), si bien es cierto que también alcanzaron allí sus construcciones la máxima belleza.

Es el caso de la majestuosa escalera que constituye el único resto de Yapahuwa, al borde del camino del Norte, entre Colombo y Anuradhnapura. Recibe pocos visitantes, aun cuando la escalera y su remate, con un par de leones de impronta jemer, sea un monumento único en la isla. Al completar la subida, el viajero encuentra ante sí un mar verde sin límites. Hora y media más tarde, al alcanzar la capital histórica de Anuradhnapura, el panorama cambia, se hace más complejo con la sucesión de construcciones y el hormigueo de cientos de creyentes que van a recogerse ante el árbol santo, el árbol de boj, retoño de aquel bajo el cual Buda recibiera la iluminación. Las enormes estupas dan fe de la grandeza del poder que ordenó su construcción, si bien son elementos singulares los que provocan una impresión comparable a la de Yapahuwa: las piedras lunares, losas semicirculares que hablan de la circularidad de la vida, y la serenidad de las estatuas de Buda en postura samadhi, de meditación.


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