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La influencia religiosa de Confucio (1/2)

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La influencia religiosa de Confucio

confucio.jpgLa influencia de Confucio (551 a. C. – 479 a. C.)en la religiosidad posterior sorprende si se tiene en cuenta que él no era un profeta ni un místico. Se consideraba más bien un caballero civilizado y su búsqueda de una sociedad armoniosa y ordenada se basó más en criterios sociales y éticos que en principios religiosos.

Aunque no restaba importancia al culto de los antepasados y creía en el cielo, Confucio evitó siempre la especulación religiosa. Sus enseñanzas eran muy pedagógicas y en ellas estaba excluido el sentido del humor. Por tanto, era más un sabio amable que un gurú o un santón. Durante su vida, no lo siguieron muchos discípulos, pero los tres siglos posteriores a su muerte vieron el desarrollo del confucianismo como un sistema de valores filosóficos, éticos, sociales y -aunque no fuera su intención- religiosos.

De Mencio a los jesuitas

El seguidor más importante de la doctrina de Confucio fue Mencio, que vivió dos siglos más tarde que el maestro. Mencio se centró en la parte más moral de la doctrina confuciana y elaboró una teoría basada en la metáfora de que las semillas del bien existen en todo ser humano, pero deben ser regadas para que crezcan. Otro confucianista, Xun Zi, basándose en la doctrina de Confucio, llegó a conclusiones opuestas a las de Mencio: puesto que la gente no es innatamente buena, se han de prevenir -siguiendo los libros confucianistas- las conductas malvadas para evitarlas.

La tradición humanista inaugurada por Confucio en China sufrió períodos de silencio coincidiendo con las dinastías autoritarias y las grandes guerras. Pero la paz que siguió al siglo II a.C. estableció las condiciones idóneas para que el confucianismo se convirtiera poco a poco en la doctrina oficial del estado. Esta doctrina perduró tantos siglos que sólo la llegada del comunismo consiguió acabar con ella.

Casi mil años más tarde de la muerte de Confucio, los jesuitas establecieron misiones en China. Estos cultos clérigos se plantearon, antes de empezar a cristianizar a los chinos, la posible compatibilidad de la doctrina confuciana con los dogmas católicos. La conclusión positiva fue rápida: no sólo lo era, sino que Confucio fue llamado el «Aristóteles chino» y como había hecho santo Tomás con el filósofo griego, procedieron a la cristianización de las ideas del sabio chino. A partir del trabajo del padre Matteo Ricci (1552-1610), Confucio fue estudiado en Occidente y ello explica que nos haya llegado la versión occidentalizada de su nombre: tanto Confucio como Mencio son latinizaciones de los nombres Kong Fuzi y Mengzi y son las denominaciones que se han popularizado.

El neoconfucianismo

Sin embargo, quinientos años antes de que llegasen los cristianos, las ideas de Confucio ya habían dado lugar en el imperio chino a varias reelaboraciones que los historiadores han llamado neoconfucianismo.

Fue durante la dinastía Song (siglos X-XIII) cuando los estudiosos empezaron a establecer una tradición confuciana que se caracterizaba por contrastarla con pensamientos de mayor raigambre religiosa, como el taoísmo o el budismo. No obstante, la distinción no siempre fue precisa; el pensador del siglo IV Mouzi ofrece una clara visión al respecto: «Los sutras dicen que todos los seres sintientes pertenecen a Buda, así que le honro: pero ¿por qué debería rechazar el camino de los sabios confucianistas? El oro y el jade no se dañan el uno al otro». El confucianismo rara vez ha sido excluyente.

Las dos escuelas confucianas que surgieron de esta perspectiva en los siglos siguientes fueron la del Principio y la de la Mente. La escuela del Principio, liderada por Chu XI en el siglo XII, aboga por la importancia del estudio intelectual. Por el contrario, la escuela de la Mente, fundada por Wang Yangming en el siglo XV, se basa en el valor de la intuición. Pero detengámonos un poco más en ellas.

Chu XI basa su sistema en que todo el universo se fundamenta en un elemento material adornado por un principio subyacente llamado Li. Asimismo, pensaba que era necesario estudiar los antiguos textos (especialmente los de Confucio) para alcanzar la sabiduría, cuya posesión otorga al ser humano un estado de plenitud. Chu XI superó las ideas algo retrógadas de los fundadores -cien años antes- de la escuela del Principio, Cheng Hao y Cheng Yi.

Wang Yangming, con su escuela de la Mente, ofreció un camino menos académico y elitista a quien quisiera acceder a la sabiduría. Sus dos vías principales eran la meditación y la reflexión moral. Sus ideas triunfaron en un primer momento, pero tras la invasión manchú del siglo XVII la reacción típica de los tiempos de guerra acabó con la visión idealista de Wang y fue sustituida por otra más conservadora y basada estrictamente en los textos clásicos.

Sin entrar en consideraciones doctrinales profundas, es fácil comparar, por un lado, la divergencia confucianista entre la escuela de la Mente y la del Principio, por un lado, y el budismo Mahayana y Theravada, por otro. La escuela de la Mente y el Mahayana son abiertos y reformistas, mientras que la escuela del Principio y el Theravada se caracterizan por su concepción elitista y cerrada.

Hasta el fin del imperio, ya entrado el siglo XX, el confucianismo y el neoconfucianismo tuvieron tal importancia en la estructura ideológica, política y social de China que su tradición era cumplida en ritos palaciegos y de estado, cuyo más famoso exponente son los complicados exámenes de temática confuciana que los aspirantes a cargos públicos debían superar.

Cuando en 1949 el partido comunista de Mao Zedong declaró al gobierno chino ateo, el budismo y el taoísmo perdieron su importancia, aunque algunas asociaciones internas del propio partido consiguieron integrar algunas de sus costumbres en el sistema revolucionario. Bajo Mao, también el confucianismo cayó en desgracia (pese a que se reconoció la importancia de Confucio como educador histórico de la nación), pero a su muerte Deng Xiaoping recuperó cuando menos al personaje: a mediados de la década de 1980 se empezaron a celebrar tímidamente ceremonias en honor de Confucio.

Curiosamente, tras la revolución comunista en China, las tradiciones confucianas han tenido una clara continuación en la sociedad y el gobierno del país vecino, Corea.

Parte 2


Fuente: www.historia-religiones.com.ar

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