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Hazlo tú mismo – Bhante Henepola Gunaratana

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Hazlo tú mismo

Bhante Henepola Gunaratana

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El Venerable Ānanda, el asistente personal del Buddha, dedicó veinticinco años a su servicio. El Buddha le instó en varias oportunidades a que se esforzara tenazmente y alcanzara la iluminación. Él conocía todo el Dhamma y las teorías de meditación. Sin embargo, como disfrutaba de servir al Buddha y a otros compañeros bhikkhus, descuidó su propio logro de la iluminación hasta que, finalmente, recibió una fuerte presión por parte de los 499 Arahants que se congregaban para llevar a cabo el Primer Concilio Buddhista. Estos insistían en que debía alcanzar la iluminación antes de la fecha designada para el Concilio, planeado para el tercer mes después de la muerte del Buddha.

El Buddha ya había dicho: «Monjes, mediten. No se distraigan. No permitan que sus mentes estén llenas de impurezas. No lloren ni se lamenten diciendo: ‘Esta vida está llena de problemas, llena de miseria, llena de dolor, llena de angustia’.» La mente no desarrollada a través de la práctica de la meditación de la atención plena crea tensión, ansiedad y preocupación. No sigas llorando y repitiendo los mismos errores. No puedes huir de la realidad. La vida no es color de rosa. Tiene altibajos y golpea por todas partes. Estos son hechos que enfrentamos todos los días.

La práctica de la meditación de la atención plena se parece a los amortiguadores de un automóvil. Si los amortiguadores no son buenos, verás qué difícil es manejar. Este vehículo nuestro –esta combinación de cuerpo y mente– está lleno de momentos difíciles semejantes. No hay cómo huir de ellos. Incluso si fueras a la luna (lo cual no es imposible hoy en día), lo harías con tu cuerpo y mente repletos de toda clase impedimentos aún presentes en la mente. No puedes dejarlos aquí e ir para allá. Te seguirán persistente y obstinadamente adondequiera que vayas, y continuarán molestándote día y noche. La mayor parte de las personas experimenta con tres soluciones.

Algunas perciben que el problema está «allá, en el mundo». Por lo tanto, piensan que corrigiendo el mundo, tratando de solucionar los males de la sociedad, pueden solucionar sus problemas. Desean volver el ambiente «apropiado y bello» y libre de problemas. Sólo entonces podrán vivir felices. De este modo, quedan absortas y, a veces, hasta obsesionadas en el trabajo de enderezar la sociedad. Por supuesto, el deseo de mejorar los males de la sociedad es, en sí, loable. Ven el sufrimiento, sienten compasión y actúan. Pueden mantenerse sumamente ocupadas tratando de corregir los males de la sociedad. Podrían llegar a pensar que se mantienen fuera del problema sin darse cuenta de que, en realidad, están olvidándose de sus propios mortificantes problemas. Siguen con sus propios dolores y sufrimientos sin atender principalmente por no tener tiempo para sí mismas. Estas personas son muy compasivas, comprensivas, listas para ofrecer su servicio a la sociedad desinteresadamente o sin esperar ninguna recompensa. Leemos numerosas noticias maravillosas de muchas de esas personas nobles que, a expensas del logro de su propia iluminación, dedican sus vidas a la sociedad. Las actividades externas pueden ser un obstáculo para la resolución de nuestros propios problemas.

Aunque vivamos en sociedad con otras personas, cada uno de nosotros posee su pequeño mundo propio, su visión acerca del mundo, su propia percepción y comprensión del mundo. Cada uno sigue sus percepciones y visiones del mundo. A veces podemos pensar que todos los problemas que experimentamos son generados por el mundo exterior. Por eso dirigimos nuestras energías hacia el mundo creyendo que dedicarnos a hacer algo para corregir la sociedad resolverá nuestros problemas.

La segunda línea de pensamiento que las personas siguen para resolver sus problemas es pensar que no existe ningún problema en absoluto. Creen que todo es imaginario. Piensan: «Yo existo por mí mismo, soy muy importante, estoy completamente solo y nada más importa para mí». El tercer modo de resolver los problemas personales es huir de nuestros problemas.

