La dinastia T’ang de China (618-906) fue el marco histórico en el que floreció la escuela budista que hoy conocemos como Zen. La tradición remonta el origen del Budismo Ch’an (su nombre original en chino) a la llegada desde la India a China del legendario monje Bodhidharma en el año 520. Sin embargo, el Zen tal y como propiamente se distingue no daría comienzo hasta un siglo y medio después, con el episodio que culminó con el nombramiento de Hui-neng (638-713) como Sexto (y último) Patriarca en sucesión directa desde Bodhidharma. Es a partir de entonces cuando da comienzo la doctrina de la Iluminación Abrupta (o Súbita) y el Budismo Ch’an adquiere su formulación y sabor tipicamente chinos (con clara influencia del taoismo filosófico), asumiendo el estilo característico con el que hoy se le identifica. Este periodo se ha dado en llamar como «periodo-de-alta-actividad» o Edad de Oro del Zen; he aquí algunos de sus principales protagonistas.
Ma-tsu ( [Baso]; 709-788)
Ma-tsu está considerado unánimemente como uno de los grandes maestros de todos los tiempos, siendo uno de los que más contribuyó a la reformulación típicamente china del Zen. De Ma-tsu se dice que «tenía mirada de tigre y andares de búfalo, podía alcanzar con la lengua hasta cubrirse la nariz y tenía marcas en forma de rueda-de-mil-rayos en las plantas de los pies». Con él se consolida una particular forma de instrucción:
Un día, un monje fue a ver al maestro Ma-tsu en busca de iluminación:
«Maestro, ¿cual es el mensaje último de la doctrina de Buda?»
Ma-tsu se puso muy serio y dijo con solemnidad: «Te lo diré. Pero cuando se discute sobre estos temas tan profundos primero hay que hacerle una postración de reverencia al Buda»
El monje se aprestó a cumplir y adoptó la posición de postrarse, entonces el maestro le dio una gran patada en el culo. Esta inesperada patada llevó al monje a una risa incontrolada y disolvió por completo sus dudas; en ese instante alcanzó su satori. En los siguientes años, siempre decía: «Desde que recibí la patada de Ma-tsu, no he podido parar de reír».
Ma-tsu sostenía que «el Tao nada tiene que ver con la disciplina» e instruía a sus discípulos por medio de gritos súbitos, golpes y empujones, gestos sin palabras y bruscas paradojas. Cuando no le quedaba más remedio que dar un sermón, decía:
«Apartarse de lo malo y apegarse a las cosas buenas y meditar sobre el vacío y entrar en estado de samadhi [concentración]: todo esto es ‘hacer algo’. Quienes ‘hacen algo’, corren en pos de un objeto externo y son los que más alejados están del Tao.
(…)
Estos ‘oyentes’ están extraviados, no llegan a percibir que la Mente, como es en sí, no conoce de etapas ni procesos ni imaginaciones… Se disciplinan y así alcanzan resultados; se quedan en samadhi durante muchísimos kalpas [eones], se sepultan en el vacío y no saben como salir de su quieta contemplación. Estos ‘oyentes’ no ven dentro de su propia naturaleza.
Desde el punto de vista del Bodhisattva, todo esto se parece a la tortura del infierno»
Ma-tsu hablaba por propia experiencia, y mostraba un especial genio y fiereza en la transmisión directa su sabiduría:
Un día, Ma-tsu salió a pasear con su discípulo Pai-chang cuando vieron una bandada de patos salvajes volando :
«¿Que es eso?», pregunto Ma-tsu
«Patos salvajes», respondió Pai-chang
«¿Donde van?»
«Ya no están, se han alejado volando»
De repente Ma-tsu agarró la nariz de Pai-chang y la retorció hasta que éste gritó de dolor. «Entonces», exclamó el maestro «¿como es posible que ya no estén?»
En ese momento Pai-chang alcanzó la Iluminación.
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