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Practicando el Dhamma en la vida diaria: La generosidad
– Ven. Yogāvacara Rāhula

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Practicando el Dhamma en la vida diaria:
La generosidad


Ven. Yogāvacara Rāhula


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La cuestión central para muchas personas es cómo practicar meditación en la vida diaria; cómo practicar el Dhamma en la vida de todos los días. La práctica formal de meditación en un retiro es, principalmente, un entrenamiento intensivo en un ambiente muy estructurado. Esto es útil e importante, pero la verdadera práctica de la meditación, si ésta ha de tener algún valor real, tiene lugar en nuestra vida cotidiana.

En la vida diaria, todo el Camino y los demás aspectos del cultivo de la mente también tienen que ser abordados y puestos en práctica. Es, realmente, en nuestras vidas diarias, en nuestras situaciones de todos los días, donde necesitamos la habilidad y el entendimiento para hacer frente a todos los desafíos que se nos presentan: todas las situaciones conflictivas, el caos, los altibajos de cada día.

Debemos contar con una estrategia para percibir y enfrentar las impurezas que surgen en nuestras propias mentes, así como las negatividades e impurezas que nos llegan de otros. Además de la meditación, tenemos que desarrollar las cualidades de la mente.

Muchas personas quieren meditar y encontrar la paz de la mente. Pero algunas de ellas no desean cambiar de verdad el resto de su estilo de vida. Quieren guardar su pastel pero también comerlo –poder meditar y obtener los «beneficios», como la paz de la mente, pero todavía pudiendo hacer cualquier cosa que se les venga en ganas según sus caprichos y fantasías.

Pero el proceso, en realidad, no funciona de esa manera. En general, la mente que encontramos cuando nos sentamos a meditar –todos los estados que surgen, las emociones difíciles, otros estados mentales negativos e, incluso, el estado de nuestro cuerpo, dolores y cosas por el estilo– es, básicamente, la suma total de lo que hemos ido acumulando toda nuestra vida. Estas acumulaciones son las consecuencias de nuestros patrones de hábito, estilos de vida e, incluso, de nuestros puntos de vista que desarrollamos desde temprana edad.

Existen prácticas, además de la meditación, que podemos cultivar para ayudarnos a integrar el Dhamma a nuestros patrones de hábito, estilos de vida y puntos de vista. Exploremos algunos de estos otros aspectos de la práctica del Dhamma que debemos poner en acción en nuestras vidas diarias cuando surjan situaciones apropiadas.

Sabemos que la Segunda Noble Verdad enuncia que el origen del sufrimiento es el deseo y el apego, el ansia desenfrenada. Por eso, una de las principales prácticas del Dhamma es «dāna». Dāna significa la práctica de dar o de compartir con otros. Es un antídoto contra el apego, ese fuerte agarre o tenaz aferramiento a nuestras cosas. Encontramos esta codicia y apego por todas partes. Nos agarramos fuertemente a nuestras posesiones, no queremos soltarlas. El problema es que cuanto más tenemos, mayor es la carga. Pero la práctica de la generosidad ayuda. Es un antídoto contra la tacañería, y compartir nuestras cosas con otros o abandonar nuestro egocentrismo también nos ayuda a abrir nuestras mentes en amor bondadoso y compasión. Es un antídoto contra el apego y el deseo.

La generosidad asume diferentes formas. Se puede decir que existen tres grados de generosidad. El primero se llama «dar a manco». Con este grado de generosidad, das porque alguien te pide, o porque te ves presionado a hacerlo, o porque te están mirando. Pero también sigues agarrando con una mano. En realidad, no quieres dar, pero lo haces de mala gana. Digamos que un mendigo no deja de molestarte. Para librarte de él, le das algo. Si alguna vez has viajado por la India, probablemente has afrontado situaciones en las que los mendigos te siguen como una sombra y no te dejan hasta que, finalmente, les das algo. Esa es una forma de dar, de compartir con otros. Pero su valor es limitado, porque, por supuesto, el genuino espíritu del dar es soltar de verdad. Este es un soltar hasta cierto punto, pero no pleno.

El segundo grado de generosidad es el «dar de amigo». Eso significa que das porque te gusta dar. Te sientes bien. No tienes que sentirte presionado. Siempre que ves a alguien en situación de necesidad, si tienes suficiente para ti mismo, si tienes dos de alguna cosa, le das en un espíritu de amistad. Si tienes dos bananas y alguien está hambriento, normalmente le das una. Esa es una forma más elevada de generosidad porque no te sientes presionado –surge de tu propio sentimiento de amistad y no estás fuertemente aferrado.