Podemos recibir un alivio o consuelo temporal pensando que el problema existe allá en el mundo exterior, o que no existe, o desviando nuestra atención hacia otro lado ignorando la existencia del problema, o huyendo del mismo.

La verdadera solución no se encuentra en ninguno de estos métodos. La verdadera solución, según la enseñanza del Buddha, es descubrir una manera de purificar el instrumento, el agente, lo que hace al mundo feliz o infeliz, pacífico o miserable, agradable o doloroso. Aquello que crea problemas y sufrimiento para todos. Este instrumento es nuestra mente. La purificación de esta mente es uno de los propósitos de la meditación de la atención plena.

Como todos sabemos, todos nuestros pensamientos, palabras y acciones se originan en la mente. La mente es la precursora. Todos los estados que experimentamos son fabricados por la mente. Son creados en la mente, dirigidos y conducidos por la mente. La mente los pone en acción. «Todas las acciones son dirigidas por la mente; la mente es su amo, la mente es su creador. Actúa o habla con un estado impuro de la mente y el sufrimiento te seguirá como la rueda de una carreta sigue la pata del buey. Todas las acciones son dirigidas por la mente; la mente es su amo, la mente es su creador. Actúa o habla con un estado puro de la mente y la felicidad te seguirá como tu sombra te sigue sin apartarse.» (Dhammapada, 1-2)

La analogía del buey que tira de la carreta es la más adecuada para ilustrar nuestros problemas. El buey que tira de la carreta no disfruta de ello. No está contento con su carga; no le resulta un placer. Este pobre buey tirando de la carreta la está pasando malísimamente. Todo el peso de la carreta está sobre sus hombros y siente dolor. Para él hubiera sido mejor no haber nacido. La condición del buey es comparada con la condición de ignorancia y estupidez –no ver la verdad tal como es. Una vida no iluminada está repleta de ignorancia y entregada a toda clase de impurezas. Por consiguiente, una persona no iluminada que incurre en pensamientos, palabras y acciones con la mente impura, sufre tanto como el buey al tirar de la pesada carreta. Por otro lado, cuando hablamos o hacemos algo con la mente pura nos sentimos felices y no tenemos remordimiento ni dolor, ni sufrimiento siguiéndonos.

Nuestro propósito en la vida es mejorar cada día y llegar a ser felices. Hacemos muchas cosas para lograr la felicidad. Sin embargo, la mayor parte de las cosas que hacemos para lograr la felicidad puede generar infelicidad, dolor, sufrimiento y dificultades debido a que nuestras mentes no son puras. Es la mente pura la que puede generar felicidad, no la mente impura. Por eso, el primer objetivo al practicar meditación es purificar nuestra mente; eso genera paz y felicidad.

El segundo objetivo de la meditación es superar la pena y la lamentación. Cuando un meditador comienza a ver la verdad puede sobrellevar y conquistar la pena y la lamentación causadas por la impermanencia.

El tercer objetivo es superar el sufrimiento y la decepción causados por la codicia y el odio.

El cuarto objetivo de la meditación es transitar el camino de la sabiduría, el camino correcto que conduce a la liberación de la aflicción, la pena, la decepción, el dolor y la lamentación. Este es el camino de la atención plena –el único camino que nos libera del sufrimiento.

El quinto objetivo de la meditación es liberarnos por completo del dolor mental y las impurezas y librar a nuestra mente de la codicia, el odio y la ilusión.

Estos cinco objetivos son muy nobles. Cualquier otro objetivo de la meditación puede ser pasado por alto ya que no será capaz de generar estos resultados, de que tengamos verdadera paz y felicidad por haber eliminado nuestros problemas. No tratamos de ignorar o evitar nuestros problemas sino que, plenamente atentos, los enfrentamos y abordamos cuando surgen en nuestras mentes.

