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El amor compadece

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EL AMOR COMPADECE

Carlos Chalen – Bolivia

Los hombres sólo se aman con amor espiritual cuando han sufrido juntos un mismo dolor, cuando araron durante algún tiempo la tierra pedregosa uncidos al mismo yugo de un dolor común Amar en espíritu – decía – es compadecer, y quien más compadece más ama. Los hombres encendidos en ardiente caridad hacia sus prójimos, es porque llegaron al fondo de su propia miseria, de su propia aparencialidad, de sus naderías, volviendo luego sus ojos así abiertos, hacia sus semejantes, los vieron también miserables aparenciales, anodadables y los compadecieron y los amaron.

Según la tesis del gran filósofo español nacido en Bilbao el 29 de septiembre de 1864 y fallecido en Salamanca el 31 de diciembre de 1936, el hombre ansía ser amado, o, lo que es igual, ansía ser compadecido. El hombre quiere que se sientan y se compartan sus penas y sus dolores. Hay algo más de una artimaña para obtener limosna en eso de los mendigos que a la vera del camino muestran al viandante su llaga o su gangrenoso muñón. La limosna, más bien que socorro para sobrellevar los trabajos de la vida, es compasión. No agradece el pordiosero la limosna al que se la da volviéndole la cara por no verle y para quitárselo de al lado, sino que agradece mejor que se le compadezca no socorriéndole a no que socorriéndole no se le compadezca, aunque por otra parte prefiera esto. Ved, si no, con qué complacencia cuenta sus cuitas al que se conmueve oyéndoselas. Quiere ser compadecido, amado. Miguel de Unámuno, autor de la obra Del sentimiento trágico de la vida cree que la compasión es la esencia del amor espiritual humano, del amor que tiene conciencia de serlo, del amor que no es puramente animal, del amor, en fin, de una persona racional.

El amor – que personaliza cuanto ama – compadece y compadece más cuanto más ama. En consecuencia no es válida la expresión que puso Goethe en boca de Mefistófeles, en El Fausto, cuando dijo que Todo lo que nace merece hundirse, porque la vida ha sido hecha para eternizarse en el amor que compadece. Aunque el mismo autor de Bilbao crea que nos unimos a otro, para partirnos y que ese más íntimo abrazo no es sino un más íntimo desgarramiento, porque en el fondo, el deleite amoroso sexual, el espasmo genésico, es una sensación de resurrección, de resucitar en otro, porque sólo en otros podemos resucitar para perpetuarnos y lo que perpetúan los amantes sobre la tierra es la carne de dolor, es el dolor, es la muerte, ya que el amor es hermano, hijo y a la vez padre de la muerte, que es su hermana, su madre y su hija. Y así es que hay en la hondura del amor una hondura de eterno desesperarse de la cual brotan la esperanza y el consuelo. Porque en este amor carnal y primitivo, de este amor de todo el cuerpo con sus sentidos, que es el origen de la sociedad humana, de este enamoramiento surge el amor espiritual y doloroso. Lo que permite concluir, para coincidir con Unámuno, que al final de todo el amor es un egoísmo mutuo que nos une y compadece.

– Carlos Chalen – Bolivia

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