El tercer grado se denomina «dar de rey». En el dar de rey, das cualquier cosa en cualquier momento. Das «hasta la camiseta». Le das tu último alimento a un hambriento. Como no piensas en ti, das lo mejor que posees. No hay ningún aferramiento ni, incluso, ningún concepto de «yo» involucrado en el dar.

Donar cosas materiales puede ser la forma más fácil de generosidad, especialmente si tienes más que suficiente. La mayoría de las personas, sobre todo en Occidente, tiene más que suficiente. Tenemos armarios y garajes llenos de cosas; tenemos ropa que no usamos. Quizás hacemos limpieza una vez al año y donamos esas cosas a instituciones de beneficencia como una forma de generosidad. Claro que muchas veces limpiamos nuestros armarios de cosas que no necesitamos porque tenemos que hacer lugar para más cosas que vamos a acumular. Dar cosas materiales, dar comida, dar dinero a instituciones de caridad: todas son formas materiales de dar o compartir.

Otra forma de generosidad es dar tu tiempo. Eso va un poco más profundo, porque tu propio tiempo es más cercano a tu ego. Es bastante fácil dar dinero o un poco más de comida a un mendigo si tienes suficiente, pero compartir tu tiempo puede llegar a ser un poco más difícil. Supón que tu vecino se acerca y te dice: «Ah! ¿Sabes?, estoy en un gran aprieto, realmente necesito tu ayuda este sábado para pintar mi casa».

«¡El sábado! ¡Dios mío! Tengo el partido de fútbol. ¿No podemos hacerlo el domingo?» O, «Llamaré a mi sobrino. Le daré algún dinero y te lo enviaré para que te ayude.»

Nos apegamos a nuestro precioso tiempo y a nuestro deseo de sólo hacer lo que queremos. Renunciar a nuestros propios deseos y tiempo para ayudar a una persona que necesita es una forma más profunda de generosidad.

Compartir nuestros conocimientos o talentos con otros es otra manera de dar. Todas estas clases de generosidad –desde la material hasta la mental– son modalidades de renuncia.

La meditación también es una forma de generosidad, de renuncia. De hecho, se podría decir que meditar es la forma de generosidad más elevada, porque allí renunciamos a todo lo que nos llega a través de nuestros sentidos, especialmente en la meditación de observación vigilante. Renunciamos al sonido que llega a nuestro oído, sea agradable o desagradable, simplemente dejamos que surja y desaparezca sin apegarnos. Si nos apegamos a él, tratamos de soltarlo. Tratamos de soltar nuestros pensamientos, de soltar nuestros dolores corporales. Y, por supuesto, cada uno de nosotros trata, finalmente, de soltar el yo. Soltamos la sensación de yo para realizar el Dhamma Incondicionado y la verdadera liberación de la mente. Para esto, incluso la sensación de yo debe abandonarse.

Ciertamente, si no podemos soltar las cosas materiales, las cosas mentales, emociones como la ira, otros estados negativos o, incluso, positivos, cuando llegue el momento, no seremos capaces de soltar el yo en la meditación, de dar ese salto cuántico a la experiencia incondicionada. Por eso, la práctica de la generosidad es una práctica integral y completa en sí misma.

En la vida diaria puedes encontrar muchas oportunidades para practicar la generosidad. Especialmente, puedes dar de tu tiempo cuando alguien lo necesita. Si, por ejemplo, un compañero de trabajo te dice: «¿Puedes mostrarme cómo funciona esta estúpida computadora?» Muéstrale cómo se hace, o ayúdale a hacerlo, o puedes ser generoso de alguna otra manera.

Hay tres fundamentos del Dhamma que nos ayudan cuando practicamos la generosidad: Comprensión Correcta, el primer aspecto del Noble Óctuple Sendero; Vigilancia Correcta, el séptimo aspecto; y Esfuerzo Correcto, el sexto aspecto. Los tres trabajan juntos.

La Comprensión Correcta percibe al egoísmo y la mezquindad como estados negativos. La Vigilancia Correcta nos garantiza que cuando el egoísmo regrese o intervenga, lo veamos; nos damos cuenta cuándo nuestras mentes se están aferrando fuertemente a las cosas. Conscientes de que el egoísmo y el apego son estados mentales perjudiciales, empleamos el Esfuerzo Correcto para renunciar a ellos cuando surjan. Al practicar el Esfuerzo Correcto, hacemos el esfuerzo de prevenir y abandonar los estados perjudiciales y de cultivar y perfeccionar los estados beneficiosos de la mente.


Fuente: http://appamadanet.webs.com

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