Ciertas personas simplemente quieren meditar sin tener ningún conocimiento básico de meditación. Piensan que el conocimiento de la teoría de la meditación es un impedimento. Esta actitud puede compararse con la de un viajero que desea dirigirse a un destino definido –digamos, Washington D.C. El viajero deposita toda su confianza en su habilidad y cree que sólo eso es suficiente para llegar allí. Puede que esta persona posea un vehículo –un automóvil. Entonces, se sube al auto, se sienta frente al volante y comienza a manejar. Sin embargo, no hizo ningún preparativo para el viaje. No conoce los caminos o las condiciones de las rutas o el pronóstico meteorológico. Ni siquiera ha consultado un mapa. Todo lo que tiene es un automóvil y confianza, y un poco de experiencia al volante. Probablemente el vehículo lleve la cantidad suficiente de gas, aceite y otros items, de modo que el viajero se sube al auto y arranca. Puede estar en la ruta por un largo tiempo gastando una buena suma de dinero en combustible, además de tiempo y energía. De hecho, manejar lo llevará a alguna parte, pero no necesariamente a su destino. Un conductor sabio, por otro lado, estudia el mapa en detalle, determina los desvíos y, tal vez, pregunte a otros más experimentados.

Si el conductor desea ir a Washington D.C., y existe un lugar llamado Washington D.C., lo encontrará. De igual manera, debemos tener un objetivo en la meditación. Queremos alcanzar este objetivo y realizar nuestro propósito. Y necesitamos de alguna orientación. No hace falta mucha teoría filosófica y especulativa. Las orientaciones son como señales de tránsito que debemos seguir para saber –no adivinar– si estamos yendo en la dirección correcta. Indudablemente, la confianza es necesaria pero, en sí, no es suficiente. Además, necesitamos conocer y entender la teoría.

Entonces, ¿qué es la meditación? ¿Cómo alcanzamos este objetivo de purificar la mente, superar la aflicción y la lamentación, superar el dolor y la decepción, transitar el camino que conduce a la liberación del dolor, del sufrimiento y del saṃsāra –este mundo de nacimiento y muerte?

Existe una manera de alcanzarlo. Cuando nos referimos a «el Camino» es posible que mucha gente se cierre. Podrían pensar que uno está tratando de venderles algo desaprobando todo lo demás en el mundo, y decir: «Si este es el único camino, no estamos dispuestos a comprarlo». Ahora, si deseas ir a Washington D.C., existen varias formas de llegar allá. Volar, por supuesto, es la manera más rápida en estos días. En otros tiempos, hubiéramos usado un automóvil o una embarcación, o sólo nuestras dos piernas. Cualquiera sea el medio de transporte, debemos recorrer una distancia específica para llegar a Washington D.C. Lo esencial es que lleguemos allá –ya sea por medios lentos o rápidos. Por lo tanto, «el Camino» significa «el Camino de la Atención Plena» que atraviesa una cierta distancia o área para que realicemos nuestro destino.

Este camino de la atención plena, sin embargo, no se encuentra en un área geográfica o en el espacio. Se encuentra en nuestra propia mente. Nosotros tenemos que hacer ciertas cosas. Ese hacer también es «el Camino» –la manera de cultivar nuestras mentes para llevar a cabo este viaje. Cultivar la mente significa practicar la atención plena. Cuando la atención plena no está presente, cuando estamos desatentos todo el tiempo, estamos atrapados en la duda y la ambigüedad. Estamos enredados en toda clase de confusión. No entendemos las cosas como realmente son. Para que nos sea posible llegar a nuestro destino, necesitamos una clara comprensión de dónde estamos. La clara comprensión nace de la atención plena. No importa qué otras cosas hagamos o a qué otras prácticas nos dediquemos, estas tienen sus propios propósitos y objetivos. Y sabemos que no purifican la mente.

La misma palabra meditación significa cultivo. Sabemos lo que quiere decir «cultivar la tierra». Sabemos que tiene que haber una tierra y algunos medios para cultivarla. Tenemos que hacer ciertas cosas, tales como cortar los árboles para limpiar la tierra, remover las malas hierbas, ararla una y otra vez y fertilizarla. Después podemos sembrar las semillas y nutrirlas, y crecerán ciertos cultivos. De igual manera, en la práctica de la meditación, necesitamos cultivar mentalmente la mente. No debemos sentarnos en un lugar y simplemente esperar que pase algo. Podemos esperar indefinidamente, o durante muy largo tiempo, sin que pase nada. Podríamos decir que hemos pasado muchísimo tiempo en meditación. Sentarse en un lugar sin hacer nada no es meditación. Y, además, sólo observar nuestra respiración todo el tiempo es inadecuado e insuficiente. Por supuesto, la atención plena de la respiración es una parte importante de la meditación. Sólo observar la respiración sin nada de atención plena se denomina meditación de tranquilidad; no obstante, no hay Recta Concentración sin atención plena. Sin embargo, comenzamos observando nuestra respiración. Esta meditación, que es particularmente distintiva del Buddhismo, se llama Meditación Vipassanā o de Insight [1]. Las orientaciones para la práctica de la meditación vipassanā están formuladas en el texto conocido como «Los Cuatro Fundamentos de la Atención Plena» [2].

Estos cuatro fundamentos de la atención plena son: la atención plena del cuerpo, la atención plena de las sensaciones, la atención plena de la mente y la atención plena de los objetos mentales. Los explicaremos uno por vez.

Tomemos la primera parte –atención plena del cuerpo. La atención plena del cuerpo se divide en seis secciones. La primera de ellas es la atención plena de la respiración. Ahora, ¿por qué la respiración está incluida en la atención plena del cuerpo? La respiración es una parte de nuestro cuerpo. Este cuerpo, tal como lo conocemos, está compuesto por cuatro elementos básicos: el elemento de la expansión (partes sólidas), el elemento de la cohesión (la parte líquida), el elemento del calor (radiación) y el elemento del aire (oscilación o movimiento). Por lo tanto, cuando tratamos de practicar la atención plena del cuerpo comenzamos con la atención plena de la respiración, que es el elemento del aire.

En esta meditación no nos vamos a ninguna tierra de hadas imaginaria. No intentamos inducir la autohipnosis. No intentamos descubrir los elementos místicos y ocultos del universo. No intentamos ser absorbidos por el universo entero. No tratamos de volvernos «uno» con totalidad el universo. Todas estas son palabras interesantes. Estamos tratando de usar esta personalidad nuestra: nuestro propio cuerpo y mente. Observamos con plena atención este cuerpo y esta mente y sus actividades, los investigamos porque son lo que llevamos con nosotros dondequiera que vamos. Este cuerpo y esta mente son nuestro laboratorio. Todo con lo que tenemos que trabajar está ahí –la materia prima, las substancias químicas, gases, calor, aire, agua, expansión–; todo está ahí. Es en este cuerpo, en esta personalidad que encontramos todo esto. Mi laboratorio es mi cuerpo y mi mente. Siempre trato de observarlos dentro de mí. No puedo trabajar en tu laboratorio. Tú tienes que trabajar en tu propio laboratorio. Muchos de nosotros nos olvidamos de nuestros propios laboratorios y tratamos de entrar en el laboratorio de algún otro. Intentamos ver lo que Fulano come, hace, con quién se asocia, a dónde va, qué lee, cuánto gana, etc. Siempre nos olvidamos de nuestros propios laboratorios. Nunca podemos saber qué hay en nuestro laboratorio interior. En esta práctica de meditación vipassanā nos volvemos introspectivos, conscientes y diligentes para observar lo que está sucediendo aquí, en este cuerpo y esta mente en el momento presente. De esto se trata la meditación vipassanā: la investigación metódica en nuestro laboratorio interior.

¿Los pensamientos alguna vez se detienen? – Venerable Henepola Gunaratana


Notas

[1] También conocida en español como Meditación de la Visión Clara o de la Visión Cabal.

[2] Satipaṭṭhāna Sutta, Majjhima Nikāya, 10.

Bhante Henepola Gunaratana, «Do It Yourself», Bhāvanā Society, High View. Traducción y notas: Alejandro P. de León, Buenos Aires, 2004. Corrección: María Isabel Zapico. Revisión: 05-Abr-2006.


Fuente: http://appamadanet.webs.com/

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